Alberto Arizu, presidente de Wines of Argentina y director en Bodega Luigi Bosca Familia Arizu, formó parte de la sexta edición del Ciclo de Encuentros que tuvo su eje en la industria del vino.
En una entrevista con Los Andes, el bodeguero remarcó la necesidad de organizar a todos los actores de la cadena productiva en función de las necesidades de los consumidores.
-¿Cómo se puede resolver la asimetría productiva del sector, con bodegas con vinos de alta gama en el Valle de Uco y Luján, en tanto en el Este aún existen emprendimientos inmersos en planes de reconversión vitivinícola?
-Argentina necesita terminar de reconvertir su matriz productiva. Cada región, en Mendoza y en el resto de las provincias -aunque aquí más por la importancia y dimensión de nuestra vitivinicultura- se hace más evidente ello y cada eslabón productivo tiene un gran potencial para el desarrollo del comercio internacional y es importante que se profundice cada una de sus ventajas. Hay regiones que por sus características competitivas están destinadas a trabajar en vinos de calidad y por ende sus rendimientos son bajos, sus selecciones clonales deben ser las adecuadas y deben profundizar en la diferenciación de sus IG. Por el otro lado hay otras regiones, como podría ser parte del Este de Mendoza, cuya calidad es alta considerando los rendimientos y esto permite obtener vinos a precios muy competitivos en los mercados internacionales, que resultan fundamentales en ciertos segmentos del mercado. Nuestra industria necesita ser competitiva en todos sus segmentos de precio y mercado y siempre mostrar una calidad superior a la media de sus competidores internacionales, dentro de una misma franja de valores comerciales. Para eso debemos trabajar concentrados en nuestras potencialidades y principalmente ver y analizar las demandas del mercado. No sirve de nada producir uvas para hacer vinos que no se consumen y que no tienen mercado.
Obviamente es necesario contar, también, con condiciones económicas estables y un marco impositivo acorde y previsible para hacer las inversiones necesarias que nos permitan planificar en el largo plazo.
-El año pasado se lograron varias medidas que dan oportunidad al sector, como la eliminación del impuesto interno al vino por ley y al espumante por decreto. Además, se dio marcha atrás con la prohibición de la publicidad en vía pública del vino en Buenos Aires y se aprobó la reforma tributaria. ¿Qué otras medidas necesita el sector este año?
-Por sobre todo, esta industria necesita previsibilidad y un marco regulatorio adecuado. Un país ciclotímico como el nuestro no es un entorno fácil para una industria como la nuestra que necesita pensar siempre en el largo plazo. Yo debo plantar hoy lo que se consumirá en 10 años y eso requiere de estabilidad, previsibilidad y una economía sustentable a futuro.
De todas formas, la caída del consumo en nuestro país, es algo que nos debe preocupar a todos y creo que no tiene que ver con la premium sino con hábitos que esta industria no ha sabido leer ni interpretar. Por ejemplo, en países como Estados Unidos o el Reino Unido, el aumento en el consumo de vinos está fuertemente influenciado por los millennials. Estos han tenido un gran impacto en el comercio de vinos y entre otras cosas influenciaron en los flujos de intercambio. Experimentan más, son más abiertos y permiten que aproximadamente el 40% del consumo mundial sea vino importado.
Este fenómeno en gran parte ayudó al crecimiento que tuvieron países como Argentina en los últimos años. Ahora bien, ¿qué pasa con nuestros millennials hoy? ¿Consumen vino o prefieren otras bebidas? Que Argentina sea el tercer país de mayor consumo de alcohol de la región, después de Estados Unidos y Canadá, nos dice que beben otras bebidas alcohólicas que han ido reemplazando al vino. Hay que trabajar fuertemente en la comunicación y principalmente hay que trabajar escuchando las demandas del mercado. Este ha sido tradicionalmente el principal problema de nuestra industria, que mira desde la producción al mercado. Y de ahí también surgen las discusiones entre productores y las bodegas.
Es hora que el sector tenga una mirada desde el consumidor. Todos, productores viñateros, bodegas trasladistas y bodegas integradas, debemos entender las reglas de mercado y contribuir a una cadena productiva competitiva y exitosa. El único soberano es el consumidor.
-¿Este desafío cómo lo han enfrentado otros países vitivinícolas?
-Si entendemos que debemos mirar al mercado y construir hacia atrás la cadena de valor de la producción, será más fácil ponerse de acuerdo. La salida de Argentina al mundo ayudó a esta mirada mucho más actual y moderna. Pero no puede ser que conozcamos más sobre las tendencias de consumo de Estados Unidos, Reino Unido o Japón que de Argentina. Wines of Argentina o Vinos de Argentina, la institución que hoy me toca presidir comenzó a hacer este trabajo a principios de los 90.
No sabíamos nada del mundo, ni el mundo sabía nada de nosotros. Tuvimos que aprender y analizar para adaptar nuestros vinos a lo que otros países demandaban, y lo logramos con bastante éxito, Argentina creció más de 15% por año durante más de 15 años, y logramos colocar a nuestro país en el mapa.
Hoy nuestra estrategia en gran parte está basada en los millennials del mundo. Si pudimos hacerlo afuera, por qué no podemos hacerlo en nuestro país.
