Ni vencedores ni vencidos. Empate y ya. El punto les viene como anillo al dedo y resulta un gran negocio para ambos. ¿Por qué? Porque les permite seguir liderando invictos y con cinco puntos de ventaja sobre Deportivo Guaymallén, que esperaba que alguno de los dos cayera para acortar la diferencia y acercarse más a la zona de segundo ascenso.
Las expectativas eran sinceras pero no despojadas, vigorosas pero no desmesuradas. Era cuestión de dar la justa medida al hecho de que Rodeo y Beltrán estuvieran dispuestos a consumar uno de los encuentros más esperados de la devaluada pero nunca olvidada Liga Mendocina de fútbol.
Sin embargo, al igual que sucedió en la primera rueda, cuando igualaron 0 a 0 en cancha de Beltrán, la fiesta estuvo en las tribunas. Toda la efervescencia y pasión de afuera se terminó diluyendo en ese complemento realmente pobre y sin demasiadas aristas para destacar.
Mucho se pareció a un pacto de no agresión, un acuerdo tácito para que el honor del barrio quedara a salvo, al menos, hasta el próximo derby (¿con ambos en Primera A?).
Beltrán fue superior en el primer tiempo. Tuvo control de pelota, precisión, profundidad y hasta pegó primero: con el gol de Gómez Palma. Rodeo lucía desordenado y el Fraile lo perdonó y lo dejó con vida, a tal punto que Jairo Pérez, luego de un slalom gigante en el área, firmó el empate.
El complemento fue ordinario, deslucido, apático. Cero fútbol. Pese a ello, la fiesta terminó en paz. Las más de tres mil almas se fueron tranquilas, soñando con el ascenso.