En junio de 2009, el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (Casacidn) denunció ante el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) a la productora Ideas del Sur por vulnerar los derechos de la infancia en el programa Bailando por un Sueño “Kids”.
En aquel momento, la entidad argumentó que los pequeños/as no sólo eran explotados laboralmente, sino que se generaba una exposición exagerada de su cuerpo, haciéndolos aparecer como objetos de diversión para los adultos.
Si bien la emisión no se extendió mucho tiempo después de los cuestionamientos -y el programa no prosperó- otras formas de “adultizar” a los niños/as generan preocupación. Más allá de este caso en particular, ahora, lo que se plantea es la naturalización de prácticas sociales y familiares que, promovidas sobre todo por el mercado de consumo y los medios de comunicación, atentan contra sus posibilidades de vivir una infancia plena.
La organización Mujeres para la Salud, que trabaja por la promoción de los derechos femeninos, puso el foco en los riesgos a los que hoy están expuestas las niñas. A través de un artículo al que tituló “Hipersexualización de las niñas”, la entidad catalogó a esta práctica como una forma más de violencia de género y llamó la atención sobre situaciones cotidianas que se viven de manera naturalizada, incluso puertas adentro de los hogares.
Ocurre que el ‘combo’ de mensajes que llevan a reproducir estereotipos de belleza y roles determinados no se limita sólo a la imagen de una muñeca de suntuosa silueta. La consigna de “ser bonita”, “verse bien”, “tener un buen cuerpo” y “estar a la moda”, parece abarcarlo todo: ropa para mujeres adultas en tamaño “mini”, accesorios, cosméticos, programas infantiles, juegos interactivos y juguetes forman parte de la oferta a la que padres de todos los estratos socio económicos buscan atraídos por la idea de mantenerse incluidos en un sistema que prioriza valores limitados a la mera imagen.
La propuesta del mercado se completa, por ejemplo, con peluquerías donde las pequeñas son llevadas a mantener su cabello al igual que su mamá o con sitios donde ellas pueden festejar su cumpleaños con sus amigas mientras les pintan las uñas y les hacen un tratamiento de pedicura, al mejor estilo de los spa para adultas.
Infancia truncada
Quienes trabajan por la defensa de los derechos de los niños y las mujeres, aseguran que estas prácticas tienen un impacto profundo en el desarrollo psicológico, físico y emocional de las pequeñas que desde edades muy tempranas (inclusive, antes de la pubertad) buscan acercarse a modelos muy alejados de su realidad.
Se vulneran así derechos fundamentales de las niñas, consideró Nora Schulman, directora ejecutiva de Casacidn y aseguró que la tendencia a esta “hipersexualización” no les permite vivir con plenitud la edad que tienen. “A los siete u ocho años, las pequeñas se convierten en preadolescentes que buscan ser adultas, cuando en realidad a esa edad tienen que pensar en jugar y no en tomar posturas determinadas ante la vida”, defendió.
Schulman recomendó que las madres busquen mantener una imagen materna definida, estableciendo límites y enseñándoles a sus hijas que hay diferentes etapas en la vida por las cuales cursarán a su debido tiempo. Son los padres justamente, quienes deben proteger a sus hijos en lugar de exponerlos.
Vilma Jilek, psicóloga y presidenta de la Fundación Accionar, coincidió que esta exacerbación por lo estético responde a pautas culturales que se sostienen en el sistema actual. “Hoy la ropa que venden para nenas no es la típica ropa cómoda para que puedan jugar. Un jean para nena, viene con una forma para que le marque el cuerpo. Se sigue un modelo dado y eso se ve en muchos aspectos de la vida cotidiana, inclusive en los juegos, generando que en los últimos tiempos se haya reducido la etapa de la niñez”, precisó.
Jilek hizo énfasis en aquello que las niñas absorben de su entorno. Dijo que en los programas de televisión -inclusive los destinados a un público infantil- lo sexual está a la vista al tiempo que existe un exceso de información. La infidelidad en la pareja, los mecanismos para atraer al sexo opuesto o la competencia con otras niñas, forman parte, según Jilek, de las preocupaciones que han ganado terreno en la psicología infantil.
Reproducir estereotipos
Silvina Anfuso, del colectivo de mujeres Mumala, puntualizó que la problemática lleva a perpetuar el concepto de cosificación del cuerpo femenino. “Se naturalizan roles que llevan a repetir las desigualdades. Las niñas crecen haciendo un sobre esfuerzo para ubicarse en un modelo de mujer impuesto por estereotipos, ya sea el de la mujer madre o la mujer sexual”, explicó.
La carrera por perseguir esa imagen muchas veces pone en riesgo su salud física y emocional, ya que el cuerpo de niña no se condice con el que han incorporado como “socialmente aceptable”. Surgen entonces enfermedades que incluso ponen en riesgo su vida, tales como la bulimia y la anorexia.
Para Anfuso, la responsabilidad de los adultos en ese sentido es clave. Es necesario, destacó, que los padres fomenten en sus hijos juegos que respondan a valores como el respeto por su propio cuerpo y el de los otros, que les incentiven la imaginación y la creatividad, ayudándolos a reconocer sus necesidades e intereses como niños, siempre respetando sus tiempos. “Es importante repensar nuestras prácticas como adultos y reflexionar a cerca de los mensajes que les transmitimos no sólo desde lo verbal, sino también con el ejemplo”, llamó a la reflexión Anfuso.
Erika L. (31), es mamá de dos niñas. Ella consideró que en los últimos años, el mercado de consumo ha abarcado a la infancia a tal punto que se han instaurado hábitos de consumo, formas de hablar e incluso preocupaciones que antes eran dirigidas a los consumidores adultos. Por eso, opinó que el desafío de los padres de hoy es educarlos de manera tal que ellos puedan priorizar y diferenciar dentro de ese universo qué valores humanos son importantes, por encima, por ejemplo, de lo estético.