La interrupción del tránsito que se mantuvo desde el sábado hasta ayer, debido al colapso de uno de los puentes de la ruta 40 a la altura del kilómetro 3.245 en Luján de Cuyo, puso los ojos de todos los mendocinos sobre este tipo de obras civiles que están en constante relación con los cauces.
Así, desde la Dirección Nacional de Vialidad (DVN) remarcaron que en la provincia existe una red vial que tiene varias décadas y que el clima no se comporta igual que cuando fue proyectada. "Todos hablan del cambio climático como algo lejano, pero hay que darse cuenta que también afecta a nuestras cuencas y a la infraestructura vial", expuso el ingeniero Rubén Lomas, jefe del cuarto distrito de la DVN.
Sumado a este fenómeno, destacó que hay que tener en cuenta la modificación de los usos de suelo que afectan a las cuencas ya que hacen que circule mayor cantidad de agua que la estimada en una situación inicial. Como ejemplo de obras civiles que tuvieron problemas similares recientemente, el delegado del cuarto distrito recordó la destrucción del puente del arroyo El Tigre sobre la ruta 7 a la altura del kilómetro 1.126 durante 2016. En ese momento se colocó un puente Bailey provisorio y luego de dos años se inauguró una nueva estructura. El funcionario también se refirió a colapsos de puentes en Tucumán y en otros puntos de Argentina. "Es un problema que no solo sufre Mendoza, sino que en todo el país se están dando este tipo de situaciones", aclaró el consultado.
Detalló que la DNV tienen a su cargo 188 puentes en toda la provincia y que los controlan de forma permanente para evitar inconvenientes. "Hay un área específica que monitorea estas estructuras y de hecho se estuvo trabajando tiempo atrás en la limpieza del cauce, pero vino más agua de la que pensaba por lo que se dieron condiciones extraordinarias que son la que estamos analizando", explicó.
Manos a la obra
Tras la interrupción del tránsito desde el sábado a la mañana, ayer a la tarde se habilitó un bypass que permitió restablecer la circulación vehicular.
De esta forma quienes conduzcan desde el sur deberán cambiarse de vía por aproximadamente 500 metros para cruzar el río sobre el puente que se encuentra al oeste. En este mismo se trabajó previamente para eliminar la retro erosión causada por el aumento del cauce del fin de semana. "Se volvió a rellenar con material para garantizar las condiciones previas al problema", señaló Lomas. En ese mismo sentido precisó que en el desvío se colocó la señalética correspondiente y que los autos solamente tienen que atravesar un corto tramo de ripio. De todas formas solicitó precaución y circular a paso de hombre.
Con respecto al puente que resultó más dañado, el del lado este, recordó que fue construido entre los '70 y los '80 y que están estudiando la situación para decidir qué se hará. "Tenemos que ver qué pasó con la estructura, si se puede recuperar o directamente hay que hacer un puente nuevo", comentó. Esta decisión dependerá de los especialistas técnicos de la DNV que están trabajando codo a codo con personal de la provincia y de Buenos Aires. "Están analizando diferentes aspectos para que podamos instrumentar las medidas y buscarle una pronta solución", aseguró. Una de las posibles opciones que deslizó fue colocar un puente Bailey de manera temporal.
Cambios de uso
Para el ingeniero civil Daniel Quiroga, profesor de la carrera tanto en la Universidad Nacional de Cuyo como en la Universidad Tecnológica Nacional, la afectación de este tipo de estructuras no tiene tanto que ver con el cambio climático sino con la modificación de usos de suelo. "Cuando se proyecta un puente se hacen evaluaciones de cuál podría ser el efecto de la socavación y en este caso ocurrió algo que produjo un aumento en los niveles proyectados", manifestó.
Una de las posibles razones que esgrimió el profesional, fue la propagación de actividades aguas arriba como, por ejemplo, las ripieras, "eliminan la vegetación y hacen que el agua baje a mayor velocidad y por consecuencia aumenten los niveles de socavación", explicó. Asimismo se refirió a una posible solución: "o-rdenando un poquito y generando vegetación autóctona se podría mitigar este problema para que no siga en el futuro", aseguró Quiroga. También mencionó otra alternativa que podría aplicarse del puente hacia el este, "hacer pequeñas cascaditas, saltitos para que el agua vaya perdiendo energía, lo que permitiría proteger tanto el viejo puente como el nuevo", expuso.
25 mm de lluvia, un turno de riego
En una situación de marcada crisis hídrica y de restricciones para el riego agrícola, las precipitaciones del fin de semana pueden llegar a configurarse en un aporte positivo.
Tal como explicó Juan Andrés Pina, subdirector de Aguas Subterráneas del Departamento General de Irrigación, si en alguno de los terrenos agrícolas llueve más de 20/ 25 mm se puede asumir que equivale a un turno. "En ese caso las subdelegaciones deberían cortar el agua por dos motivos, primero para evitar que caiga en los canales, ya que si están previamente dotados se pueden producir roturas y dañar la infraestructura", manifestó. En segundo lugar, para guardarla en el embalse y ahorrar un turno que va a ser utilizado después. Ayer, Potrerillos ya estaba al 82% de su capacidad (el viernes estaba al 78%) y El Carrizal al 42% (a mediados de enero estaba al 30%).
"No necesariamente es poco, un turno es bastante agua y a alguien que le ibas a cortar el agua en febrero le podés dar un turno en marzo", remarcó Pina. Aclaró que la de lluvia no es agua que el DGI administre, pero aseguró que si no se actúa de forma adecuada se trata de una oportunidad perdida para utilizar un recurso que "viene de arriba".
"Lo que muchas veces pasa es que no llueve parejo en todos lados, por lo que se corta el riego en algunas inspecciones y no en otras", añadió. Recordó que entre 2015 y 2016 las precipitaciones veraniegas permitieron ahorrar prácticamente dos meses de agua.