Las mañanas frías de este invierno se han hecho sentir en las instalaciones del hospital Central. Las puertas de la entrada, la guardia y las salas especializadas sólo se cierran cuando al final, el hilo de gente parece terminar de ingresar; pero mientras tanto permanecen abiertas.
Independientemente del motivo por el que se asiste, las garras de la burocracia o del tiempo de espera para ser atendido hacen que tengamos que buscar un lugar para ubicarnos en el ágora que simbolizan las salas de espera.
Durante ese tiempo, el clásico café con tortitas parece ser la solución inmediata a las frías temperaturas que acompañan a quienes buscan una ayuda profesional para sus malestares. Quizás una simple bebida no salve los problemas, pero la calidez y la simpatía del que te lo sirve pueden dar un respiro entre tanta angustia.
Antes de que el reloj marque las 4 de la mañana comienza el día de Luis Justo Flores. A diario, recorre los casi 15 kilómetros desde su casa en El Algarrobal hasta el hospital para ofrecer un servicio en el que, más que un cortado o una lágrima, está ofreciendo un poco de su persona.
"Siempre pasa por acá a eso de las diez", comentó una empleada administrativa del primer piso cuando no podíamos dar con él en su clásico lugar en el hall del Central. Sucede que con su carrito preparado con por lo menos ocho termos, un espacio al frente para la variedad de tortitas pinchadas, raspadas y de hoja, y siempre acompañado de uno de sus hijos, Luis se encarga de animar y calentar las mañanas del hospital con su alegría y sus bien recibidas bromas.
Padre y abuelo
Hace 40 años perdía su trabajo como albañil. Inmediatamente comenzaba la búsqueda de su espacio en la sociedad para sacar adelante su hogar.
No fue fácil al principio. Contando con un servicio de buffet, Luis tuvo que multiplicar su laboriosa voluntad para ganarse su lugar.
Padre de cuatro hijos y abuelo de 11 niños, Luis dedica sus mañanas a ser "el cafetero del hospital" y sus tardes, a cuidar de sus nietos. En todo este tiempo, miles de administradores, profesionales médicos y pacientes han pasado por el edificio de calle Alem. Luis los vio pasar a todos y supo sacarles una sonrisa a cada uno.
"No tire su vasito, que hoy va a estar participando de un sorteo. ¿El premio? Un paseo en Mercedes, ese que para en frente", bromea haciendo alusión a los micros que pasan por allí. Con sus graciosas frases alegra el ambiente y alienta a la gente a acercarse a pedirle algo calentito para beber y comer. Si sos viejo conocido y no tenés cambio, te lo arregla la próxima. Si un niño está algo molesto o tiene mucho hambre, no duda en ofrecerle una tortita a cambio de una pequeña mueca.
Sacar una sonrisa
Café solo, con leche, un cortado o una chocolatada; Luis recorre la guardia, el hall principal y las distintas salas de espera de todos los pisos del hospital para acercar un poco de su apoyo a los que esperan y desesperan.
Con sus casi 64 años, ha dedicado la mayor parte de su vida a una labor que merece ser reconocida: la de mejorar (o por lo menos, intentar) el ánimo de las personas, que quién sabe la realidad que puedan estar atravesando.
Su humildad y su vocación le dieron una recompensa que vale por millones: el reconocimiento de toda la comunidad del Central. Varios miembros de la institución pasan todas las mañanas para pedirle un vaso o simplemente saludarlo: "Es una historia de vida, realmente. Todas las mañanas está acá para sacarles una sonrisa a los pacientes, sea cual fuese su situación". Felicitaciones como ésta por parte de una de las directoras del Central le llegaron a Luis en una típica mañana de venta. Parece conocer además la lista de pacientes, ya que sonaban bromas que sólo entre ellos entendían.
Desde sorteos y hasta chistes de "ocasión" completan los guiones del cafetero. Una mujer se acercó a preguntarle si no había traído su peluca, o su gorro de "sultán", haciendo referencia a una novela de televisión.
Luis se las ingenia para compartir su buen humor y los mendocinos se lo han sabido agradecer. A través de sus redes sociales, y gracias a la difusión de un posteo de uno de sus simpatizantes, mucha gente le hizo llegar su agradecimiento a un hombre que ha dedicado 40 años de su vida a entregar regalos vitales para nuestro día a día.
Sentimientos como la alegría, el hecho de saber que la esperanza está escondida en actos desinteresados y que hasta la más humilde y pequeña actitud de simpatía puede significar un impulso enorme para las personas en las situaciones más complicadas, son lo que han hecho que un simple laburante como Luis tenga un rol tan fundamental en el funcionamiento diario del hospital más importante de Mendoza.
“Si vienen a pie, le financiamos el cero kilómetro”, se despide de sus clientes mientras ellos sonríen llevándose su desayuno.