El triunfo de Mauricio Macri en las presidenciales de 2015 marcó el inicio del “giro hacia el centro-derecha” en América el Sur. En lo años siguientes, Dilma Rousseff fue destituida en Brasil. Pedro Pablo Kuczinsky ganó en Perú. En Chile, Piñera regresó al poder. En Paraguay, Abdo Benítez, del Partido Colorado, fue reelecto. En Colombia, la elección de Duque -el candidato del ex presidente Uribe- confirmó la tendencia. En Ecuador, el presidente Lenín Moreno, electo como candidato del hoy ex presidente Correa, giró hacia el centro y recurrió al FMI para resolver los problemas financieros del país. El triunfo de Bolsonaro en Brasil a fines de 2018 fue la culminación de este proceso.
La constitución del Grupo de Lima, que a comienzos de 20l9 se reunió para reconocer al Presidente Delegado de Venezuela Juan Guaidó y desconocer al gobierno de Nicolás Maduro, fue expresión político-diplomática de esta tendencia. Consecuencia de este giro, la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur), gestada en los años que predominaban en la región gobiernos populistas, -algunos moderados, otros más radicalizados- fue disuelta. Una evidencia del cambio de tendencia.
Sólo Venezuela y Bolivia, sobre diez países iberoamericanos de América del Sur, seguían siendo miembros de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) gestada por Castro y Chávez. Al mismo tiempo que se consolidaba el giro hacia el centro-derecha, llegaba al poder en EE.UU. Donald Trump, reforzándola.
Pero la elección que puede marcar un giro en la dirección contraria en América del Sur, parece ser la derrota de Mauricio Macri en Argentina. Ésta se da en un contexto en el que el giro mencionado mostraba signos de debilitamiento y hasta de retroceso. En Perú, el gobierno de Pedro Pablo Kuczinsky duró poco. Se vio obligado a renunciar y fue destituido, siendo remplazado por Martín Vizcarra. En setiembre de 2019, el Congreso nombró una Presidenta alternativa, que renunció al lograr el primero el apoyo de los Gobernadores y las Fuerzas Armadas. Otros hechos se fueron encadenando durante este año. En Ecuador, un fuerte ajuste del combustible, derivado del acuerdo con el FMI, provocó una revuelta, primero de conductores del transporte y luego de la Confederación Indígena. Se registraron 8 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos, anulando el Presidente la medida adoptada.
Pocos días después, un aumento -de escala menor- del transporte, provocó una crisis en Chile que, iniciándose con los estudiantes secundarios, precipitó a la izquierda a las calles, teniendo lugar un paro general y culminando con una movilización en las calles de más de un millón de personas. Los muertos fueron 20, los heridos centenares y los detenidos 9.000. El presidente Piñera se vio obligado a retroceder, realizar diversas concesiones y asumir una pública autocrítica. En Bolivia, pese a las denuncias de la oposición liderada por un candidato de centro-derecha, Carlos Mesa, que ha denunciado fraude y convocado a movilizaciones de protesta que se extienden desde hace semanas, con decenas de heridos y detenidos.
Mientras tanto, la estrategia para destituir a Nicolás Maduro, a nueve meses de su inicio, está fracasando. Pese al colapso de la economía y el hambre de la población, Nicolás Maduro se mantiene en el poder con el apoyo económico de China, el estratégico militar de Rusia y el político de Cuba.
Es en este contexto, que la derrota de Macri puede ser el hecho electoral que muestre el cambio de tendencia, en la dirección contraria a la de hace cuatro años. El mismo día de la elección argentina, tuvieron lugar municipales en Colombia, siendo derrotados los principales candidatos del ex presidente Álvaro Uribe, dejando debilitado al presidente Iván Duque.
En la segunda vuelta de la elección uruguaya que se realiza el 24 de noviembre, ganando el Frente Amplio, será una confirmación de la nueva tendencia. Imponiéndose Luis Lacalle Pou, podría poner en duda la tendencia o sólo ser un hecho aislado.
Pero el significado político ideológico que tiene el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández choca con las urgencias y necesidades de su política económica. Encauzar la negociación de la deuda externa que está al borde del default requiere del apoyo de la Administración Trump, que tuvo un rol decisivo para que el FMI diera a la Argentina un excepcional crédito por 57.000 millones de dólares, que debe refinanciarse.
Mantener el Mercosur es conveniencia de la Argentina, la que es amenazada por las afirmaciones de Bolsonaro de expulsar a nuestro país, si no acepta bajar los aranceles del grupo regional.
El Presidente brasileño ha sido aún más explícito, cuando al día siguiente del triunfo de Alberto Fernández dijo que los argentinos habían “votado mal”. La decisión de que un funcionario con escasa representación política como es el Ministro de Ciudadanía lo represente en la asunción del nuevo Presidente, es una manifestación del mal estado de la relación entre Jair Bolsonaro y el nuevo Presidente argentino.
El triunfo de Fernández fue saludado por el Presidente de México, Andrés López Obrador. Recibió las felicitaciones de Nicolás Maduro y del Presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel. La misma noche de la victoria estuvieron presentes en Buenos Aires: el ex Presidente del Gobierno español el socialista Rodríguez Zapatero -posiblemente el político europeo más cercano a Maduro- y el arquitecto de la política exterior de Lula, -quien felicitó a Fernández desde la cárcel-, Celso Amorim.
Esta identificación del gobierno electo de Argentina, con la izquierda regional, va en contra de la necesidad de obtener el apoyo de Trump frente al FMI y el diálogo con el gobierno brasileño.
La reunión en Buenos Aires del Grupo de Puebla, entre el 8 y el 10 de noviembre, pone a prueba la capacidad de Alberto Fernández para mantener el equilibrio entre las necesidades de gobierno que van en una dirección y las afinidades políticas que van en la otra. Está integrado por treinta dirigentes políticos latinoamericanos de diez países de la región. El país y las circunstancias le han dado un rol político relevante, ya que Fernández pasa a ser el Presidente de centro-izquierda más importante de América del Sur por la dimensión de su país.
Sergio Massa ha calificado a Nicolás Maduro como dictador en su visita a Washington. El kirchnerismo, por su lado, ha reconocido a Maduro y ha respaldado a Evo Morales en el conflicto que enfrenta por la denuncia de fraude. Alberto Fernández parece ubicarse entre ambos. Las urgencias económicas, le exigen mejorar rápidamente las relaciones con Trump y Bolsonaro.
Posiblemente, la definición de la política exterior sea prioritaria para la económica, estando ambas hoy estrechamente vinculadas.