Si bien la cultura africana despierta entre nosotros creciente interés, dentro y fuera del ámbito académico, el llamado continente negro continúa siendo, en gran parte, desconocido para la mayoría de los occidentales. Y en este rico panorama cultural poco explorado, la literatura no ocupa un lugar menor. Sin embargo, no se trata aquí de las atrocidades cometidas en el Congo narradas por Joseph Conrad en “El corazón de las tinieblas”, ni de las soledades argelinas de Albert Camus. Tampoco de las maravillosas geografías africanas contadas por otro premio Nobel, J.M.G. Le Clézio, aunque estas obras y estos autores posean indiscutible valor. Se trata, esta vez, de conocer África a través de voces nativas. Y más aún: voces femeninas.
A partir de las décadas del 60 y 70 del siglo XX, momento de emancipación de las colonias europeas, se advierte un gran desarrollo de la literatura africana en lengua francesa. Se trata especialmente de una narrativa de tono, por momentos, desencantado, y con un espíritu crítico que pone en el centro de sus especulaciones la relación entre pasado y presente, colonización e independencia, África y Occidente, civilización y salvajismo. En síntesis, una escritura centrada en la búsqueda de una identidad propia frente al estereotipo forjado o propiciado por el extranjero colonizador. Y es en esta misma época en que comienza a producirse un fenómeno de emergencia y crecimiento de una serie de mujeres escritoras que, poco a poco, fueron –y continúan- consolidándose en el panorama literario del continente y más allá.
Dentro de esta tendencia cultural y social, Senegal ocupa sin dudas un lugar destacado, ya que es la cuna de numerosas autoras cuyas obras han traspasado fronteras y merecido reconocimiento internacional. Estas intensas voces femeninas, ya por asimilación cultural provocada por la colonización o ya por deliberada voluntad de trascender, o bien ambas razones, también se expresan en lengua francesa, como la mayoría de sus compatriotas. Y no sólo han logrado conquistar un lugar definido en el mundo de las letras, dominado por los hombres, sino que también portan otra victoria: la de haber elevado sus voces por sobre obstáculos sociales y religiosos para denunciar y hacer visibles abusos de todo tipo, cuestionando así el rol del hombre, de la familia, del Estado, de los dogmas. Son mujeres que encontraron en la escritura el medio ideal para expresar su concepción de la vida y de la sociedad, para ejercer la crítica, para desentrañar sus más íntimos deseos, frustraciones y triunfos. Sus prolíficas producciones señalan que el acto siempre revolucionario de escribir es, para ellas, un derecho conquistado con mucho esfuerzo al que no están dispuestas a renunciar.
Mariama Bâ, pionera
Mariama Bâ abre con originalidad el camino de las mujeres escritoras con “Une si longue lettre” (Mi carta más larga) publicada en 1979, galardonada con el prestigioso Premio Noma en 1980, y traducida a diecisiete lenguas. Esta obra es considerada aún hoy por la crítica una pieza fundamental en el abordaje de los problemas de la mujer narrados desde la mujer misma como sujeto de sus propias angustias.
En el corazón de esta novela, una joven senegalesa recientemente viuda, Ramatoulaye, escribe una carta durante la reclusión impuesta por las tradiciones en estos casos, a su mejor amiga, Aïssatou, quien ha partido de Senegal luego de su divorcio. A través de esta extensa epístola, la protagonista traza un retrato íntimo sobre ella y (por extensión) sobre la condición femenina en África, poniendo especial énfasis en la injusticia y el desamor que caracterizan la poligamia. El libro contiene en germen todos los elementos constitutivos de la novela africana femenina de los años 80: dota a la mujer de una voz en la intimidad de la carta o el diario, presenta la confidencia de la narración en primera persona como discurso femenino y, al mismo tiempo, instaura el diálogo. Este tipo de escritura como práctica autobiográfica apunta a la formación de la propia imagen, en un proceso de búsqueda de la identidad, de confrontación de la experiencia vivida, aspecto que se constituirá en rasgo distintivo de la narrativa femenina africana, presente de igual forma en escritoras posteriores.
La obra de Mariama Bâ, breve como su vida -murió a los 51 años- está compuesta por la ya citada novela y “Canto escarlata” (1981). En ambas obras, la autora se explaya sobre la condición de la mujer, denuncia sus padecimientos y angustias, al tiempo que exhorta a modificar el statu quo, siempre de forma pacífica, pero sin pausa. La mujer, en esta escritora, no es representada como mártir del sexo opuesto; al contrario, la novelista ha afirmado: “Estoy persuadida de la inevitable y necesaria complementariedad del hombre y la mujer” (cita). Por ello, en sus textos reivindica el rol femenino en el hogar y la familia como elementos fundamentales de la sociedad y la nación. Este tradicionalismo de Mariama Bâ, sin embargo, no nos impide considerarla como verdadera iniciadora de la visibilidad de las escritoras africanas francófonas.
