Todos coinciden en que al médico jubilado León Domingo Burela (64) "lo ejecutaron". Si bien inicialmente se informó que el hombre había muerto por un disparo en el cuello, lo cierto es que recibió 4 balazos, uno de ellos en la cabeza y a modo de "remate", que terminó con su vida.
El lunes pasado, unos disparos rompieron el plácido silencio matinal del barrio Kolton de Las Heras. Cuando la Policía ingresó a la casa 17 de la manzana D, encontró a Burela en bata -transitaba un postoperatorio- ya sin vida.
Por ahora, a tres días del crimen, los investigadores creen que un delincuente traspasó el portón de rejas, ingresó al patio de la vivienda, donde estaba estacionado un Toyota Etios de color rojo, y abrió la puerta. Ni bien ingresó al living, encontró al médico sentado en su sillón y disparó dos veces.
Ante la sorpresa del intruso, el hombre hizo un clásico gesto defensivo con el brazo izquierdo (lo levantó para cubrirse la cabeza) por lo que la bala ingresó por la axila. El segundo disparo le rozó el cuello y el plomo terminó rompiendo el vidrio de la ventana del frente de la casa.
Pero, llamativamente, el tirador continuó su trabajo como si fuera un profesional: se acercó al médico y, desde muy corta distancia, volvió a disparar su arma calibre 22. El tercer disparo le dio en un hombro y el cuarto fue directo al cráneo.
Inmediatamente después, el homicida salió de la casa, caminó hacia el Oeste y se perdió en la esquina, según contaría luego un vecino.
Puertas abiertas
La mujer del médico declararía luego que estaba barriendo la vereda y, como se le hacía tarde, decidió dejar la tarea a medias e irse rápidamente al gimnasio porque después tenía que irse a trabajar.
Lo cierto es que la mujer salió y dejó las puertas abiertas para que las cerrara el marido.
Todos los familiares coinciden en que Burela era un obsesivo de la seguridad. Entonces, ¿por qué dejó las puertas abiertas? ¿O las cerró y luego le abrió al tirador porque era un conocido?
¿El asesino ingresó a la vivienda para robar? Burela tenía en un bolsillo 5.000 pesos cuando su mujer se fue y el delincuente no los tocó.
Pero la mujer también dijo que su marido tenía sobre la mesa dos armas de puño: una calibre 9 milímetros y una 22. De ambas, la Policía no encontró ni rastros: no fueron encontradas por los investigadores, ni se hallaron rastros de que hubieran sido usadas.
Sí fue encontrada una tercera arma: un pistolón que estaba oculto en otra parte de la vivienda.
Pero los investigadores por estas horas no se inclinan por la hipótesis de un robo domiciliario que terminó con un homicidio. Las armas, si estaban allí, se las llevaron pero porque siempre son objetos muy apreciados por los delincuentes.
¿Un crimen por encargo?
Así las cosas, la hipótesis más firme es la de un crimen por encargo, aunque los investigadores prefieren no hablar de las motivaciones de un asesinato de este tipo, algo poco común.
Pero se investigan todas las posibles causas del homicidio, sin excluir al entorno de la víctima. Desde el ámbito familiar también y por los mismos motivos (la forma en que fue "ejecutado") descartan el robo y también la hipótesis de un crimen "tumbero". Burela había trabajado en la cárcel y se había jubilado pero nunca tuvo un problema con algún preso.
"Seguimos creyendo que lo ejecutaron", dicen y se preguntan si no hubo dos tiradores porque le dispararon desde los flancos.
Tampoco descartaron que fuera asesinado con un arma calibre 22 con silenciador y las detonaciones que se escucharon fueran de la 9 milímetros del dueño de casa, aunque la Policía no habría encontrado rastros de esta acción.