Advertencia sobre los riesgos de un país dividido

El reciente pronunciamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica está considerado como el más severo dado a conocer en los cinco años de ejercicio de la Presidencia de la Nación por parte de Cristina Fernández de Kirchner.

Esta vez los obispos no se detuvieron tanto en los problemas sociales, sobre los que periódicamente suelen dar a conocer puntos de vista o advertencias en virtud de ese diagnóstico sobre la pobreza que tiene la Iglesia por su presencia a lo largo y a lo ancho del país. Ahora se trata de una fuerte y definida incursión en un aspecto vital para el derrotero democrático del país: la búsqueda de métodos de convivencia entre los sectores. Sin duda, es algo que muy poco parece interesar a las actuales autoridades y que lleva a un paulatino y permanente deterioro general.

El Episcopado, fiel a su estilo, tomó un tiempo prudencial para dar a conocer lo que piensan sus integrantes. Dejó pasar el sacudón social que significaron los dos "cacerolazos" contra el Gobierno, para no verse involucrado con dicha reacción popular, y eligió diciembre, camino a la siempre reflexiva fiesta navideña, como el indicado para sacar a la luz sensaciones contenidas durante todo un tiempo.

El aspecto referencial que cita el documento debe ser tenido en cuenta. Se indica que la actual enemistad social que tanto preocupa no condice con casi 30 años de vida democrática. Es muy razonable esta postura: un ciclo tan importante de consolidación republicana debería haber derivado en un mejoramiento de la calidad institucional en el país. Sin embargo, las profundas grietas que alejan cada día más a los argentinos nos pueden llegar a asemejar con épocas pasadas a las que aluden los obispos, en las que las luchas entre argentinos desembocaron en el tristemente recordado período de la lucha armada entre sectores y la dictadura. Nada más lejano de lo que desea una amplísima mayoría de la sociedad argentina.

Como parte de esa tendencia a la división a la que aluden, los obispos hacen fuertes críticas a las tareas de adoctrinamiento partidario que se pudo comprobar en muchas escuelas del país por parte de grupos afines al kirchnerismo, como ejemplos de una equivocada preparación de jóvenes y niños para la vida cívica y ciudadana, entre otras consideraciones.

Pero el enfoque del documento se generaliza y no sólo se detiene en la crítica a los métodos gubernamentales. Señala que todos los habitantes del país "necesitan sentirse respaldados por una dirigencia que no piense sólo en sus propios intereses sino que se preocupe
prioritariamente por el bien común", con lo cual la dispersa e inexpresiva oposición política también adquiere su cuota de responsabilidad en este diagnóstico de posible descalabro social.

Lamentablemente, ya se han escuchado voces del oficialismo denostando y menospreciando este pronunciamiento mientras los obispos esperan que la Presidenta responda a un pedido de audiencia que ellos han solicitado.

En vez de incorporar la parte de verdad que este aporte religioso puede expresar -más allá, también, de las legítimas críticas que pueda recibir- el gobierno se empeña en descalificar todo el documento y a quienes lo emiten, con lo cual sigue contribuyendo a fortalecer aquella peligrosa división, que es el problema central a solucionar en la visión de los obispos, si lo que se desea es el progreso cierto de la Argentina y los argentinos.

Es de esperar que las necesidades y las esperanzas del pueblo argentino iluminen las mentes de los que, enceguecidos por la soberbia y el placer del poder, no quieren ver la realidad que nos toca vivir.