Ahora ni siquiera se puede festejar

Grupos minúsculos generan preocupación porque aparecen en cada convocatoria masiva, inclusive en aquellas a las que, sin organización alguna, la gente asiste para festejar, como sucedió días pasados después del partido con Holanda y también luego de la Fi

Ahora ni siquiera se puede festejar

Mendoza tiene fama, a nivel nacional, de ser una provincia “tranquila”. Se dice, con cierta dosis de razón, que el mendocino, por su condición de “montañés”, es más bien retraído, callado, con un carácter distinto al del resto del país, donde sus habitantes son más extrovertidos.

Sin embargo, la situación está cambiando en los últimos años y se están multiplicando los hechos de agresión, aún en los momentos en que la gente sale a la calle a disfrutar, a expresar su alegría por un triunfo, como sucedió muy especialmente con motivo del partido por la Semifinal frente a Holanda.

Hubo destrozos, corridas, agresiones y actos de violencia impulsados por grupos minúsculos que totalizaron no más de 200 personas pero que afectaron a las más de 20 mil que querían festejar. El domingo, día del partido de la Final, con Alemania, las cosas estuvieron más ordenadas.

Son hechos que preocupan, que generan desazón y que nos dejan mal ante el resto del país, donde la imagen de “tranquilidad” se está modificando, lamentablemente para mal.

Duele aceptarlo pero se dijo la verdad: un canal de televisión nacional distribuyó periodistas en las principales ciudades del país para reflejar de qué forma reaccionaba la gente en caso de un triunfo en la Final, y nos encontramos con la novedad de que Mendoza fue la única ciudad del interior en la que no se habían instalado pantallas gigantes en el radio céntrico para que la gente pudiera concurrir masivamente a ver el partido.

Esos periodistas a quienes les tocó “en suerte” concurrir a nuestra provincia destacaron ese hecho y señalaron que la decisión se había adoptado como consecuencia de los disturbios y los daños producidos días antes.

Los mendocinos estábamos habituados a observar, con cierta dosis de asombro, lo que por lo general sucede en la Capital Federal durante las grandes convocatorias y cómo terminan con disturbios, con roturas y con la participación policial para disuadir a los revoltosos.

Lo sucedido en la zona del Obelisco porteño a última hora del domingo fue la última triste evidencia. Pero ahora nos encontramos con que estamos sufriendo los mismos problemas en nuestra provincia.

Durante los disturbios luego del partido con Holanda hubo algunas personas demoradas por haber tenido activa participación en los mismos, pero ¿quién se hace cargo de los daños producidos? Es hora de tomar el toro por las astas, de terminar de una vez por todas con este tipo de situaciones.

De establecer criterios que permitan una tarea de prevención y, como última alternativa de disuasión por parte de quienes tienen a su cargo la seguridad de los habitantes, dentro de los límites que establecen las leyes en vigencia.

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