Hay palabras que para mí son como talismanes. Cuando digo o escribo “Luján Sport Club” siento que me alumbra un talismán. En Luján nací hace 79 años. En Luján aprendí a leer. En Luján aprendí a respirar. Vivo, trabajo y escribo desde Buenos Aires, pero siempre tengo a Luján muy presente. En mi escritorio a derecha e izquierda tengo dos camisetas con el 5 en la espalda y mi nombre. Naturalmente, son granates esas camisetas. Custodian las horas y horas que suceden cada vez que me arrojo a escribir un nuevo libro. A esas camisetas me las regalaron hace tiempo y las siento como condecoración.
Con esta introducción quiero compartir lo que significa Luján Sport Club para mí. En estos días un par de amigos me escriben desolados, para contarme que la cancha del Bajo, que el club entero está a punto de desaparecer del mapa. No lo puedo creer. Si eso sucede será señal de que los lujaninos hemos extraviado la dignidad y hemos perdido la vergüenza.
Dentro de un par de años Luján Sport Club cumple cien años de vida. No es posible que por negligencia, por abulia, por indiferencia el club celebre su centenario con una lápida.
No podemos, no debemos dejarlo para mañana: hay que resucitar ese club, ese césped. No sólo rehacerlo, hay que inventarle, aparte del sagrado fútbol, otras actividades: básquet, tenis de mesa, ajedrez, natación, hockey, etc., etc., etc. Hasta una biblioteca deportiva tiene que tener.
No nos mintamos con el argumento de que “no hay presupuesto”: la responsabilidad va desde la Municipalidad al último ciudadano habitante del departamento. Se trata de organizarse y de no dejarlo para mañana. Mañana será demasiado tarde; mañana en este caso es una mala palabra, una coartada para disimular nuestros fracasos. La inversión que hay que hacer es de imaginación y de trabajo solidario. Un club debe ser un ombligo, y una usina de actividades muy diversas.
Una sociedad que deja que su club original sea borrado del mapa, no es una sociedad, es una manada de habitantes insensibles, egoístas, individualistas en el peor sentido de la palabra.
Perder al club natal significa perder la memoria. Perder la memoria significa perder la dignidad. Ojo con la confusión: la memoria no es retroceso, la memoria nos semilla el futuro.
Metámosle, ya mismo. ¡Aguante Luján Sport Club!