Japón es el campo de batalla más reciente para las mujeres que se rebelan en contra de la tiranía de los zapatos de tacón, ahora que un movimiento incipiente busca la protección del gobierno contra los lugares de trabajo que exigen ese tipo de calzado.
Miles de simpatizantes se han unido mediante la etiqueta #KuToo, un juego de palabras basado en las palabras zapato (kutsu) y dolor (kutsuu) en japonés. Lo inició Yumi Ishikawa, una actriz de 32 años que dijo haber tenido que cambiar de profesión porque se le dificultaba usar zapatos de tacón durante ocho horas seguidas en las sesiones de capacitación en un hotel.
Envió una petición al Ministerio del Trabajo esta semana, que ha sido firmada por más de diecinueve mil personas, en la cual hizo un llamado a favor de crear una ley que prohíba que los empleadores obliguen a las mujeres a usar zapatos de tacón. Hasta el 4 de junio, no había una respuesta oficial a la petición, pero Ishikawa dijo que sus esfuerzos fueron recibidos con escepticismo por parte de los funcionarios, quienes dijeron que sería difícil legislar el asunto mientras el mundo laboral no cambiara su cultura.
“Supongo que el gobierno y la comunidad corporativa no quieren arriesgarse a cambiar la sociedad”, dijo el martes.
En Japón, un país con roles de género rígidos, el gobierno ha intentado con distintos grados de éxito empoderar a las mujeres en los lugares de trabajo; el movimiento #KuToo es un recordatorio de lo que algunas personas consideran un obstáculo muy específico en su camino.
Al igual que en otros países, muchas mujeres consideran que los zapatos de tacón son atractivos, que dan poder y que vale la pena sufrir cualquier incomodidad. Es un debate sin fin.
Para algunas mujeres, es un asunto de subsistencia, no de óptica. Quienes no son capaces ni están dispuestas a sonreír y aguantar el dolor deben alejarse de las industrias en las que se espera que usen ese tipo de calzado, aunque solo se espera eso de las mujeres, pues los hombres pueden usar zapatos cómodos.
Shino Naito, investigador sénior en el Instituto Japonés de Política Laboral y Capacitación, dijo que exigir zapatos de tacón podría considerarse discriminación de género, incluso si en Japón no hay una definición legal específica del término. "Aquí el problema es esperar o imponer un estándar femenino en el lugar de trabajo", comentó.
Masako Shinohara, quien capacita a gente que busca empleo y a nuevos empleados en etiqueta en el lugar de trabajo, mencionó que les dice a las mujeres que las empresas a menudo esperan que usen zapatos de tacón, aunque como empleadas no interactúen con el público.
“Este no es un entorno laboral ideal ni aceptable para muchas mujeres”, dijo.
En 2016, la entonces ministra de Defensa de Japón, Tomomi Inada, al parecer se sintió obligada a usar zapatos de tacón incluso en la cubierta de un portaaviones estadounidense que estaba de visita.
En años recientes, las mujeres en algunos lugares fuera de Japón han obtenido el apoyo de sus gobiernos en el tema. En 2017, Filipinas y Columbia Británica (Canadá) aprobaron leyes que prohíben que las empresas obliguen a las mujeres a usar zapatos de tacón en el trabajo.
Nicola Thorp, una actriz en Londres, reunió más de 150.000 firmas para respaldar una iniciativa similar en el Reino Unido hace dos años. El parlamento analizó el asunto y, aunque no lo hizo, estuvo a punto de aprobar una ley al respecto.
La lucha de las mujeres en contra de usar zapatos de tacón es una de las historias de mayor constancia constantes en la modernidad, como puede verse en un recorrido por los archivos de este periódico.
La primera queja acerca de los zapatos de tacón registrada en The New York Times data de 1873, y fue expresada por hombres. El requisito de que los soldados usaran botas con tacón alto provocó "muchos pies con ampollas" e indujo "una manera desgarbada de caminar y una postura poco agraciada".
Sin embargo, pronto se dirigió la atención a las mujeres. En 1881, un artículo del Times hablaba del "ridículo despropósito de estar condenadas a usarlos".
“Es verdad que los zapatos de tacón hacen que el empeine se vea más alto, pero no cabe duda de que ninguna persona de bien querría ser culpable del engaño”, decía el artículo.
En 1911, los médicos franceses dijeron que este tipo de calzado provocaba "sensación de cansancio" y advirtieron acerca de lo que calificaban como un peligro aún mayor.
"También se crítica mucho a las mujeres que, en cuanto llegan a casa del teatro o de algún evento social, ceden ante el impulso de cambiar sus zapatos de tacón alto por un par de pantuflas cómodas de suela plana", informó el Times. "Según se afirma, este remedio es peor que el mal sufrido, pues provoca que el pie pase de un extremo al otro, lo cual terminará por producir un sufrimiento persistente".
Además, hubo intentos anteriores de lograr la intervención del gobierno, casi siempre sin éxito. En 1920, la Sociedad Osteopática de Massachusetts buscó que la legislatura estatal prohibiera la fabricación, la venta y el uso de zapatos con un tacón de más de 4 centímetros.
Una iniciativa de 1921 en Utah fue incluso más drástica: un proyecto de ley pretendía criminalizar la posesión de zapatos de tacón e imponer una multa de 500 dólares por una primera infracción y de hasta 1.000 dólares por infracciones subsecuentes, con la posibilidad de ir a la cárcel.
El primer tuit de Ishikawa al respecto, publicado en enero, fue compartido casi treinta mil veces, lo cual sugiere que cuenta con muchos simpatizantes. Sin embargo, no ha recibido mucho apoyo de las empresas. Una agencia de publicidad le dijo que estaría en "una posición incómoda" si alzara la voz, comentó.
"Las mujeres ni siquiera se dan cuenta de que se están arriesgando, pues esta moda se ha arraigado en la cultura del trabajo", señaló. "Deberíamos tomar el tema más en serio".