Autodidacta, empleado de correos, Alejandro Santa María Conill fue una de las plumas que se destacaron en nuestra provincia. Sin embargo, injustamente, no se le ha dado el lugar que realmente merece en la literatura cuyana.
El cartero literato
Alejandro Santa María Conill nació en Mendoza el 28 de marzo de 1894, aunque algunos de sus biógrafos afirman que su nacimiento fue en 1896.
Cursó estudios primarios y en 1910; con apenas 14 años, Santa María Conill comenzó a trabajar en el correo como cartero.
Aquella Mendoza del Centenario gobernada por Rufino Ortega (hijo) vivía momentos de opulencia en el sector de vitivinicultores y bodegueros. En estas tierras, miles de inmigrantes italianos, españoles, libaneses, franceses y británicos se establecían con el sueño de “hacer la América”.
En ese contexto, el adolescente que trabajaba repartiendo cartas por las calles de la aldea cosmopolita, abrazó la pasión por la literatura y el periodismo y, en los años ‘20, comenzó a escribir algunos ensayos. Su primera columna en Diario Los Andes fue publicada el domingo 2 de agosto de 1925, con el título “El valor de la novela”.
Un año después publicó un tratado llamado “Enseñanza rápida y metódica de la telegrafía y radiotelegrafía” y editó otro libro: “Formación moral e intelectual de los empleados de Correos y Telecomunicaciones”.
En los años posteriores Alejandro Santa María Conill colaboró en la prensa mendocina con las recordadas páginas “perfiles de nuestra ciudad” y en el matutino La Libertad.
El autodidacta fue uno de los más comprometidos en propulsar la educación primaria a través de revista Instrucción Pública, donde publicó algunos cuentos como “Los nietos del Martín Fierro”.
En 1939, ejerció la secretaría general del Círculo de Periodistas junto a su amigo Ricardo Tudela, quien ocupó el lugar de vicepresidente.
A pesar de sus intensas actividades literarias, nunca dejó su trabajo como empleado de correos y llegó a destacarse como jefe del Octavo Distrito de Mendoza, cargo del que se jubiló.
Allá por los ‘50s, fue presidente del Centro de Jubilados y Pensionados Nacionales, secretario del Instituto Argentino-Chileno de Cultura, secretario relator de la Intendencia Municipal de Mendoza y presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, desempeñándose además como jurado en importantes certámenes literarios. Y fue él quien redactó el libreto de la Vendimia de la Ciudad de Mendoza celebrada el 17 de marzo de 1953
La tradición cuenta que, todos los sábados, Alejandro Santa María Conill y sus amigos se reunían en un café ubicado en San Martín frente a la Compañía de Jesús para charlar de temas vinculados al arte de la escritura. Aquella mesa estaba integrada por Ricardo Tudela, Juan Draghi Lucero, Vicente Nacarato, Reinaldo Bianchini, Alberto Ciriguano, Humberto Crimi y Américo Calí.
Cuando se creó la “Beca doctor Adolfo Calle” en 1954, el recordado escritor participó activamente como jurado, cargo que desempeñó hasta sus últimos días.
Desde la década del ‘30 fue un miembro activo de la sociedad filantrópica y progresista llamada “Ateneo Lautaro de Mendoza”.
Tras una breve enfermedad, falleció el 1 de noviembre de 1956. Sus restos descansan en el Cementerio de la Capital.
Flechas de papel
Entre sus trabajos publicados podemos mencionar “El vuelo sumiso”, novela que apareció en 1934. Esta obra de ambiente provinciano sentó su reputación como novelista y con ella obtuvo mención especial en el concurso de la Municipalidad de Mendoza en 1938.
“La ciudad de barro”, una de las mejores novelas realistas de la región, obtuvo el Premio Regional de la Comisión Nacional de Cultura en 1941. Esta obra fue reeditada en 1991, al cumplirse el 50 aniversario de aquella primera edición. Le siguieron “Flechas de papel” (prosa festiva) en 1953, “Ubicación de Luisa Manienhoff”, (ensayo crítico) y “El nudo ciego” (novela).
Como obras inéditas figuran “Motivos de la ciudad” y “La bestia hermosa” (novela policial).
Durante su presidencia de la Sociedad Mendocina de Escritores fue el artífice de “Tierra Viva”, revista literaria que alcanzó en breve tiempo una amplia resonancia en los círculos literarios del país y del extranjero.