Alex de la Iglesia: “A la vida uno llega como en una película empezada”

Es uno de los grandes del cine español y volvió a la carga con “El bar”, una película que sigue en Village Cines y donde, como siempre, aborda una historia de gente común en situaciones extraordinarias.

Alex de la Iglesia: “A la vida uno  llega como en una película empezada”

En "La comunidad" fueron los departamentos de un edificio, en "Crimen ferpecto" una sucursal de la tienda El Corte Inglés, en "Balada triste de trompeta" el Valle de los Caídos, en "Las brujas" una cueva y en "Mi gran noche" un estudio de televisión. Ahora, en su último opus, Alex de la Iglesia elige un bar en el centro de Madrid donde todos los personajes quedan atrapados en su interior.

El encierro comienza cuando alguien desde afuera del local dispara mortalmente a alguien que va a entrar allí, después de que un desconocido entra a velocidad en el baño mientras un pordiosero dice una sarta de disparates, un grupo de personajes variopintos, incluso un mozo y la propietaria, al no poder huir por la calle, lo intentarán por los subsuelos.

Las sospechas de lo que ocurre afuera son diversas y lógicas, lo que no imaginan es que en función de sobrevivir, todos estos personajes y los que superen incluso sus propias miserias, irán descendiendo al infierno por infierno, peldaño a peldaño, como en una suerte de "Divina Comedia", a pura violencia, por un minuto más de vida.

De la Iglesia construye su narración como si fuese un comic y no le teme a la claustrofobia ni a lo revulsivo, le mete para adelante y lleva a sus personajes a los extremos más delirantes, sin dejar de ser vasco y observador de la España del presente, convierte a su viaje en universal porque ¿dónde no existen bares y este espejo de personajes?

El cineasta no está solo. Cuenta otra vez con su guionista mano derecha Jorge Guerricaechevarría y figuras como Blanca Suárez, Mario Casas, Carmen Marchi, Secun de la Rosa, Jaime Ordóñez, Terele Pavez, Joaquín Clement y el argentino Alejandro Awada, entre otros actores.

El también director de “Perdita Durango”, “800 balas” y “La chispa de la vida” asegura que “lo que me motiva a hacer cine es el fracaso y la posterior sensación de mejorar. Cuando dejas de rodar no puedes vivir: ‘¿Qué es esta farsa? ¡Pásame un iPhone!’ gritas”, dice convencido.

-¿Por qué siempre películas corales?

-Es como que en parte se me conocen todos los trucos, me da la sensación de que todo el mundo me conoce más que yo. He hecho muchas que no lo son, pero es curioso comprobar cómo, el que observa desde afuera, tiene la necesidad de encontrar puntos en común entre una y otra película. Sí, es cierto, porque el protagonista no es uno solo sino muchos y la historia pertenece a una situación, con reacciones diferentes. Si hubiese sido uno solo, la película hubiese estado coja. Es bueno ver a distintas personas frente a un misma provocación.

-La problemática que incumbe a varias personas es la de las miserias humanas...

-¿Hay otro tipo de comportamiento que no sea miserable? ¿Hay un comportamiento altruista, bondadoso en el hombre? Confío en que sí, pero no forma parte de mi lenguaje. No quiero tener una visión pesimista de la humanidad o de mis congéneres, pero creo que si la sensación es que ese comportamiento miserable es humano, ya no es miserable.

-¿Sólo es cuestión de aceptarlo?

-Es como decir “Reconozcamos que llueve”. En ese momento uno parece pesimista porque no dices “hace sol”, pero el hecho de reconocer que llueve siempre convierte a esa lluvia en algo constante y entonces ya no es digno decir si es buena o mala. El que nosotros tengamos un comportamiento débil o fragmentario, o injusto, nos hace humanos. Hay que convertir eso en algo positivo, que nos una. Todos somos débiles. El reconocer que somos débiles es el primer paso para que todo esté mejor. El problema es cuando todos queremos ser buenos, tener comportamientos normales y estables y que todos los días sean soleados.

-Gente y lugares comunes en situaciones extraordinarias...

-Pues muy bien expresado. En España, en 1984, hicieron un ciclo con un grupo de películas de (Alfred) Hitchcock y tenía un tagline: “Un pobre hombre metido en una tremenda historia” y de pronto dije, es esto lo que quiero contar: gente que se ve superada por una situación que no controla.

-Es algo común a todos...

-Hombre, yo creo que es la vida. La vida es una película empezada, a la que llegas, te colocan en una casilla, tienes que moverte de una manera y te juzgan por ello, no te dan la oportunidad de controlar la situación, nadie te da instrucciones de cómo hacerlo: oye, si haces esto, esto y esto, sobrevives, o si hace esto, mueres. Nadie te dice cual es el secreto. La vida es un juego en el que no conocemos las instrucciones, las vamos conociendo mientras jugamos... Eso me parece injusto en la medida en que nos han dicho que si hay unas reglas.

