La AFIP también tiene deudas impagas

La Administración Federal de Ingresos Públicos mantiene una deuda de más de once millones de dólares en concepto de reintegros por exportaciones al sector vitivinícola. Es indudable que no se aplica para pagar el mismo celo que para recaudar.

La AFIP también tiene deudas impagas

La denuncia presentada por el titular de Bodegas de Argentina, Juan José Canay, en el sentido de que la Administración Federal de Ingresos Públicos mantiene una deuda impaga de 11 millones de dólares con la industria vitivinícola en concepto de reembolso por exportaciones, no hace más que ratificar una política implementada a nivel nacional destinada a adoptar todo tipo de medidas en la búsqueda de incrementar la recaudación.

Para la principal industria local de base agraria y para muchas bodegas en particular -se asegura que con una de ellas la deuda supera los 4 millones de dólares- las cifras que se mueven en ese concepto son más que importantes en un momento en que la vitivinicultura atraviesa por situaciones difíciles, con índices mínimos y ajustados de rentabilidad y con necesidades inmediatas de financiamiento en razón de que se trata de fondos que son destinados al pago a cosechadores, a proveedores o a la adquisición de insumos básicos para la elaboración.

El cambio cualitativo producido por la vitivinicultura argentina durante las últimas dos décadas dio los resultados esperados. Todo comenzó con una necesaria reconversión de viñedos hacia variedades nobles, la incorporación de tecnología en bodegas y la importantísima capacitación alcanzada por los enólogos, los que están calificados entre los mejores del mundo.

Ganar mercados resultó otro desafío superado. Fue un trabajo en conjunto que se complementó con la implementación de un Plan Estratégico Vitivinícola que contemplaba, entre otros aspectos, alcanzar el 5% de las exportaciones de vinos en el mundo. Merced a una excelente relación calidad/precio y al prestigio ganado por el malbec entre los consumidores, durante una década la Argentina fue creciendo a nivel de dos dígitos anuales en la última década.

Sin embargo, en los dos últimos años la situación cambió. No sólo se frenó el crecimiento, sino que ahora aparecen cifras negativas. Todo como consecuencia de medidas económicas nacionales que mantienen un dólar desfasado frente a una situación interna con una inflación creciente.

Los costos para las bodegas -entre ellos los salarios para los trabajadores- han crecido, mientras se pierde competitividad en los mercados internacionales, con el agravante de que tampoco seduce el mercado interno como consecuencia del congelamiento de precios.

A sabiendas de que resultará imposible la aplicación de un dólar diferenciado -que compense el desfasaje producido- se ha solicitado la posibilidad de acelerar los reintegros por exportaciones.

Sin embargo, desde la AFIP se retacea y se demora la devolución, la que en la gran mayoría de los casos supera los ocho a diez meses. Se indicó por ejemplo que hasta el momento son más de 11 millones de dólares los que se encuentran en condiciones de ser liquidados, aunque existirían otros 20 millones de dólares que se encuentran “frenados”.

Todo esto contribuye a la pérdida de competitividad en los mercados internacionales, mientras que desde los niveles oficiales no se aceleran las devoluciones pero sí se les exige a los exportadores el ingreso de divisas por exportaciones dentro de los plazos establecidos que, por lo general, es de 90 días.

Además, la AFIP inhabilitó para la percepción de los reintegros a los exportadores que por alguna razón no ingresaron el total de las divisas desde 2001 a la fecha.

Resultaría interesante que ese mismo celo que impone el organismo recaudador de impuestos para exigir, lo aplique para pagar las deudas que tiene con el sector privado, como sucede con la industria vitivinícola.

Algo en lo que deberían intervenir, con mayor rigor, las autoridades provinciales, porque es mucho lo que está en juego. Es sabido que la vitivinicultura, tanto como la horticultura y la fruticultura tienen un importante distribución de lo que generan y que parten desde el productor, pasando por las empresas proveedoras de insumos, hasta concluir con el producto terminado.

Ya se están advirtiendo los efectos de la pérdida de rentabilidad y son los productores, por no contar con el suficiente respaldo financiero, quienes están sufriendo las más duras consecuencias.

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