El Doctor C
Ah, es El Doctor C otra vez. Ha pasado mucho tiempo, pero debo reconocer que su figura está intacta. El siempre ha mirado el universo con un solo ojo. No me ha visto, pero no porque tenga un solo ojo sino porque está ocupado.
Nunca supe si El Doctor C es doctor en Medicina o médico de personas. De animales no creo, porque jamás le vi una gota de cariño por un perro, un gato o un hámster.
Acaso El Doctor C sea abogado penalista, porque no es cuestión de andar por la vida haciéndose llamar Doctor de aquí para allá sin tener un diploma que garantice no ser un estafador. Se llama C pero ¿de qué?, me he preguntado varias veces. De Carlos o de Claudio. O de Christian. Pero no creo. Pero teniendo en cuenta que El Doctor C es un hombre entrado en décadas, varias décadas diría, esa misteriosa consonante acaso sea de Cándido. O de Clodomiro. O de Crisóstomo, como Lafinur, el poeta.
Desde que lo conozco siempre lleva el mismo saco El Doctor C. Confieso que luce siempre impecable. Azulino. Sin una arruga ni una mota de polvo. ¿Tendrá varios atuendos iguales? Otro enigma para mí en esta espera.
Ah, ese único ojo me ha puesto nervioso porque mientras conversa -no alcanzo a distinguir con quién- El Doctor C lo sube y lo baja, y lo mueve a la izquierda y a la derecha con tanta energía que saldrá expulsado del cuenco para caer junto a mis pies o sobre mi camisa nueva. Es como si ese ojo tuviera vida propia.
Nunca supe qué pasó con el otro ojo del Doctor C. Presumo que lo perdió en una de esas bataholas que se arman en los pasillos de los tribunales, siempre y cuando sea uno de esos tantos abogados defensores. ¿Pero si El Doctor C fuera médico y el ojo ausente hubiera estallado por un pinchazo de aguja o bisturí?
Como siempre, veo una sombra oscura que sobrevuela al Doctor C pero él parece no darse cuenta, como siempre. Es como una nube negra lista para descargar rayos y centellas y por fin millones de litros de agua.
Es hora de correr, de ponerme a salvo de esa tormenta inminente. Dejaré al Doctor C en su eterno mundo de lienzo y acuarelas, de luces y contraluces, deliciosamente enmarcado y firmado al pie por Fernando Fader.