-Películas con mucho paisaje urbano, real, y a la vez el encierro...

-Para que resulte más verosímil, me gustaría que todo fuese real menos lo que cuento, para que de alguna manera el paquete donde está incluida mi mentira, que es mi historia, resultase atractivo, por lo menos comprable para el espectador, que entienda lo que pasa, que no se sienta engañado.

-El bar, en ese sentido, es un lugar perfecto...

-Lo bueno de un bar es que es un lugar en el que te sientes seguro, un lugar pequeño en el que el drama se establece de la misma manera, tienes relación con gente desconocida que no sabes quienes son, y sin embargo no te sientes obligado a hablar con ellos, puedes rechazar el juego, sentarte, pedir un café e irte, pero tienes la tentación, alguien muy cerca, que puede ser ese ángel que te puede sacar de tu infierno, o un demonio que te empuja al suyo.

-El bar puede ser un diván de psicólogo...

-Más que un bar puede ser un ring, una especie de lugar en el que te enfrentas a una situación pequeña que resuelva tu vida, entonces los problemas se ven con más claridad.

-¿Sus castings son difíciles o en su cabeza ya construyó el personaje específico para cada actor?

-Un poco las dos cosas. Me importa mucho que el actor encaje con lo que yo busco. Pero por otro lado también me gusta descubrir gente para darme cosas. Me da mucho miedo buscar algo seguro y que circunscriba la película a algo ya conocido. Hay que dar la posibilidad de algo nuevo, y en este caso Alejandro Awada ha sido un descubrimiento.

-Alguna vez descubriremos que en realidad somos personajes de un reality dentro de El Corte Inglés?

-El Corte Inglés es el mundo en el sentido de que es un lugar en el que parece que todo va bien, pero resulta que no es así. Es cierto lo de los lugares comunes donde se establece una serie de pantomima, en El Corte... la de la felicidad, donde puedes encontrar ese sitio ideal donde vivir, y lo que quiere el protagonista de “Crimen ferpecto” es no vivir en ningún sitio porque ninguno es tan bueno como ese y por eso en su casa no tiene nada. Un mundo feliz en donde todo es perfecto.

-¿Y en "El bar"?

-Hay un lugar totalmente imperfecto pero que describe con precisión como es la relación entre los humanos, con sus mentiras e hipocresías, sin embargo, no es tanto la preocupación por lo que ocurre dentro, como cuál es el lugar de donde surge el miedo que ataca a esa estabilidad. En “Crimen ferpecto” no hay miedo exterior sino la inseguridad del protagonista, ahora hay como un miedo impuesto, no saben cómo solucionarlo, que sea exterior los tranquiliza, pero luego una sorpresa les aclara que está dentro.

-Ese es el principio...

-Después pasan a una segunda fase, una especie de Purgatorio que es el del sótano-almacén, donde se desnudan para encontrarse a si mismos. Pero no llegan a un acuerdo, porque el drama está en ellos mismos y deben pasar por un agujero muy alquímico y metafísico para descubrir el monstruo que todos llevamos dentro.

Todo el universo en dos nombres

Alex de la Iglesia es un amante de los tebeos -como en España le dicen a las revistas de comics-, le apasionan historietas como Tintín, Asterix y Obelix, y alguna vez hasta fue tentado para dirigir en cine una versión del videogame “Doom” con Arnold Schwarzenegger, que rechazó para seguir en los suyo, que es el cine y, de vez en cuando, la televisión.

Mucho se habló, se habla y se hablará de su cine y se lo interpretará desde diferentes ángulos, pero sin embargo hay dos figuras de la gran historia del cine español que suelen aparecer a la hora de observar a sus personajes y las situaciones que les toca vivir. Esas dos grandes figuras son Luis Buñuel y Luis García Berlanga, uno por lo individual, el otro por lo coral.

“Ambos lo resumen todo, para qué quieres más. Buñuel y Berlanga, juntos, completan un universo. Berlanga es el director coral, el que habla de una sociedad, precisamente de la imposibilidad de las relaciones humanas, el que describe con mayor certeza lo infructuoso que puede llegar a ser persona.

Buñuel es todo lo contrario, habla del individuo, de lo que tu tienes en la cabeza, lo que ocurre cuando tu estas solo por la noche en tu cama, y la imposibilidad de conocerte a ti mismo, con un cinismo extraño y preocupante”, explica de la Iglesia.

“Tanto en lo social como en lo particular, los dos reflejan una sociedad terriblemente semejante, uno con humor el otro con el horror, pero los dos tienen el horror y el humor de fondo, en ámbitos contrapuestos”, asegura el cineasta.

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