El problema es grave y preocupante: Mendoza, en su condición de provincia fronteriza, ya no es sólo lugar de paso para la droga, sino que aquella afirmación de los profesionales en el tema que advertía que siempre “algo queda”, se está cumpliendo. Y hay que actuar de inmediato en una acción de responsabilidades compartidas: tanto desde el Gobierno como desde la propia población; y especialmente desde la familia.
Días pasados las crónicas policiales se hicieron eco de un inusual secuestro de droga de alta calidad en la provincia, en un operativo que comprendió el allanamiento de una vivienda donde se secuestró, además de cocaína y plantas de marihuana, moldes para la confección de las “tizas” y balanzas de precisión. Esas mismas crónicas suelen hacer alusión, casi en forma permanente, a enfrentamientos entre bandas en determinados barrios de la provincia; en muchos casos, con el costo de la vida de algunos jóvenes. Estos suelen ser calificados como luchas armadas entre bandas por el “manejo” del barrio, aunque para los expertos se trata de grupos directamente relacionados con el expendio de drogas.
Esa situación cobró mayor precisión tras lo sucedido en Rosario, donde el accionar de barrabravas de los dos clubes principales de esa localidad con el correr de las horas dejó en evidencia la presencia de verdaderos grupos que funcionan como “carteles” al mejor estilo colombiano o mexicano. Se supo, en ese marco, que en todo el país se cuentan por miles los jóvenes de entre 16 a 20 años de edad que son reclutados como “cadetes” para la entrega de la droga, y que incluso perciben un “salario” de 150 pesos por día. Son esos chicos, precisamente, los que terminan siendo víctimas de ajustes de cuentas porque los principales narcotraficantes no aparecen a la luz pública, a pesar de que -siempre según las afirmaciones oficiales- llevan una vida fastuosa sin que nadie controle el motivo de sus ingresos.
Lo grave y concreto es que la droga ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una realidad. La Argentina ocupa el triste primer lugar en el consumo de cocaína de América Latina y el segundo de América, después de Estados Unidos. Los estudios indican que un 2,6 por ciento de la población es consumidora, mientras en aquel país del norte llega al 3 por ciento. El promedio de Chile es del 2,4 por ciento, el de Uruguay de 1,4, el de Brasil del 0,7 por ciento y el de Perú y Ecuador del 0,5 por ciento. En lo que hace específicamente a Mendoza, la provincia era considerada lugar de tránsito, pero en los últimos años ha pasado a ser lugar de consumo.
Así lo determinó un estudio del Observatorio Argentino de Drogas, realizado tiempo atrás, que tomó a nuestra provincia como prueba piloto y que demostró que, entre las sustancias ilegales, la cocaína es la que más presencia tiene entre los fallecimientos relacionados con drogas. Con un hecho no menos inquietante, como es que el 56,1 por ciento de los fallecimientos asociados con drogas fueron por muerte violenta, producidas por accidentes, homicidios o suicidios y que en varios casos hubo una mezcla de drogas (cocaína o marihuana), mezclados con tranquilizantes.
Los hechos y los números son más que inquietantes y deben generar un llamado de atención a la ciudadanía, especialmente a los jefes de familia, para que adviertan convenientemente a sus hijos sobre los peligros de la droga. En el plano oficial, surge la necesidad de que los operativos continúen y se profundicen. La designación del ex comisario general de la Policía como titular ahora de la Dirección Provincial de Lucha contra el Narcotráfico genera una expectativa favorable y es de esperar que su gestión alcance los objetivos esperados.
