Desde Cacheuta, las mujeres del penal número siete "Agua de las Avispas" se hacen escuchar gracias a un programa de talleres de uno de los proyectos Mauricio López, que dependen de la Universidad Nacional de Cuyo. "Agüita pa las avispas" nace de la predisposición y trabajo de un grupo de personas que se proponen a aportar a una mejor estadía y dar voz y lugar a los reclamos, deseos y propuestas a las mujeres en contexto de encierro de dicha institución.
Con talleres de radio, escritura y manualidades, el proyecto surge de la mano de la asociación Sororidad: una asociación sin fines de lucro cuyo objetivo es "promover, investigar, difundir y capacitar en torno a los derechos de niñas, niños, adolescentes y mujeres, en tanto poblaciones atravesadas por complejas situaciones de vulnerabilidad".
Una de sus integrantes, Fabiana Böhm, junto a un grupo heterogéneo de voluntarios, postularon su trabajo en la convocatoria de estos proyectos de extensión de la UNCuyo y así conseguir un financiamiento que los ayude a llevarlo a cabo. "Sororidad es un grupo de mujeres que nos autoconvocamos para trabajar acorde a nuestra vocación, sin una relación laboral directa, para que cada una se desarrollara en el lugar que la conmoviera. Vamos remando de forma colectiva", cuenta la licenciada en sociología y coordinadora del proyecto.
Siguiendo tres líneas de trabajo, las mujeres han armado sus propias propuestas, acorde a lo que proponen los responsables: un taller de radio que dio forma al programa "Las Voces del Silencio" (que puede escucharse en Youtube, Radio La Mosquitera y en el programa "Yo soy Ella", de Radio Libertador); taller de escritura, que mutó en la edición de una revista cuyo primera entrega se llamó "La voz de las mujeres"; y también, un taller de manualidades enfocado con una mirada emprendedora, para que las chicas trabajen pensado en el tiempo fuera del penal.
"El objetivo transversal en todos los talleres es que las mujeres tengan autonomía a la hora de trabajar y cuenten con herramientas para el día de mañana, cuando estén en libertad, puedan hacer uso de ellas. Que no sea únicamente un espacio de dispersión y distracción. Es además recuperar saberes previos y generar competencias nuevas desde la creatividad", cuenta Martina Bustos, estudiante de la carrera de Comunicación Social, que participa en los talleres de radio.
Las internas cumplen un período de no mucho más que seis meses dentro del penal, esperando por la resolución de su situación procesal. En ese tiempo, aprovechan estos espacios para continuar o incluso comenzar con una etapa de desarrollo personal. “Una de las chicas nos contó que era su sueño hablar en la radio y no podía creer que podía estar cumpliendolo en la cárcel”, relata Martina Bustos.
Además de los talleres, las chicas generaron un espacio llamado "Arañitas tejedoras": con el apoyo de la Bilbioteca de Chacras de Coria y su aporte de ovillos de lana, las mujeres pudieron producir algunos gorros que luego donaron al merendero "Mamás del Corazón", del Algarrobal. "Los niños estaban felices porque era la primera vez que tenían algo nuevo", dice Fabiana. "Se armó una cadena de donación, ya que después les donaron un DVD a las chicas".
Dos veces a la semana, este grupo formado por Martina y Fabiana, junto a Agustin Böhm, Alejandra Roiz, Alicia Martínez, Amparo Mellado, Gabriela Fiocchetta, Cecilia Blanco, Jesús Colombo, Sandra Sosino, Melisa Martínez, Luciana Agüero, Ana Clara García Manzanares y Romina Perea, acerca la posibilidad de generar un espacio no sólo de cooperación y trabajo, sino también de reflexión y deconstrucción.
"Hay una construcción bastante estigmatizante entorno a las personas que han estado o están en contexto de encierro, a la hora de conseguir un laburo por ejemplo. La idea es poder deconstruir estos estereotipos y poder romper con ese imaginario", explica Martina. Entre los programas y los escritos, las temáticas navegan entre no sólo sus vivencias durante la estadía, sino también en cualquier otra cuestión de la que quieran trabajar: el amor, la amistad, la solidaridad, los vínculos, etc.
Surge también, la posibilidad de dar lugar a los reclamos que hacen a sus derechos dentro de una situación de encierro, donde lo único que está privado es la libre circulación. "Una de las cosas que más las impulsa es mostrar como ellas son realmente, lo que hacen y lo que piensan. Ellas mismas en uno de los programas, hablan del acceso a la educación superior, cosa que no pueden porque no han terminado el primario y el secundario", afirman las responsables.
Además, Böhm sostiene que en los escritos recurren temas como los afectos, las cartas a las familias, a los hijos. Mientras que en las manualidades, lo que las motiva muchas veces es la posibilidad de elaborar algo para las personas que las visitan. "Tiene mucho que ver con eso, o con el hecho que simplemente tienen ganas de focalizarse en sus manos, hacer algo con sus energías y pasar un rato charlando y compartiendo", afirma la también magíster en criminología.
Un grupo de aproximadamente treinta mujeres (capacidad máxima del penal), tiene la oportunidad de expresar sus deseos y mostrar su trabajo y su pensar, gracias al espacio que le ofrecen. "El encuentro siempre es una alegría: en la cárcel no solo pasan cosas oscuras, también puede pasar cosas felices. Somos seres humanos, nos pasan y hacemos cosas tanto buenas como malas. En la cárcel pasa lo mismo", sostiene la licenciada.
La invitación es a pensar-se, en hablar de cosas que tengan que ver con la vida no solamente en contexto de encierro, lo cual se traduce en solo una parte de la vida de estas mujeres. "Es una realidad que te va a condicionar, pero tiene que ser una instancia que sirva tanto como instrumento de denuncia, como un espacio para hablar de lo que tengan ganas, de divertirse y reírse como cualquier persona", concluye la joven estudiante de Comunicación.