Varios atentados reivindicados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) ensangrentaron ayer varias ciudades de Siria, en tanto Estados Unidos y Rusia se muestran incapaces de ponerse de acuerdo sobre los medios para reducir la violencia en ese país.
En la jornada, el menos 48 personas murieron en una serie de atentados en varias ciudades sirias, esencialmente controladas por el gobierno, como la provincia costera de Tartús, según los medios estatales.
El ataque más sangriento se cometió en un puente de los alrededores de Tartús, y causó 35 muertos y varias decenas de heridos. Primero estalló un coche bomba y luego un kamikaze se hizo saltar por los aires en medio de la gente que había acudido para socorrer a los heridos de la primera explosión.
La agencia de noticias Amaq, órgano de publicidad del EI, reivindicó más tarde que el grupo yihadista había realizado una “serie de ataques suicidas simultáneos” en la capital Damasco, Tartús, Homs y Hasakeh (noreste).
“Estos ataques han sido claramente llevados a cabo teniendo como blanco posiciones de las fuerzas de seguridad”, había subrayado Rami Abdel Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Pierden posiciones
Los atentados se producen poco después de que el EI perdiera sus últimas posiciones a lo largo de la frontera con Turquía, y del éxito del ejército sirio y sus aliados que lograron asediar los barrios rebeldes de Alepo.
En otros ataques, en el noreste del país, al menos ocho personas murieron ayer en Hasaké, una localidad controlada casi íntegramente por las milicias kurdas, aunque el régimen esté presente en algunas zonas.
Por otra parte, la explosión de un coche bomba provocó la muerte de cuatro personas, y siete heridos, en Homs (centro), según la agencia oficial Sana.
En fin, otra explosión se produjo en una carretera al oeste de la capital, Damasco, dejando un muerto y tres heridos.