El primer día de trabajo de Independiente, post derrota ante Ferro y posterior a la bandera que exhibieron los jugadores donde pedían cobrar la deuda que la dirigencia mantenía con el grupo, no fue a puertas abiertas... todo lo contrario.
Parece que en el Bautista Gargantini se tenían que aclarar algunos tantos y no querían a nadie dentro de la cancha, por esa razón es que el plantel entrenó a puertas cerradas.
Aparentemente jugadores, cuerpo técnico y dirigentes hablaron antes de la práctica y limaron todas las asperezas para seguir adelante.
Desde la secretaría de prensa de Independiente comunicaron que todos los entrenamientos de esta semana serán a puertas cerradas, algo que extraña.
Cabe recordar que el entrenador, Pablo Quinteros, tuvo duros dichos contra los jugadores (“lo mendigos piden en la calle”), al igual que el dirigente Leonardo López (“lo que hicieron los jugadores fue un acto de cobardía”). Mientras que los jugadores decidieron calmar un poco las aguas y tocar el tema por arriba y sin hacer referencia a los dichos (“ellos que digan lo que quieran, nosotros tenemos nuestro derecho a reclamar”).
Además trascendió que hubo mucho enojo de parte de la dirigencia con Gaspar Servio, quien disputó el primer tiempo con una camiseta roja de la marca que viste a Independiente (Culmen), pero en el segundo salió con un buzo negro de otra marca.
Esto habría despertado el enojo de la dirigencia y se lo habrían hecho saber al arquero, quien al término del partido fue consultado por el cambio de indumentaria y sólo esgrimió que “la camiseta roja le quedaba muy grande” y que por eso se cambió la camiseta.
Por lo pronto, todos los focos de discusión de habrían apagado y ahora a Independiente sólo le quedará pensar en el partido del domingo ante un Villa Dálmine que viene bien y es uno de los rivales directos de la Lepra.
