Años atrás, durante una de las ferias internacionales en las que el malbec ratificaba su posicionamiento en el mundo, uno de los bodegueros argentinos señaló: "Hemos posicionado al malbec como cepaje emblemático y contamos con reconocimiento internacional. Ahora el desafío que nos queda es alcanzar los máximos galardones con las variedades 'reinas', como el cabernet, entre los tintos y el chardonnay, entre los blancos".
Pues bien, ese desafío se cumplió y un cabernet mendocino logró el máximo galardón -la Gran Medalla de Oro- con el agregado que el premio lo conquistó en Francia, considerada la cuna del varietal y donde los técnicos han desarrollado estudios y trabajos a lo largo de cientos de años.
No se trata de un hecho menor, en razón de que este tipo de calificaciones sirve para abrir más puertas en el cada vez más competitivo mercado internacional y demuestra también que la industria necesita seguir trabajando, con reglas claras y el necesario apoyo oficial para poder desarrollar todo su potencial.
Debemos comenzar indicando que hay cepajes que han desarrollado sus virtudes en determinados terruños y climas que les otorgan elementos especiales para alcanzar grandes vinos. Es el caso del malbec, que aun teniendo como procedencia una zona de Francia, fue en nuestro país donde alcanzó el mayor potencial. Ante el prestigio alcanzado por el varietal, muchos países intentaron desarrollarlo pero en ningún lado se da como en la Argentina y especialmente en Mendoza. Otro tanto podría decirse con los torrontés salteños y riojanos, mientras hay países que han trabajado sobre otras variedades, como los sauvignon blanc sudafricanos, los chardonnay australianos o la intención chilena de posicionar su carmenere.
Sin embargo, el prestigio del cabernet ha determinado que todos incursionen en el varietal. Es una de las uvas tintas más conocidas en el mundo y crece en todas las grandes zonas vitícolas. Otorga vinos de buen cuerpo, con taninos marcados y muy buena acidez, con un gran potencial para el envejecimiento. El cepaje predomina en los vinos de Burdeos, lo que le otorga un plus especial en los mercados internacionales.
Fue precisamente en Francia donde se logró la máxima distinción, convirtiéndose en la primera vez que un cabernet argentino recibe la máxima medalla. Además, es simbólico que lo haya conseguido en Vinalies, uno de los concursos más importantes para la industria vitivinícola a nivel mundial, que es tomado como base para el ranking de la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores. El evento es organizado por la Unión de Enólogos de Francia y reúne a más de 130 jurados que catan a ciegas vinos provenientes de todas partes del mundo. En esta ocasión participaron más de 3.500 botellas provenientes de 40 países.
Ganar la máxima distinción en ese marco constituye todo un logro. Y lo alcanzó un varietal cultivado en Mendoza (La Mascota, cabernet sauvignon), elaborado por un enólogo también mendocino, Rodolfo Sadler, quien había logrado premios anteriores y que viene de "cuna" vitivinícola porque su padre fue un importante productor en la zona de Villa Nueva, Guaymallén, hasta que los grandes emprendimientos inmobiliarios terminaron "comiéndose" los viñedos. Pero la capacidad, el entusiasmo y la vocación quedaron marcadas y sólo es necesario tomar como ejemplo la gran cantidad de medallas que ha logrado con sus vinos.
El comportamiento de los vinos argentinos en el concurso fue excelente en razón de que consiguió también nueve medallas de oro (con varietales malbec, cabernet y syrah) y 19 medallas de plata también con distintas variedades.
Razones más que suficientes como para exigir que se desarrollen políticas económicas a nivel nacional que beneficien (y no comprometan) a las economías regionales.
