Al Vicepresidente lo persigue la mala suerte

Cuando aún estaba en su apogeo la discusión política como consecuencia del procesamiento del vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, apareció otra causa, en este caso por la venta de un automóvil en la que se cometieron numerosas e inaceptables irregul

Al Vicepresidente lo persigue la mala suerte

El año 2014 será inolvidable, en el peor de los sentidos, para el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, porque en lugar de gozar de las mieles del poder y de vivir como siempre soñó -codeándose con el jet set y sin medir gastos- se ha visto obligado a hacer frente a durísimos procesamientos judiciales que lapidaron su imagen pública, dejándola impresentable de cara a la sociedad.

Sus débiles explicaciones no convencen a nadie y hasta podría asegurarse que, si en la Argentina existieran las casas de apuestas como sucede en algunos países europeos, la gran jugada pasaría por establecer cuánto paga la posibilidad de un próximo procesamiento.

Boudou quedó muy golpeado con la decisión del juez de procesarlo por el caso Ciccone, pero cuando aún ese tema estaba caliente en el debate de la clase política en general, apareció  un fallo que afirma que el vicepresidente fue responsable de la falsificación de los documentos de un automóvil importado, al que le cambió el motor pero nunca lo registró y que, luego de diez años sin hacer la transferencia, la misma se realizó con documentación que contiene firmas apócrifas, una de ellas la del mismo Boudou.

Desde lo más alto del Gobierno se bajaron líneas y se ordenó blindar al vicepresidente. Algunos, como la titular del bloque de diputados kirchneristas, Juliana Di Tulio o el mismo jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, intentaron politizar la situación, asegurando que "la embestida de la Justicia contra Boudou es muy burda", agregando que se trataba de una persecución "política, mediática y perjudicial".

Otros, como es el caso del ministro del  Interior y Transporte, Florencio Randazzo, aceptaron muy a regañadientes posar junto al procesado durante un acto encabezado por la Presidenta de la Nación y hasta hubo algunos "ultras", como el diputado Chino Navarro, que directamente le soltó la mano.

Los gestos duros de parte de la oposición política fueron evidentes. Llovieron las presentaciones de juicio político; se retiraron de la sesión a la que había concurrido Capitanich para brindar su informe, indicando que no aceptarán sesionar con la presidencia de Boudou y hasta se bajaron de la delegación argentina que debía asistir a una cumbre bilateral legislativa con México, porque asistiría el vicepresidente.

En ese marco de situación, ninguna de las tácticas esgrimidas por el oficialismo en su afán de lavar la imagen de Boudou han dado resultado. No obstante, como si nada hubiera pasado, el Gobierno decide que el vicepresidente concurra a actos oficiales fuera del país, donde es mirado con recelo y hasta con sorpresa en razón de que todos conocen la situación judicial por la que atraviesa.

Hace jugar a todos los programas seudo-políticos de los canales oficiales y pro-oficiales, con argumentos tan débiles e inútiles que no hacen más que profundizar las sospechas y hasta organizó un acto en su defensa, que se realizó en el Luna Park, pero que, ante la falta de apoyo que iba a recibir se le decidió modificar el "objetivo" y derivarlo hacia la defensa del país en el enfrentamiento por los denominados fondos buitres.

Si deriváramos la situación de Boudou al plano deportivo y esencialmente al boxeo, podríamos decir que, por más que le coloquen vaselina en el rostro y por más que desde el rincón se intente elevarle el ánimo, la pelea "política" del vicepresidente está perdida y restará ahora conocer el resultado final, con la decisión de la Justicia. Además, cabría recordar aquel viejo refrán que dice que "la mujer del César no sólo debe ser buena, sino también parecerlo" y, al menos por ahora, Boudou "no parece" ser bueno. Y difícilmente lo sea.

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