Al compás de la felicidad: los grandes musicales del cine

El estreno de “La La Land - Una historia de amor” nos da pie para repasar algunos de los mejores musicales de la historia del cine. Pasen, escuchen, bailen y sean felices.

Al compás de la felicidad: los grandes musicales del cine

El estreno ayer de "La La land - Una historia de amor", con sus 14 candidaturas al próximo Oscar y sus siete Globos de Oro ya ganados, remite a una época en la que el musical reinaba a sus anchas y que tuvo su momento de mayor gloria en el Hollywood dorado de los años 30, 40 y 50, especialmente a través de la productora Metro Goldwyn Mayer.

Aunque es cierto que también hubo obras maestras después de esos años, el género musical se consagró en momentos de una crisis económica mundial sin precedentes y luego en una guerra global sangrienta de la que el público intentaba escapar entrando a los cines y buscando algo que se pareciera a la felicidad.

Porque si algo provocaban los grandes títulos musicales de aquellos años era precisamente eso: la idea de que la felicidad era posible a través de películas maravillosas donde el mundo cantaba, bailaba y se enamoraba.

“La La Land” mira con nostalgia aquellas épocas y nosotros, desde aquí, convocamos los quince films musicales que, a nuestro parecer, deberían figurar entre los mejores de la historia.

La calle 42 ("42nd. Street", 1933, de Lloyd Bacon)

Considerado uno de los mejores musicales de todos los tiempos, lo que deslumbra son las coreografías caleidoscópicas del gran Busby Berkeley, antes que su historia romántica ambientada en un teatro de variedades durante la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York en 1929. Ganó el Oscar a la mejor película de ese año.

Sombrero de copa ("Top Hat", 1935, Mark Sandrich)

Fue la obra maestra indiscutida que terminó de consagrar a Fred Astaire y Ginger Rogers como la icónica pareja de bailarines de la pantalla. Hicieron diez películas juntos (“Top Hat” fue la tercera) y una sola en colores: “The Barkleys of Broadway”, en 1949, para la Metro Goldwyn Mayer, que no fue precisamente la mejor.

El mago de Oz ("The Wizard of Oz", 1939, Victor Fleming)

Hoy película de culto, surgió como fábula infantil pero fue mucho más allá, con una Judy Garland de 16 años que cantaba como los dioses y un universo fantástico con brujas buenas y malas, un espantapájaros que habla, un león cobarde, un hombre de hojalata y otros seres extraordinarios que hasta hoy siguen dando pie a múltiples interpretaciones.

La rueda de la fortuna ("Meet Me in St. Louis", 1944, Vincente Minnelli)

Otra vez Judy Garland, pero ahora dirigida por el gran Vincente Minnelli, “padre del musical moderno”, que ese mismo año se convertiría en su marido. Todo es perfecto en esta obra maestra sobre una familia que debe mudarse de San Luis a Nueva York y se resiste a ello a puro canto y baile. Joya reluciente de un realizador que tuvo muchas y que enriqueció como ninguna a la MGM.

Las zapatillas rojas ("The Red Shoes", 1948,  Michael Powell y Emeric Pressburger)

Si bien no se trata de un musical de Hollywood sino británico y más centrado en el ballet clásico, esta película inspirada en el cuento homónimo de Andersen es también un título de culto con un maravilloso uso del tecnicolor y una bailarina extraordinaria como Moira Shearer a la que, en la película, se la disputan un compositor megalómano y un despótico empresario.

Un día en Nueva York ("On the Town", 1949, Stanley Donen)

Fue el debut en la dirección del gran Stanley Donen y la primera vez que las cámaras abandonaron los estudios para filmar en las calles las bellas coreografías de los tres marineros que interpretan Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin, en un día de permiso por la ciudad. La película ganó un Oscar a la mejor partitura y hoy es un clásico a la altura de los mejores.