Aminata Sow Fall: literatura, denuncia y derechos humanos
Aminata Sow Fall nació y creció en Saint-Louis de Senegal, en una casa ubicada junto al gran brazo de un río. Tuvo una infancia feliz, aprendiendo, de quienes pasaban por su hogar, sobre la vida en el pueblo, la historia, los cuentos tradicionales, canciones y algunas costumbres que se perdían en las ciudades. Sin embargo, desde sus inicios, la escritura de Aminata no se quedó en la feliz contemplación de su tierra natal, sino, por el contrario, se distinguió por su alcance socio-político.
Su mirada engloba la sociedad en su conjunto, tal como se aprecia en sus obras “La grève des bàttu” (La huelga de los mendigos) de los años 70 o en “L’Ex-père” de la nation de los años 80. En esta misma perspectiva se inscribe su novela “Douceurs du bercail” (1998), donde la novelista toma como punto de partida las terribles humillaciones sufridas por los inmigrantes africanos, legales e ilegales, que arriban a Francia con la falsa ilusión de encontrar un país hospitalario, la “tierra prometida” donde poder triunfar. Sin concesiones, Aminata condena el racismo, la opresión y la violación de los derechos del hombre ejercida por parte de las autoridades de inmigración en el aeropuerto de Francia contra sus hermanos africanos. Al mismo tiempo, reprocha al gobierno senegalés su falta de intervención en defensa de sus propios ciudadanos.
Ante tantas injusticias cometidas sobre los expatriados, no evitadas –por el contrario, facilitadas- por los gobiernos, la autora propone luchar en la propia tierra en lugar de someterse como inmigrantes a toda clase de infamias y abusos denigrantes, para así salvaguardar los bienes más preciados para un ser humano, que son su dignidad y su libertad. Aminata Sow Fall innova y amplía estas temáticas, traspasando incluso las fronteras de la sociedad senegalesa para ocuparse del futuro de África en la actualidad.
Si bien esta escritora también desarrolla problemáticas referidas a la condición femenina, rechaza categóricamente la apelación de feminista, y sostiene de manera concluyente: “No escribo como mujer, sino como ser humano”. Sin renegar de su femineidad, asevera que ella, al igual que cualquier mujer, forma parte de una sociedad, y por lo tanto, es responsable de su función como integrante de la comunidad, sin distinciones de género. Por ello es que, aunque Aminata sea considerada cultivadora de una literatura de denuncia o de crítica social y política, en lo más profundo se preocupa por lo que es, esencialmente, humano; es decir, resuelve las problemáticas socio-políticas desde esta perspectiva. Confiesa que su preferencia en la escritura es hacer sentir que la riqueza humana es la más noble de todas. Por esto, exhorta a velar por la dignidad del hombre reconociendo su integridad, es decir, su derecho indiscutible a ser respetado cualquiera sea su edad, sexo, origen, raza o religión.
Ken Bugul: la vida hecha escritura
Otra célebre mujer de letras senegalesa es Mariètou Mbaye Biléoma, que escribe bajo el pseudónimo de Ken Bugul, expresión que significa, en wolof, "la no querida". Bugul nace en Ndoucoumane, Senegal, en 1947; es hija de un padre morabito que por entonces tenía ochenta y cinco años, y de una madre de la que deberá separarse con tan sólo cinco años, hechos que marcan la vida de la pequeña Ken. Después de sus estudios primarios, cursa el bachillerato en el colegio francés y un año en la Universidad de Dakar, y luego obtiene una beca para finalizar sus estudios universitarios en Bélgica. De 1986 a 1993 trabaja como funcionaria internacional en los programas y proyectos de una organización no gubernamental, en el ámbito de la planificación familiar. Desde 1994 se dedica principalmente a sus actividades de escritora y a la promoción de obras culturales y objetos de arte africanos. Actualmente vive en África, en la República de Benín.
Bugul es la autora de una trilogía autobiográfica que comienza con “El baobab que enloqueció” (1982), donde evoca acontecimientos de su infancia y adolescencia desdichadas; prosigue con “Cenizas y brasas” (1994), relato de sus vivencias durante una larga y penosa estadía en Francia con un amante golpeador; y finaliza con “Riwan” o “El camino de arena” (2000), que narra el ansiado regreso a su país y el nuevo contacto con sus raíces, esta última obra galardonada con el Gran Premio del África Negra. Estas novelas autobiográficas se centran, especialmente, en la crisis de identidad que padeció Bugul durante décadas, desde que fuera a Bélgica a estudiar y recibiera los primeros golpes del racismo y la discriminación: “Sí, yo era una negra, una extranjera. […] Sí, era una extranjera y por primera vez me daba cuenta”. Hechos trizas su idilio con Occidente y sus pretensiones de integración, y sintiendo además un desarraigo cultural en relación con su medio de origen, Ken Bugul comienza a escribir con el fin de recuperar su esencia y su dignidad, empujada por una necesidad y una intención casi terapéuticas. Su vida, una historia de carencias y encuentros, de búsqueda identitaria y confrontación entre ella y los Otros, África y Europa, pasado y presente, que se encuentran y rechazan alternativamente, es la materia prima de estas novelas. Y es sólo a través de esta escritura de su vida, de la existencia hecha palabra, que la autora consigue explicarse y reconciliarse consigo misma y con los demás.
