Maxi Salgado - msalgado@losandes.com.ar /Twitter: @maxisalgado
“Conjunto de medidas que tienden a liberalizar”, dícese del termino democratizar. Una palabra que desde un tiempo a esta parte se metió de lleno en nuestro vocabulario, porque los argentinos somos así, adictos a las modas y cuando aparece un término lo usamos hasta el hartazgo.
Democratizar la información (es decir que la maneje y la produzca la mayor cantidad de gente), democratización del conocimiento, que no es otra cosa que derribar los axiomas que sólo los profesores eran portadores de él y lo brindaban en cuotas.
Democratizar, democratizar... Y bueno, ya que tenemos el término tan arraigado, porque no usarlo entonces para esta nota. El fútbol también se está democratizando. El crecimiento del poder económico ha puesto a todos los clubes en la mismas condiciones en cuanto a sufrir la sangría de sus jugadores. Ya no importa si sos el Barcelona o Atlas.
La verdad que el vocablo viene como anillo al dedo para hablar de lo que pasa en el fútbol de nuestros días en el que tanto se ha hablado de la famosa cláusula de rescisión que permitió que Neymar diera un portazo en el club culé y Alario hiciera lo propio en River. En tan solo un mes, los clubes grandes recibieron de su propia medicina.
Porque durante años, los clubes poderosos se encargaron de devastar los planteles y, obviamente, las arcas de los clubes más modestos y especialmente los del Interior. Venían y con todo tipo de argucias legales se llevaban a los futuros cracks sin dejar nada en la institución que los había formado.
Hasta que la FIFA entendió que esas instituciones habían hecho una inversión en los chicos (ropa de entrenamiento, sueldo de entrenadores, campos de entrenamiento) y se creó el “impuesto” al derecho de formación. Fue el primer paso, aunque escaso, hacia la democratización en el deporte del balompié. Todos tenían los mismos derechos.
Dueños de la pelota
El fútbol tiene la particularidad de que los clubes terminaban siendo “dueños” de las personas con los derechos federativos. Entonces, desde Europa con la ley Bosman, llegó la tendencia de los contratos por tiempo determinado y con una cláusula de rescisión como una especie de salvaguarda. Así, los jugadores pasaron de ser objetos de derechos a sujetos de derecho. Otro paso más hacia una democratización necesaria que reclamaba el deporte.
Todos miraban para otro lado cuando por ejemplo, Tigre se llevó a jugadores de Pacífico de Alvear dejando al equipo sureño desarmado de cara a la competencia que tenía que afrontar.
La maniobra era legal, pero desleal. Cómo en el Federal B no se juega con contrato profesional, el sólo hecho de hacerle firmar uno le daba la potestad de “birlar” al futbolista.
O cuando vienen a hacer pruebas a algunas institución para ver a los chicos de las inferiores y se los terminan llevando ofreciendo el oro y el moro, aunque cuando se llega allá muy poco de lo prometido se cumple.
Pero River puso el grito en el silencio ahora que desde Alemania vinieron y siguiendo todos los pasos legales se llevaron a Alario. El Millonario hasta llegó a no querer dar el número de cuenta en donde debía hacerse el pago.
Claro, nadie pensaba que eso le podía pasar a un gigante. Ya le había pasado a Boca con Tévez y los chinos y venía de pasarle a Barcelona con Neymar, quien se fue a París Saint Germain y despertó que Barcelona pidiera a la Federación Española que no le diera la aprobación. Es decir coartara su derecho a trabajar.
Lo mismo pasaba en Argentina en los ‘70, cuando Boca pedía que nadie contratara a Tarantini que había quedado libre por la cláusula del 20% por ciento. Primer gran triunfo del gremio de los futbolistas.
La realidad es que en un mundo en el que las condiciones cambian constantemente para todos. Donde la gratuidad de los accesos (Internet nos acostumbró y Whatsapp nos mal acostumbra) a medios e informaciones, los clubes deberán entender que el negocio de “comprar” y vender jugadores ya no es lo rentable que creían y mucho menos seguro.
Los otros ya lo sufrieron y nadie los escuchó que bien viene entonces el poema que el alemán Martin Niemoller escribió alguna y vez:
Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.
Eso hacían los clubes grandes. Ahora, deberán bancarse las consecuencias.