Ahora sí hay inseguridad

Pérez casi ni habló de seguridad el 1° de Mayo, pero Ciurca instaló el tema en la agenda oficial. Las necesidades y las conveniencias detrás de la emergencia.

Ahora sí hay inseguridad

El Gobierno quedó esta semana entrampado en sus propias redes tejidas por la necesidad de mejorar la gestión y la conveniencia política. Tres días después de minimizar la inseguridad ante la Asamblea Legislativa, extrañamente Francisco Pérez apoyó la idea de su segundo, Carlos Ciurca, de aprobar un paquete de leyes para frenar esos delitos de los que casi no había hablado.
 
Un problema que no existía, a juzgar por el espacio y el lugar que le dio en su discurso, se convirtió de pronto en el eje de su gestión y de la agenda oficial la última semana.
Fuentes del propio oficialismo habían admitido a este diario antes del 1° de Mayo un crecimiento del delito en un contexto socioeconómico difícil y lo ratificaron la semana que pasó.
¿Qué cambió en el escenario en tres días para que se admitiera públicamente el problema? Hubo una marcha en el Parque contra la inseguridad en la que se abucheó al ministro Leonardo Comperatore. ¿Eso fue todo? Aparentemente, sí.  La marcha no fue tan grande ni los insultos al funcionario tan sorpresivos como para explicar el cambio de postura.

Pero igual Ciurca acorraló al Gobernador y lo obligó a tomar posición sobre un falencia de la gestión de la que evitaba hablar. De paso, volvió a ganarle el protagonismo. Ya lo había hecho el día de la Asamblea Legislativa, con el "naranjazo" para instalar la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Pero esta vez, también por necesidad, no se quedó con el mérito exclusivo y dijo a todos haberlo hablado antes con Pérez. En Casa de Gobierno también aseguraron que juntos consensuaron avanzar con las leyes. Un tercer consultado, muy al tanto de las charlas entre el 1 y el 2 de la provincia, ratificó que la comunicación existió, aunque  después de que el Vice anunciara su idea por Twitter.

Lo que vino luego fue, digamos, una comedia de enredos entre las dos máximas autoridades mendocinas, que demostró las diferencias conceptuales y políticas entre ambos. El Vice habló de "emergencia" y Pérez le bajó el tono una y otra vez. Aceptar que estamos en tal situación sería asumir el fracaso de su gobierno en el área más sensible para la población, por más que la iniciativa salga de la Legislatura y no del Ejecutivo. El Gobernador, según relató un dirigente que en los últimos días compartió varias horas con él, reconoce que la inseguridad se ha complicado, pero no al punto de tener que declarar la emergencia.

Ciurca insiste con ese término y en la intimidad va más allá: habla de crisis de seguridad. Pese a que en este caso el fracaso sería tan o más suyo que de Pérez: desde 2008, él y su equipo manejan el área cuestionada. Fue ministro dos años y cuando decidió irse para evitar que un asesinato resonante le arruinara su carrera política, quedó en su lugar uno de sus colaboradores, Carlos Aranda, que resistió allí cuatro años hasta que se le acabó el crédito.

Aranda se fue pero Ciurca siguió. Es "su" ministerio y Pérez no tiene espalda política para quitárselo, al menos hasta que termine de agotarse por sí solo el ciclo que empezó hace seis años. Comperatore fue puesto al frente del ministerio por ser ciurquista, aunque a priori sus antecedentes y su perfil parecían estar lejos de los que se necesitan para liderar la lucha contra el delito. Claro, allí el único que lidera es el Vice. Pasados casi cinco meses desde la asunción, los hechos demostraron aquel preconcepto: nada cambió para bien con el nuevo jefe de Seguridad y da la impresión de que aún no termina de hacer pie.

El problema es que aquel amesetamiento de hace unos años ya es historia y los robos y asaltos recrudecen influidos por un contexto socioeconómico que se complica. Y si antes la "receta" de Ciurca (dar la cara en la propia escena del crimen) sirvió al menos para calmar el reclamo social, ahora ya no alcanza, como reconoce el propio Vice, y se necesitan soluciones profundas, verdaderas.

