Los días sin agua potable por los que atraviesan vastos sectores poblados del Gran Mendoza se cuentan por semanas al sumar las penurias de abrir una canilla y observar que no sale nada.
Esta situación se registró recientemente por enésima vez en los días cercanos a Navidad, y en muchos hogares la carencia del servicio se prolongó en lapsos que fueron de 24 a 72 horas sin el preciado líquido. El malhumor y la impotencia se extendió por barriadas de Guaymallén, Capital, Las Heras y Luján de Cuyo.
Es bastante difícil asimilar para una familia consciente y responsable en el uso de los elementos naturales, que se les prive del preciado don del agua. Modernamente se piensa que estas cosas no deberían ocurrir.
Hablamos de familias prudentes en el uso del recurso porque no vamos a negar que existen otros ciudadanos que malgastan el líquido hasta extremos intolerantes, y con la “suerte” a cuestas de que sus conductas abusivas no son descubiertas y siempre quedan impunes.
Aguas y Saneamientos de Mendoza (Aysam) explicó que los problemas de las últimas jornadas del año pasado se debieron a tormentas importantes registradas en la zona de alta montaña, que provocaron una alta turbiedad en el agua cruda (que traen los ríos y arroyos para potabilizar), y por eso las plantas potabilizadoras de Potrerillos y las restantes de Luján de Cuyo, Godoy Cruz y Capital, debieron salir de su normal estado de producción con la consecuente baja de sus reservas.
Este fenómeno de tormentas violentas, concentradas y repentinas, una vez que llegan a la superficie del pedemonte, como explica el doctor en geografía Rodolfo Mikkan, de la UNCuyo, en su libro “Aguas salvajes”, son detonadores de los aluviones que han afectado a la ciudad y alrededores y lo seguirán haciendo.
Esos temporales no son esporádicos y es muy posible que se repitan, generando siempre, entre otras y variadas consecuencias, correntadas con arrastre de material que degradan y malogran los cursos a cielo abierto que transportan el agua a los centros de potabilización.
Sin desconocer que hay algunos esfuerzos de obras y mejoramiento operativo en el plan de inversiones de la empresa prestadora del servicio, como por ejemplo las ampliaciones en los establecimientos de dique Cipolletti y Benegas, es imperioso preguntarse si la ciencia hidrológica y otras disciplinas no pueden aportar soluciones para neutralizar o atemperar los efectos de volúmenes de agua turbia, concretando una defensa integral de la cuenca y cubrir en su totalidad los canales que llevan el líquido para su tratamiento.
Es posible que sean obras costosas, pero de una vez por todas hay que planificarlas y empezarlas y, de esa forma, neutralizar que las plantas tengan que salir de operación cada vez que precipita con intensidad en la montaña. Sería una forma de neutralizar el inconveniente que se ha presentado durante las semanas pasadas cuando muchísimos domicilios se vieron privados del recurso.
También se aguardan esfuerzos en la renovación de las redes domiciliarias, en la disminución de pérdidas y en la mejora de acueductos y la optimización de la producción de agua potable. La empresa ha informado que en algunas de estas etapas del proceso hay en curso tareas por un monto de 400 millones de pesos, pero es evidente que los frecuentes y reiterados cortes exigen mucho más para llegar a un servicio moderadamente óptimo.
Una línea finalmente para citar que el aporte de la población en el uso responsable y medido del agua potable es imprescindible, es la otra cara de la moneda, y no porque la empresa tenga falencias en su prestación los ciudadanos deben derrochar o malgastar el líquido.
