Paro educativo y Vendimia. Sombras y luces. Todo en una sola semana. Dos hechos que parecen alejados, desconectados, son emergentes de una realidad más profunda que los vincula íntimamente: un gobierno acorralado por reclamos gremiales que le exigen desembolsar más y más dinero que no tiene de dónde sacar, porque la economía ha crecido mucho más lento que sus gastos. Para peor, según todos los pronósticos, nada indica que esto vaya a cambiar.
Los datos, como siempre, son inflexibles y sostienen o destruyen cualquier discurso edulcorado sobre el futuro. Desde 2005 hasta 2012, el gasto público provincial creció 498%: pasó de 2.682 millones a 16.060 millones de pesos. Es cierto, la inflación es más alta cada año. Pero no sirve de excusa, al menos íntegramente, porque en el período mencionado fue de 247%, según los relevamientos de las direcciones de estadísticas provinciales que no cedieron a la presión de la Nación para falsear números.
El tercer dato que termina de configurar el panorama es el crecimiento de la economía mendocina. El Producto Bruto Geográfico (PBG) subió en el lapso considerado 256%. Pasó de 20.822 millones a 74.188 millones en valores corrientes. Para corroborar el ritmo desparejo de uno y otro basta una comparación directa: en 2005, el presupuesto ejecutado representaba el 12,9% del PBG y el año pasado significó el 21,6%. Esto explica en parte que los egresos hayan superado a los ingresos y hoy convivamos con el déficit fiscal.
En este contexto, Mendoza es cada vez más "Estado dependiente". En palabras de un economista: "Ha aumentado la participación relativa del gobierno en la dinámica provincial". Sobre todo si se tiene en cuenta que hoy es casi el único generador de empleo local. El problema es que ese mayor gasto no se ve: no hay obras, viviendas ni mejores servicios educativos, de salud y seguridad. Al menos no en la medida que correspondería. Pareciera que el dinero se esfuma, desaparece, se despilfarra...
El gobernador Francisco Pérez se enfrenta a su desafío más grande, que puede marcar su gestión y destruir sus sueños de trascendencia que expresa a los cuatro vientos, como lograr la reforma constitucional para ser reelecto. Aunque tenga la posibilidad de un nuevo período, para que los mendocinos lo voten otra vez deberá mostrar que hizo algo que quede en la memoria colectiva y es muy difícil hacer sin plata.
El Estado parece condenado así a un lento ahogo financiero que lo obligará a resignar avances hasta concentrarse sólo en su supervivencia lisa y llana: mantener servicios básicos y pagar sueldos. Salvo que haya un golpe de timón creativo que dé vuelta la realidad, porque si la economía no crece es muy difícil, por más impuestazo que haya, recaudar lo necesario para cumplir con el plan de obras trazado o pensar en la informatización de la educación o incorporar la última tecnología a los hospitales.
Lo que ocurrió en 2012 es una demostración de lo que puede venir: Pérez logró reducir 500 millones el déficit respecto de lo presupuestado (ver página 4) y a la vez bajarlo del 9,8 al 4,3% del gasto público total en sólo un año. Pero fue a costa de no hacer obras: invirtió menos de la mitad de lo previsto en este rubro. Volviendo a la comparación con 2005 (cuando Argentina empezaba a asomar luego de la crisis de 2001/2002 y parecía tener una gran oportunidad por delante), el contraste es notorio: entonces hubo 319 millones de superávit.
Razones y sinrazones
Que en 2005 la situación fiscal haya sido promisoria no significa que todo haya estado bien. Tal vez, las causas de lo que hoy ocurre hayan comenzado a generarse en aquel momento. Porque si algo es cierto es que Pérez no es el único culpable de este desvarío fiscal y económico. Ya en la gestión de Julio Cobos empezó a notarse esta tendencia: en 2006 el Gobierno gastó 34% más que el año anterior.
Es verdad, hubo superávit, pero bajó mucho respecto de 2005. En 2007, último año de gestión del entonces radical K, el presupuesto contempló 5.500 empleados más que el año anterior. Por entonces, Cobos se había separado del radicalismo ortodoxo y tejía alianzas para llegar a la vicepresidencia. Al irse del Gobierno, dejó un déficit de 5,8 millones, que parecen exiguos pero muestran que algo ya andaba mal.
Celso Jaque profundizó ese camino año a año, con contrataciones, más gastos sin ingresos que lo respaldaran y un déficit preocupante en el último año de mandato. "El incremento ?normal' en la planta de personal ronda el 3% anual pero hubo recientemente dos años atípicos: el 2009, cuando en plena recesión y con destrucción de empleo privado crece la planta pública un 5%, y 2011, que fue peor porque creció el 10%", describe un economista que analiza las cuentas fiscales. Volviendo a las comparaciones, en 2005 el gasto en personal representaba el 49% del gasto; en 2012, llegó a 56,5%.
A Pérez le tocó hacerse cargo, en este contexto, del Gobierno y la corrección vino por el lado del ajuste en infraestructura y un impuestazo que lo ayudó a recaudar más. "La inversión en obras durante 2012 fue menos de la mitad que en San Juan", aporta el mismo especialista y a la vez aclara que "es imposible" pensar en más presión tributaria.
Hace unos días, el presidente de la Cámara de la Construcción, Fernando Porretta, salió a advertir que cada punto de aumento que se dé a los estatales por encima del 20% significarán menos obras para Mendoza. Así, metió a los empresarios en una puja con los estatales por los fondos cada vez más escasos del Estado.
Enrique Vaquié, diputado nacional radical y ministro de Hacienda cuando estalló la crisis, cree que una de las razones de la situación actual es que el equilibrio fiscal dejó de ser una virtud, como lo era cuando Lavagna y Kirchner manejaban la economía del país. "Hoy estamos igual que durante el menemismo, cuando se justificaba el déficit" y ataca a las gestiones del peronismo: "El gobierno de Jaque fue un cabaret en términos fiscales y Pérez sigue esa línea, pero además aumenta impuestos".
Raquel Blas, titular de ATE, descree de las explicaciones y números oficiales y asegura que hay más dinero para pagar aumentos. Tampoco se espanta con el crecimiento del gasto en relación al Producto Bruto, porque argumenta que "en los países serios representa el 50%". Sostiene que el Estado debe tener más ingresos y apunta a pelear por los recursos coparticipables cedidos a la Nación y que le corresponden a la provincia, pero asegura que Pérez nunca los reclamará por subordinación a la Presidenta.
Además, exige: "Deberían haber cortado el ingreso de asesores y aplicar de una vez por todas el ingreso por concurso a la administración pública". Así, se daría más transparencia al proceso y se acabaría con la siempre injustificada contratación de militantes.
Pérez ha dicho que su último año de gestión, 2015, terminará con las cuentas equilibradas. Para lograrlo hay dos opciones: más ajuste o una fuerte suba de la recaudación. Pero esto, además de una lucha contra la evasión, necesita de una economía que crezca, algo que este año ya no ocurrirá porque estará dominado por el estancamiento, con un dólar oficial que dificulta competir a los productos locales en el exterior y una actividad petrolera en baja, que repercute en menos impuestos y menos regalías.
Como broche, la mayor inversión anunciada en Mendoza, la minera Vale, está en retirada. Salvo un golpe de suerte, habrá que esperar que llegue el lejano 2014 para ver si trae buenas noticias.