Zoo lógica
Era inútil esperar que el casting se desarrollara con normalidad. Y menos, que la duración coincidiera con lo planeado.
El clima se espesaba y la tensión era notoria. La Gallina Turuleca, por ejemplo, mostraba su extensísimo currículum a algunos recién llegados como la Rata Blanca o la Pulga Messi, que se escudaban en una personal visión del imaginario ranking de popularidad.
La Hormiguita Viajera, el Gato Con Botas y el Águila Guerrera reivindicaban su origen literario-patriótico sin convencer a nadie.
Y entre los más combativos, obviamente, estaban el Elefante Trompita, la Pantera Rosa, el Puma Rodríguez y el Oso Buco, casi sin aliados de peso.
Cuando el Sapo Cancionero intentó poner paños fríos, apoyado explícitamente por el Ratón Pérez, chocó estruendosamente con la postura rígida del Venado Tuerto y el Pato Vicca. La Mona Lisa, mientras, sonreía como evitando pronunciarse.
De repente, la ruidosa disputa por la fama entró en un silencio expectante. El Piojo Resucitado salía, abatido, del rincón donde deliberaban los responsables del casting, con el resultado definitivo.
En su caminata triste hacia el grupo de competidores, se detuvo un instante, miró hacia un sector despoblado y con un gesto hizo innecesaria cualquier pregunta. El Toro Viejo, aislado, saboreaba su triunfo sin alardes, seguro de su poder embriagador.