Es habitual que suceda con la vitivinicultura, pasa como con el sector olivícola, se reiteró en el caso del damasco y ahora le llegó el turno de la ciruela.
El Estado debe intervenir a través de fideicomisos para intentar asegurar un precio aceptable a los productores, mientras el sector industrial continúa perdiendo competitividad en los mercados internacionales y por ende con exportaciones cada vez más complicadas.
Mientras tanto desde el orden nacional no se observa ni ahora, ni a futuro, alguna posibilidad de que la situación vaya a cambiar, ya sea con el retraso del dólar, la compensación por el transporte, la retención por exportaciones o las demoras en la devolución del IVA. Y esencialmente por la inflación, que es la que genera el incremento de los costos internos.
En el caso de nuestra principal industria, la vitivinícola, son los Estados provinciales los que deben salir a buscar las soluciones en razón de que, en el orden nacional, los números macro les indican que se ha exportado más vino, pero ellos no tienen en cuenta que se ha lesionado seriamente la salida al exterior de los embotellados, que son los que generan el mayor valor agregado, mientras se pierden lugares en las góndolas.
Respecto de la olivicultura, el Gobierno nacional reaccionó cuando una importante empresa riojana anunció el cierre de la empresa, pero sólo se trató de soluciones coyunturales porque el problema continúa. La provincia también implementó un fideicomiso en el tema del damasco pero más de la mitad de la producción quedó en las plantas.
El tema de la ciruela es más complejo, porque a los inconvenientes planteados a nivel nacional, se suma una situación internacional complicada, ya que se conjugan distintas variables que parten, por ejemplo, de que el consumo -y por ende- la demanda internacional han entrado una meseta, mientras comienzan a entrar en producción plantaciones realizadas en los últimos años en la Argentina y en Chile. Por ese motivo también, los mercados están presentando condiciones de sobre oferta, lo que influye directamente sobre los precios.
La implantación de montes frutales se incrementó sustancialmente en 2006, en razón de que los precios de la ciruela desecada para industria alcanzó valores récord, pero ello surgió como consecuencia de la pérdida de la cosecha estadounidense y no por un mayor consumo mundial.
Para Mendoza en particular, la situación es por demás complicada. De acuerdo con una nota publicada en este diario, el Instituto de Desarrollo Rural pronostica una cosecha de 211 millones de kilos, las que equivalen a entre 50 y 60 mil toneladas de ciruelas secas.
Debe consignarse en este aspecto que la casi totalidad de esa producción está destinada a los mercados externos. En 2010, de acuerdo con los números dados a conocer por ProMendoza, las exportaciones alcanzaron los 16,4 millones de dólares de ciruelas con carozo, que tuvieron como principales destinos a Brasil, Argelia y España, en ese orden y los 32,6 millones de dólares de ciruelas sin carozo, derivadas hacia Brasil, España y Rusia, esencialmente. Los valores más altos se alcanzaron en 2006, pero respondieron a lo sucedido con la cosecha estadounidense. Debe afrontar además la competencia de Chile, cuyos montes alcanzan una producción mucho más importante que las mendocinas.
Según se ha indicado, las acciones del Gobierno provincial podrían alcanzar a unos dos millones de kilos, los que significarían sólo el 3,5 por ciento de la producción, por lo que la casi totalidad de los productores seguirían afectados. De allí que resulte necesario que se plantee la situación ante las autoridades nacionales, con la seriedad que el caso requiere.
En realidad, los reclamos hacia el Gobierno nacional deberían alcanzar tanto a la ciruela como al resto de la producción local, seriamente afectada por medidas económicas centralistas que no tienen en cuenta los serios problemas por los que atraviesan las economías regionales.
