Como sabemos, la distribución del agua dulce en el mundo es bastante caprichosa como también lo son, en muchos casos, los asentamientos poblacionales relacionados con ella.
La verdad es que no es que falte. Hay todavía agua suficiente para la población mundial actual, si es que ésta se decidiera a usarla racionalmente.
Pero por ahora esto es una batalla perdida y lo cierto es que hay países a los que le sobra y otros a los que le falta.
Los mayores problemas del agua dulce son, como dijimos, sus fuentes, pero también los procesos de potabilización para que sea apta para el consumo; la distribución, la merma por deficiencias de las redes, el sobreuso y, fundamentalmente, la contaminación.
Dice el sentido común que los pueblos que más saben de agua son los que la tienen escasa o directamente no la tienen. De hecho, los mendocinos estamos en ese grupo, aunque no somos quienes tenemos los peores problemas debido a que las montañas siempre están para ayudarnos con sus glaciares y también con reservorios que hemos sabido construir para seguridad del recurso y de nuestras necesidades.
De todos modos, no debemos cantar victoria porque está claro que, al paso que vamos, no tendremos glaciares para toda la vida. Hay muchas evidencias mundiales que nos muestran su deterioro, especialmente en los últimos años a causa del calentamiento global.
En medio del desierto
No obstante, en el presente, hay casos que son extremos, en los cuales es necesario recurrir a otros mecanismos para proveerse del recurso y que éste sea seguro y sustentable.
Sobre este tópico veremos la situación de Israel y cómo viene solucionando la escasez de agua dulce siendo que dicho país está asentado en pleno desierto, al igual que sus vecinos. Los logros obtenidos hasta este momento tienen que ver con el uso de tecnologías avanzadas aplicadas a la desalinización del agua de mar y al mismo tiempo cumpliendo con requisitos ambientales importantes.
Cerca de la mitad del agua consumida en ese país viene del mar Mediterráneo mientras que la otra mitad se extrae de manantiales. El proceso de desalinización es complicado y su costo asciende a aproximadamente U$S 0,70 por m³. Hay que considerar que por cada mil litros de agua destilada son necesarios dos mil litros de agua de mar.
Israel tiene varias usinas de desalinización de las cuales la más importante y moderna es la de Sorek, situada a unos 15 kilómetros al sur de Tel Aviv (foto). Fue inaugurada en 2013 y tiene una capacidad de producción para abastecer a más de dos millones de habitantes (unos 600.000 m3 diarios).
André Trigueiro, un periodista ambiental brasileño en entrevista con el gerente general de la usina, Fredi Lokiek, consiguió que le explicara cómo es el procedimiento de potabilización de agua salada que ellos han adoptado.
Sin impurezas
La usina está a algo más de 2 kilómetros del mar. La cercanía es necesaria para evitar mayores costos de instalaciones para llevar el agua hasta la central de procesamiento. El líquido se lleva por acueductos desde el punto de captación que se encuentra situado a 1,1 kilómetro mar adentro y a 20 metros de profundidad.
El agua salada es llevada a una pileta de pre tratamiento en donde se le retiran las impurezas del mar que son visibles a simple vista, tales como, algas, objetos en flotación, basura, etc. Luego esa agua es pasada por múltiples filtros bombeada a presión. Ese proceso produce lo que se llama agua destilada, la cual aún no es potable.
El procedimiento de potabilización, que permita ser consumida por la gente, necesita el agregado de algunos minerales y otros ingredientes que hagan compatible el producto con los patrones mundiales de potabilidad para el consumo humano.
Pero, aún así, no se acaba el proceso. Ahora viene la aplicación de protocolos ambientales, de modo que el beneficio para el ser humano no termine perjudicando el resto de la vida tanto animal como vegetal.
Esto consiste en quitar, por lo menos parcialmente, el contenido de bórax que puede ser perjudicial para la agricultura, procedimiento que se realiza después del consumo ya como reciclado. Vale la pena mencionar que ellos reciclan hasta el 75% del agua que consumen y la destinan básicamente a la agricultura. Por eso no deben correr el riesgo de irrigar y dañar ciertos cereales, oleaginosas o huertas que son sensibles a dicho mineral.
El proceso de producción de agua potable a partir del agua salina hecho de manera masiva, lleva en esta usina un tiempo de 90 minutos aproximadamente.
Pero esto no es todo, porque además de lo hasta aquí explicado queda aún una parte importante del proceso que es la parte ambiental por excelencia en función del destino que se dará a la sal concentrada que queda luego del proceso de potabilización ya que el exceso de sal en el mar (más del 10% de lo normal) crea problemas a muchas variedades de especies marinas y aún a ecosistemas marinos.
Impactos mínimos
En Sorek el agua residual salinizada es devuelta al mar por un ducto marino que tiene la función de diseminarla en una zona previamente elegida por un proceso de simulación computacional situada entre 2 y 3 kilómetros de la costa que es donde se disuelve con mecanismos especiales que consiguen que el impacto dañino sea mínimo.
A pesar de que hay más países que desalinizan (España, México, Estados Unidos, Japón y los emiratos del Golfo Pérsico, entre otros) tal vez en los próximos años esta tecnología sea aplicada en forma masiva por los Estados ribereños porque al paso que vamos y con más habitantes, habrá mayor consumo y consecuentemente mayor contaminación, menor volumen de hielos y mayor necesidad de alimentos. En ese escenario no habrá otra forma de hacerse de ella en las costas y rezar para que se mantengan los glaciares en las montañas.