Por otro lado, coincido que la Argentina es un país caro, comparado con otros países del mundo donde los márgenes del comercio son más moderados. La inflación distorsiona todo, hay una economía informal y desordenada, promociones engañosas, generan márgenes excesivos en el comercio, pero también encuentran un ámbito adecuado ante una creciente oferta de vinos y una demanda que se mantiene constante o levemente a la baja, como se vio en estos dos últimos años.
-¿Qué estrategias usaron en otros países a la hora de detener la caída del consumo de vino frente al avance de la cerveza?
-La pelea por la baja del consumo y la competencia con la cerveza, incluso con el resto de las bebidas alcohólicas, se da en casi todos los países del mundo. Creo que debemos concentrarnos en las nuevas generaciones y empezar a adaptar nuestros vinos y la comunicación a sus demandas. Esto no significa hacer vinos que transgredan su esencia ni mucho menos, pero pensar más desde el mercado.
Es verdad que la comunicación no evolucionó en los últimos 30 o 40 años. Hablamos siempre de lo mismo.
Sin embargo la gente joven es más foodie hoy y sabe mucho más y está mucho más abierta a experimentar. Eso es un campo muy fértil para el vino, que quizás no estemos aprovechando del todo.
-¿Cree que continuará este año el cierre de bodegas? En otras palabras, ¿cómo se detiene esta tendencia negativa?
-La consolidación es un fenómeno que se da en todo el mundo, no es sólo en la Argentina. El negocio está muy competitivo, los márgenes se achican y cuesta mantener un negocio sin las escalas adecuadas. Se ve en Australia, Chile, Europa y Estados Unidos.
Esto también es consecuencia de un fenómeno de concentración del comercio que comenzó hace unos años. Hubo un ciclo expansivo del negocio a nivel internacional que favoreció a proyectos de distinta envergadura y en toda la cadena hubo una expansión con más distribuidores, más retailers, etc. Hoy se contrae hasta encontrar un equilibrio. Es buena la diversidad, pero todo mercado busca naturalmente un equilibrio.
-Este año, ¿qué foco tendrán las actividades de Wines of Argentina?
-Continuaremos con las acciones promocionales sobre las cuales estamos desplegando toda la comunicación de Argentina; para 2018 y 2019 gira en torno a nuestra campaña “Argentina breaking new ground”, cuyos 5 pilares se basan en los profundos cambios que hoy vive la industria: regionalización, el malbec en sus distintas expresiones, la nueva generación de winemakers, el carácter apasionado y disruptivo de nuestra personalidad y el carácter sustentable de la industria.
Obviamente hacemos un análisis estratégico de cada mercado ya que estos mensajes tienen una mayor complejidad que podemos comunicar con distinta profundidad en países donde Argentina es una categoría de cierta madurez, como Estados Unidos o Reino Unido. Y no es el mismo caso que en países como China, donde la presencia nacional es todavía tenue y debemos seguir trabajando en una comunión basada en valores más fácilmente reconocibles.
Como siempre, los dos grandes eventos de comunicación serán el Malbec World Day, que tiene un alcance muy importante gracias a la coordinación público-privada que tenemos con Cancillería y la Agencia de Inversiones y el Argentina Wine Awards, que es una cita obligada para los expertos mundiales, con una oportunidad inmejorable para seguir de cerca la evolución en la calidad de nuestros vinos.
También pronto estaremos viajando a la feria de Prowein, en la ciudad de Dusseldorf, en Alemania, donde participarán más de 130 bodegas argentinas, siendo la segunda delegación más grande del mundo, obviamente después de Alemania. Es todo un récord y estamos muy contentos con mostrar una imagen tan poderosa en esta feria, que ya se ha transformado en la más importante del mundo.
Por último, tenemos previsto un workshop estratégico en mayo, donde trabajaremos en un plan para los próximos 5 a 10 años, que nos permita una expansión de nuestras exportaciones para llegar a tener una participación de mercado 50% más grande que el que tiene hoy el país. Este trabajo es de orden interno y nos sirve de tormenta de ideas para el futuro.
-¿Cómo analiza el plan estratégico del sector?
-El plan estratégico 2020 ha sido ejecutado muy sólidamente. No creo que haya otro sector de la economía argentina que haya trabajado con un plan de 20 años como el nuestro, consensuado entre todos los actores de la industria. Si vemos otras vitiviniculturas exitosas, sin dudas han tenido lo mismo, como el caso de Australia.
El pensamiento de largo plazo es lo que necesitamos para poder desarrollarnos. Quizás faltó un sistema ordenado de revisiones periódicas para ajustar los objetivos, ya que podemos fijar el horizonte a 20 o 25 años, pero vivimos en entornos muy cambiantes y debemos adaptarnos y corregir nuestras tácticas.
En este caso, creo que deberíamos hacer una revisión y recalibrar los objetivos, ya que algunos ya se cumplieron y otros, si bien no, quizás sea necesario cambiar ciertas tácticas para lograrlos.
El mundo cambió sustancialmente en los últimos 3 o 4 años y el período de expansión mundial que vivimos entre el 2002 hasta la crisis de 2008 y que Argentina pudo y supo aprovechar muy bien, ya no es tal.
Además, si bien por un lado vemos ciertos avances proteccionistas, también es importante que Argentina ha iniciado un nuevo camino de apertura al mundo, con una firme intención de vincularnos y asociarnos a las principales economías, donde nuestro intercambio era muy bajo. Esto es una gran oportunidad que hay que considerar.