Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Agosto lleva ese nombre en homenaje al emperador Romano Octavio Augusto, que “emperó” allá por el tiempo en que nació Jesús en la Roma antigua, que en ese momento no sabía aún que ya era antigua.
No sé qué cornos tendrá que ver con nosotros, pero bueno, no es cuestión que andemos cuestionando lo que tanto laburo le costó al Papa Gregorio XIII.
En Mendoza, agosto es un mes especial, porque durante su estadía en estos lares suelen desatarse el zonda, viento brabucón y patotero que parece un acto electoral porque suele mover las estructura y calienta a muchos.
Debemos agradecer la existencia del zonda a Gilanco, muchacho nativo de hace mucho tiempo atrás que, por sus condiciones de gran cazador, cazaba bichos con permanencia solo por el hecho de apuntar y acertar, como hacen muchos comprovincianos actuales que no pueden divertirse si no es matando bichos.
La Pachacama le dio un escarmiento ambiental a Gilanco y su gente y los derivados de su gente que somos nosotros: el zonda. Gracias Gilanco por los servicios prestados.
Sin embargo, creo que agosto es el mes más mendocino de todos los meses, porque en él ocurrieron acontecimientos que iban a darnos otra perspectiva de vida a nosotros y a muchos países de este querido triángulo territorial llamado Sud América.
Veamos dijo la retina. En agosto celebramos el día de la creación del Ejército de los Andes, por decisión del primer Director Supremo de nuestro país ya independiente: Juan Martín de Pueyrredón.
Se institucionalizaba, así, el sueño del San Martín. Ya éramos libres, íbamos entonces a cruzar una de las cordilleras más altas del planeta, con la bandera de un país libre. Momento fundacional. Estamos a doscientos años de aquel acontecimiento y no veo banderas celestes y blancas al viento, por más que sea zonda.
Para sumar celebraciones patrias cumplió hace días atrás doscientos años la Banda Talcahuano, del RIM (Regimiento de Infantería de Montaña) 11, que ahora reside en Tupungato, derivación de aquella legendaria banda de negros que pergeñó Andrés Sosa, la que cruzó la cordillera, la que acompañó las batallas libertadoras, la que entró, después de Chacabuco triunfalmente en Santiago de Chile a pura sajuriana cuyana y la que tocó, por primera vez el himno nacional fuera de nuestras fronteras.
También en agosto nos acordamos del gran General, aunque el recuerdo tenga que ver con su muerte, por esa inclinación necrofílica que tenemos los argentinos de celebrar fallecimientos: el de Belgrano, el de San Martin, el de Sarmiento, entre otros. Deberíamos festejar cuando llegaron a la vida, no cuando tuvieron que abandonarla.
Y le sumamos a todo esto el 24 de agosto que recuerda el nacimiento de Mercedes Tomasa San Martín y Escalada, la hija del querido Pepe Pancho y de Remedios, nacimiento que ha de cumplir este 2016 doscientos años también. Por este hecho en Mendoza se celebra el día del padre, celebración que creó la ley provincial 5131 y a la que, aparte de algún acto escolar, no le damos ni la más mínima importancia. Preferimos celebrar en junio la paternidad de un padre yanqui.
Por todo lo dicho agosto es un mes muy nuestro. Sería bueno que fuese declarado, por la provincia, mes Sanmartiniano. Lo estamos viviendo. Podría subir nuestro orgullo hasta lo más alto del mástil y quedarse a flamear, bien arriba, con la celeste y blanca que bambolea el viento. Aunque sea zonda.