En el 2000 publica “La folie et la mort”, cuyo tema principal es la deriva del continente bajo la autoridad de los dictadores. Su preocupación ya no se centra en la propia condición femenina, ni en los conflictos entre hombres y mujeres, sino en la vida comunitaria durante las supuestas democracias que siguieron a las independencias. En “Mes hommes à moi” (2008), ilumina sus historias amorosas pasadas y reflexiona sobre cómo las relaciones con el sexo opuesto han estado siempre determinadas por dos hombres: su padre y su hermano. Distanciándose del rol tradicionalmente atribuido a la mujer y traicionando el desempeño sumiso que la sociedad colonial esperaba de ella, Bugul nos cuenta cómo ha vivido el amor con libertad y pasión. Otras de sus novelas son “De l´autre côté du regard” (2003) y “La pièce d´or” (2006).
Bugul pertenece a la generación de escritores que la crítica designa como desencantados. Se trata de intelectuales que, después de haberse formado en su país de origen bajo el régimen colonial y tras haber vivido el periodo de la independencia, no encuentran en la nueva era más que resabios de una sufrida colonización, una independencia mal gestada y un presente lleno de errores, vicios y mentiras. Son los hijos del poscolonialismo o del neocolonialismo, según se mire. Por ello, las novelas de esta escritora son susceptibles de ser leídas desde dos perspectivas, la poscolonial y la autobiográfica, por cuanto sus escritos constituyen ejemplos cabales de una doble necesidad: la expresión del yo (lo autobiográfico) y la revelación de su contexto vital (lo colonial y poscolonial).
Hay que destacar, finalmente, que a pesar de las numerosas “heridas vitales” que Bugul dice padecer, o quizás gracias a ellas, esta autora constituye sin dudas una de las voces más sinceras, libres y rebeldes de la literatura africana.
Fatou Diome
Fatou Diome, la más joven de estas novelistas, es oriunda de la isla de Niodior, Senegal, donde asistió a la escuela y aprendió la lengua francesa. Más tarde, se casó con un francés y se trasladó a Europa. Sin embargo, rechazada por la familia de su marido, comenzaron pronto las desavenencias conyugales y se divorció dos años más tarde. Abandonada a su condición de inmigrante en territorio francés, trabajó como empleada doméstica durante seis años para poder subsistir y pagar sus estudios. Actualmente vive en Estrasburgo, donde dicta cursos de literatura y se consagra a su profesión de escritora.
Publicó en 2001 una colección de historias cortas titulada “La Préférence nationale”. Su primera novela fue “Le Ventre de l’Atlantique” (En un lugar del Atlántico, 2003), que se convirtió en un éxito de ventas en Francia. En este relato se entrelazan sus vivencias como inmigrante con historias de vida de otros personajes que, al igual que ella, partieron del país natal. La descripción de sus avatares - sueños y desencantos, dudas y certezas, logros y fracasos- tienen por escenarios dos culturas y dos estilos de vida disímiles: África y Europa. Frente a esta confrontación, los cuestionamientos acerca de la identidad, las rupturas que se originan tanto a nivel social como cultural en un tiempo y un espacio diferentes, se convierten en temas inevitables. Además, la distancia que la separa de Senegal le procura una perspectiva que favorece su mirada crítica, tanto de las condiciones de vida existentes en su propia tierra, como así también de aquellas presentes en Francia, su nuevo lugar de residencia.
Fatou Diome hace una crítica al gobierno por su desidia y rechaza firmemente el racismo y la hipocresía, tanto de la sociedad francesa como de la senegalesa, con sus costumbres y tradiciones que atan y someten a las mujeres. Su estilo se inspira en el arte tradicional de la narración, tal y como se practica aún en África. Con descripciones precisas y auténticas, un humor travieso y un lenguaje mordaz, pero matizado, traza un inquietante retrato de las dificultades de los inmigrantes africanos en Francia entremezcladas con recuerdos nostálgicos de su Senegal natal.
Otras obras de esta autora son “Kétala” (2006), “Inassouvies, nos vies” (2008) y “Celles qui attendent” (2010). Además, el año pasado publicó “Impossible de grandir”. / Por Lilia Castañón, Lía Mallol, Silvia Calí, Lisa Mena, Victoria Urquiza y Sofía Criach
Investigación
Lilia Castañón, Lía Mallol, Silvia Calí, Lisa Mena, María Victoria Urquiza y Sofía Criach conforman el proyecto “Presencia de la mujer en la creación literaria y cinematográfica del África negra francófona”, subsidiado por la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo. El proyecto tiene como objetivo el estudio, valorización y divulgación de las escritoras africanas francófonas.