Sinfonía de París ("An American in Paris", 1951, Vincente Minnelli)

Nuevamente el maestro Minnelli con otra de sus cumbres musicales, ahora con Gene Kelly como un artista plástico incomprendido que vive en París y se enamora de la bella Leslie Caron. La secuencia de baile de 17 minutos del final sigue siendo inigualada y confirmó a la MGM como la gran referente del género. Ganó seis Oscars, incluido el de mejor película y todos merecidísimos.

Cantando bajo la lluvia ("Singin' in the Rain", 1952, Stanley Donen)

Tiene las escenas más memorables y cinematográficas del cine musical de todos los tiempos y conserva hoy la misma frescura y vitalidad que cuando se estrenó. Una joya imperecedera gracias a la cual Gene Kelly cantará para siempre enamorado bajo la lluvia y Debbie Reynolds será su eterna musa inspiradora. Sin dudas se cuenta entre las mejores películas de la historia y no solo de los musicales.

Brindis al amor ("The Band Wagon", 1953, Vincente Minnelli)

¿Qué decir de esta obra maestra del maestro Minnelli que no haya sido dicho? Quizá que pocas veces tantas puestas en escena para números musicales tan distintos se unieron con esa impecable coherencia narrativa y estética y grabaron a fuego en la memoria la elegancia otoñal de un Fred Astaire de 53 años y de una Cyd Charise en su esplendor treintañero. Todo un deleite.

Amor sin Barreras ("West Side Story", 1961, Robert Wise)

Esta versión moderna de Romeo y Julieta trasladada a los barrios marginales de Manhattan en clave musical fue un éxito inmenso en su momento que le valió 10 Oscars de la Academia. Aunque a la distancia se ve hoy algo sobrevalorada, conserva espléndidas escenas de baile que la ubican merecidamente entre los grandes musicales de la historia. Natalie Wood, a pesar de que cantaba muy bien, fue doblada por una profesional.

Mary Poppins (1964, Robert Stevenson)

El debut de Julie Andrews en el cine no podría haber sido mejor que como la niñera mágica de esta deliciosa película que dirigió el inglés Robert Stevenson para Walt Disney y se llevó cinco Oscars, incluido el de mejor actriz. Su música, sus impecables escenas con actores y dibujos, la química entre Julie Andrews y Dick van Dyke, hacen que verla y reverla sea siempre una experiencia gratificante.

Los paraguas de Cherburgo ("Les parapluies de Cherbourg", 1964, Jacques Demy)

Otra que no viene de Hollywood sino de Francia, pero hecha por un absoluto maestro del género como fue Jacques Demy. En este caso se trata de un moderno melodrama romántico que hizo llorar a todos con su historia de un amor trunco y en la que Catherine Deneuve y Nino Castelnuovo cantan íntegramente los diálogos al modo de una ópera clásica.

Cabaret (1972, Bob Fosse)

Ambientado en el decadente Berlín de preguerra, según la novela de Christopher Isherwood, ese magnífico bailarín, coreógrafo y cineasta que fue Bob Fosse renovó el género musical con este gran film que consagró a Liza Minnelli como actriz y cantante, deslumbró con sus modernas coreografías y con una estupenda banda de sonido. Es, sin lugar a dudas, una película de recuerdo obligado.

El show debe seguir ("All That Jazz", 1979, Bob Fosse)

Nuevamente Bob Fosse, pero esta vez en tono autobiográfico y coqueteando literalmente con la muerte en un musical sobre el detrás de escena de Broadway con todas sus grandezas y miserias. Roy Sheider es su alter ego en esta obra impactante que desnuda las obsesiones de su creador y que le valió una merecida Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Moulin Rouge! (2001, Baz Luhrmann)

Desmesurada y exuberante, fue la película que inauguró el musical posmoderno del siglo XXI con una banda sonora tan maravillosa como sorprendente, un ritmo desbocado y una estética de caja de bombones en la que Nicole Kidman y Ewan McGregor le ponen voz y canto a su romántica historia parisina de fin de siglo. Fue el primer musical, en diez años, que volvió a ser nominado a un Oscar.

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