En los barrios a los que los servicios de delivery no llegan, o los comerciantes no tienen los recursos para disponer de movilidad para trabajar con el "puerta a puerta", el cumplimiento de la cuarentena se "flexibiliza" por necesidad.
Comerciantes dedicados a la venta de ropa, peluqueros y estilistas, y "ferieros", salieron a trabajar, sin estar exceptuados, y sin contar con permisos especiales, pero con la realidad por delante. Señalan que el temor ante la posibilidad de contraer el virus existe, pero con los cuidados necesarios, prefieren intentarlo porque la economía familiar no aguanta más días de paro.
En las zonas más céntricas de cada departamento, el cumplimiento de la cuarentena es más estricto, los negocios exceptuados (venta de alimentos y ferreterías) atienden hasta las 18 horas, pero otros comercios como ventas de ropa, dejaron sus persianas a medias, para atraer la atención de los transeúntes hacia el cartel en sus puertas que anuncia "pedidos solo por whatsapp".
"Las personas se acercan y preguntan, y no los podemos atender aunque estén ahí, pero solo estamos habilitados a vender con envíos a domicilio, y así estamos trabajando", señaló la dueña de una regalería de Godoy Cruz.
En la misma cuadra, y bajo la misma metodología atiende una joven que vende ropa desde hace unos años, pero que actualmente solo tiene la vidriera para promocionar el teléfono y esperar a que sus clientas elijan los modelos por Facebook.
Fuera de la ley
Pero existen servicios que no pueden llevarse, sino que requieren que el profesional se traslade, o que el cliente acuda al local, y este es el caso de las peluquerías y centros de estética, que están obligados a mantener sus persianas bajas, pero no todos cumplen.
"Cumplimos como podemos, pero hace más de un mes que no estoy pudiendo trabajar, y el alquiler me lo cobran igual", explicó Nahuel, quien a pesar de sus 19 años, hace más de un año y medio que montó su propia peluquería en Godoy Cruz y hoy trabaja a domicilio.
Nahuel se mueve en el barrio Nueva Generación, trabaja a domicilio, y cuenta que los que lo conocen le mandan un mensaje y él va. El joven cuenta que no era monotributista antes del 20 de marzo, y tampoco cumple el resto de las condiciones necesarias para recibir el Ingreso Familiar de Emergencia, pero sus deudas se acumulan y tiene que pagarlas.
Mantener la peluquería cerrada, con la mayor parte de su equipamiento dentro, le cuesta a Nahuel $7.800 en concepto de alquiler y además debe reunir dinero para pagar los "impuestos y servicios" del local. "La verdad que la cosa viene mal, no se trabaja igual que con el local abierto", cerró.
La situación de Silvia en Guaymallén, es un poco más arriesgada, pero ella cuenta con su material de trabajo en el interior de su peluquería y por eso decidió atender "a persiana baja, por las dudas, y a un cliente a la vez para cortes, y solo con turnos a quienes necesiten teñirse". De manera adicional, y para evitar contagios, le solicita a sus clientes que paguen con débito, para evitar estar tocando el dinero.
Mantener una familia
Algo similar le ocurrió a Norma, ella solía vender descartables, miel y ropa en la feria que se monta los fines de semanas en el interior del Barrio de la Gloria. Ella vive con su marido, y cinco de sus hijos y tres nietos.
La familia completa, con excepción del marido que trabaja en una empresa de seguridad privada, vivía de los ingresos que obtenían gracias a la feria. "Mis hijos lavaban y cuidaban autos acá también", pero ya no hay gente y no están trabajando.
El sexto de sus hijos, que vive a unas casas de la de Norma, encontró la salida en hornear pan casero y venderlo en el barrio, y con eso “está tirando”, según cuenta su madre, pero para el resto la situación se ha vuelto más complicada.
"Somos nueve en mi casa, hay que trabajar sí o sí, así que lo que yo vendía en la feria, ahora lo vendo acá en la puerta. Más que nada vendo descartables, para los negocios de comida (envases y bolsas), pero como dicen que ahora van a venir unos días fríos y yo vendo ropa usada saqué la de abrigo también", explicó la mujer.
Norma comenzó a vender en la feria en el año 2001, ella sabe de crisis, y comentó que siempre han trabajado con su familia para salir adelante, pero en esta oportunidad se han visto más complicados por el hecho de no poder salir. Aún así, el ingenio no le falta y señaló que las bolsas ecológicas que tenía para vender en los negocios se convirtieron en los coloridos barbijos que exhibe en su improvisado negocio en la puerta de su casa.
"Tenía la tela, así que mandé a hacer los barbijos que se venden a $100 cada uno, son dobles y tienen espacio para colocarles una servilleta y aumentar la protección", explica y agrega que cuando comenzó el aislamiento se vendían mejor que ahora, pero igualmente, "salen mucho".