Tanto las ideologías de derecha como de izquierda tienen sus más y sus menos y, por supuesto, su elección por parte de las personas depende de decisiones subjetivas. Pero hay dos características que, al menos en esta etapa de la historia, la izquierda ha exagerado a grados superlativos, y en las que ha tenido un notable éxito:
La primera, la de creerse superior moralmente (como si lo suyo fuera defender valores espirituales, contra la derecha que sólo lo hace con los materiales).
Y la segunda, la de elevar casi hasta la paranoia la teoría del “hijo pródigo”, vale decir, si uno adopta la ideología de izquierda, se merece el perdón por todos los pecados cometidos antes de su conversión mientras que nada es perdonable si se es de derecha o si se pasa a la derecha.
En otras palabras, ser de izquierda es virtuoso por definición y ser de derecha es vicioso, también por definición.
La señora abuela Estela de Carlotto lo ha expresado de un modo notable esta semana cuando indultó al gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá por haberle mandado una carta en plena dictadura militar al Almirante Massera delatando y pidiendo castigo para ciertos políticos radicales entre los que estaba el ex diputado radical Arturo Negri.
En principio, siendo opinable, lo suyo no debería ser condenado a priori. Carlotto lo explicó con tres frases, dos encomiables y una tremendamente discutible.
La primera que dijo la señora: "De esa carta ya sé, es un pasado. La oportunidad del cambio hay que dársela a todos". Algo totalmente razonable.
La segunda es aún mejor: "Si uno guardara esos malos recuerdos, pocos quedaríamos de pie". De acuerdo, por eso de quien esté libre de culpas....
Pero como en este mundo nada es perfecto, Carlotto se enreda con esta frase: “Muchos han cometido errores y después han vuelto al redil y se los ha recibido como un hijo pródigo”.
Lo que está diciendo la señora es que la verdadera razón del perdón es porque el gobernador se ha dado vuelta, porque se han puesto del lado correcto de la historia. Cosa que vienen haciendo infinidad de políticos que defendieron la dictadura, especialmente peronistas, desde cuando Néstor Kirchner les enseñó el camino a seguir para adquirir prestigio ajeno cambiando de ideología.
Porque si Rodríguez Saá hoy siguiera siendo de derecha (seguramente lo sigue siendo pero no le conviene decirlo) no se lo perdonaría. Y el ex canciller Timermann jamás hubiera sido perdonado por haber dirigido un diario prodictatorial en el 76 de no haber adherido luego al kirchnerismo. Ni que decir de Milani, del cual hasta que lo suyo se hizo indefendible del todo, se le ofrecieron oportunidades de conversión que no se les ofrecerían a nadie en sus condiciones, al mediar un pedido de Cristina Fernández, la dama que le enseñó mejor que nadie a su marido las ventajas de hacerse de izquierda.
La señora de Carlotto es, a la vez, quien más convocó a la marcha contra el decreto de Macri acerca de las Fuerzas Armadas. Y todos los que piensan como ella no se cansan de pontificar la continuidad entre lo que hace el actual presidente argentino y el gobierno militar. Por eso de Macri...vós sós la dictadura. Lo mismo que dijeron con Maldonado, bautizado por Verbitsky como el primer desaparecido de la era Macri.
Pero aún así, como todo el mundo tiene derecho a pensar como quiera, tampoco hay nada que objetar en esas tomas de posiciones políticas.
Excepto su contradicción interna, la misma que hace a Carlotto considerar hijo pródigo a Rodríguez Saá.
Y es que sin tener pruebas contundentes ni mucho menos, se acusa al gobierno de “derecha” de Macri de militarizar la seguridad interna, porque eso es lo que hace la derecha (como en México, como en Colombia, ejemplifican), pero absolutamente nada, dicen de lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua donde sus gobiernos han hecho de la represión a su propio pueblo la única razón de ser de sus Fuerzas Armadas. La única. Es que como hacer eso es de derecha, y los presidentes Maduro y Ortega son de izquierda, de eso no se habla.
O peor, ocurre que para quienes así piensan, la derecha es represora por ser de derecha aunque no reprima al pueblo, mientras que la izquierda es revolucionaria por ser de izquierda aunque reprima al pueblo. Son los privilegios de pertenecer.