Pero nuevamente aparecen las mismas ideas de siempre, con algo de maquillaje y  resultados dudosos. La inseguridad no se resuelve sólo con represión, porque ya se sabe que el efecto es limitado. Aunque ni eso puede hacerse hoy si la tarea de custodiar la provincia a diario recae en apenas unos 2.000 efectivos -ver página 2-. Paradójicamente, lo único congelado desde hace años en el Estado es la cantidad de policías, mientras el resto de las áreas no paran de incorporar personal.

La negación desmentida

Lo ocurrido en estos días demuestra el error de Pérez en su discurso del 1° de Mayo: no se puede minimizar una problemática crónica, cotidiana, que va a ocupar buena parte de la agenda del Gobierno a diario por mucho tiempo. Es imposible tapar con un discurso la realidad, ni siquiera deformarla, aunque al kirchnerismo nacional su política sistemática de negación le haya dado resultados durante algún tiempo.

El cambio de la negación a la emergencia en horas es muy fuerte. Casi incomprensible. Salvo que se tengan en cuenta las urgencias políticas repentinas de los protagonistas.

Mucho se habló de la necesidad que sintió el Vice de tirarle un salvavidas a un Comperatore que vio indefenso políticamente, luego de aquel abucheo durante la protesta en el Parque. Percibió en ese reclamo un "punto de inflexión" que, dicen, le hizo acelerar algunas ideas que venía trabajando.

Ciurca le habla a los suyos de crisis y asume que admitirlo tendrá un costo político para el Gobierno, pero cree que es momento de pedir ayuda a los otros partidos y desde el Ejecutivo y el Legislativo avanzar con leyes, pero también con el control del Poder Judicial. Pérez coincide en esto último y no se muestra nada convencido de hablar de emergencia o crisis, aunque parece haber aceptado el acercamiento con la oposición como una salida.

Los maliciosos del peronismo no se quedan con estas explicaciones y cuentan que
hubo otra razón, más personal pero no menos política, detrás del impulso sorpresivo de Ciurca: hace una semana, la diputada nacional camporista Anabel Fernández Sagasti lo castigó duro por impulsar tempranamente la candidatura presidencial de Daniel Scioli para 2015. Y lo había desafiado a "trabajar para revertir la imagen de nuestro movimiento en la provincia", tras señalarlo como el principal responsable de la derrota del año pasado.

Dicen que esto  pegó hondo en el Vice, un dirigente con el pellejo curtido pero que parece no soportar quedar expuesto a la crítica pública. También influyó la opinión coincidente con la de Fernández Sagasti de varios referentes peronistas, que aunque simpatizan con la candidatura de Scioli, creen que fue apresurado el lanzamiento.

Rápido de reflejos, Ciurca buscó dar un giro y mostrarse más preocupado por la gestión que por la pelea presidencial que se dirimirá dentro de un año y medio. "Yo no soy Racconto, acá vine a hacer política", les dijo a sus colaboradores más íntimos cuando empezó a escuchar las críticas por su promoción de Scioli y también por exponer al Gobierno por la inseguridad.

Ahora, el oficialismo busca que la oposición se comprometa porque así, cree, se pondrá a la seguridad en un espacio de incumbencia común, donde no podrán germinar las críticas por los desaciertos. La declamada política de Estado podría convertirse en un perfecto 'escudo antimisiles' en tiempos de campaña electoral. Mientras, desde la UCR ven cómo en el PJ se pelean entre ellos por los resultados de su propia gestión y condicionan su apoyo: reclaman medidas concretas y aplicadas con urgencia. No vaya a ser que todo esto no sea más que una efímera cortina de humo para distraer a todos y pasar el mal momento con el menor costo posible.

Mientras tanto, en el medio de este juego de egos, políticas fallidas y mezquindades, se define la seguridad de los mendocinos.

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