Adrián Sorrentino “El café concert es una gran escuela”

El actor, cantante, bailarín y director mendocino cumple 24 años en los escenarios. Un repaso por su trayectoria y un adelanto de “Pelucas”, la obra que marca su regreso al teatro y lo sitúa en un drama, algo poco habitual en él.

Adrián Sorrentino  “El café concert es una gran escuela”

Se encendieron las luces y la emoción le atrapó cada fibra. Tenía 19 años y, en un teatrito de Costa de Araujo, frente a un público conservador, entró en un paréntesis y desplegó cuerpo y alma en sintonía. “Fue un debut alucinante, aunque hoy lo veo como si hubiese sido una especie de try-out”, recuerda Adrián Sorrentino con palabras medidas y justas, pero lo cierto es que había dado el paso más importante de su carrera.

A este actor, cantante, bailarín y director mendocino lo separan 24 años de esa noche, en la que vio la luz su primer café concert, “Unipersonalmente”. Después de prepararse en tap, actuación y canto, por fin se había animado a vivir ese género que le había llenado los ojos de fascinación a los once años.

Desde entonces, se perfeccionó en Buenos Aires y Nueva York, y así fue sumando “Divino Diván”, “Muselina. La vida es un cabaret”, “Sorrentino de noche”, “Esquizoshow”, “Es…cupido”, “Tangos y retazos”, entre otros unipersonales que escribió y dirigió él mismo. Hoy es el indiscutible sucesor de Alberto Fernández Leal, quien instaló el género en Mendoza a finales de los 70'.

“Me costó mucho dar los primeros pasos”, reflexiona, “y creo que el gran problema fue mi edad. A los 13 empecé a verlo como una profesión, no como un hobby, y me di cuenta que me iba a acompañar para toda la vida”, dice Adrián.

-¿Cómo descubriste el café concert?

-Lo conozco desde los 11 años, porque mis padres me llevaban a ver a Fernández Leal y a personajes como Carlos Perciavalle, Susana Rinaldi o Nacha Guevara. Eran grandes espectadores, y siempre hacíamos algún viaje a Buenos Aires para ver teatro de corte revisteril, music hall...

-¿Por qué te sedujo?

-Porque unía el humor, el canto, el baile, la poesía, y también porque era en un café, y ahí el vínculo con el espectador es distinto: te fogueás muchísimo más. El café concert es una gran escuela, donde muchas veces los recursos que no tenés hay que inventarlos.

“Siempre digo que vengo mal reseteado de otra vida. Capaz que fui un cabaretista frustrado  y  ahora me estoy dando el gusto de pegarme palizones de doscientas funciones anuales”, dice riéndose y sin culpas de por medio.

Un abuelo bandoneonista, una tía que hacía comedia francesa y un tío actor y locutor (Rodolfo Ricolfe) marcaron en secreto su vocación. “Por todos lados me llamaba el arte”, reflexiona hoy, después de haber rastreado los talentos de su familia.

-¿Cómo te relacionás con el público?

-Te modifica todo el tiempo, porque es un público participativo. No existe esa cuarta pared que divide al actor del espectador. Por ejemplo, el humor siempre trato de llevarlo a un terreno más universal, porque en los cafés tenés un público amplio. Ahora me dicen que me he vuelto puritano porque no puteo, y no es que no lo haga, solo que lo hago menos. Hay que alinearse con el público.

-A lo largo de los años te has metamorfoseado en estéticas diferentes, ¿cómo explicás tus intereses actuales?

-Ahora estoy muy enfocado en el cabaret, y el café concert tiene mucho de él. Tiene que ver con un artista desnudo en el escenario, una estética un poco brechtiana, en donde la transformación del artista en un personaje no tiene que ver con un cambio de vestuario. Con un objeto como un abanico, un sombrero, una flor o partitura ya te desdoblás.

-¿Cómo trabajás tus guiones?

-Soy un obsesivo, memorizo las 30 páginas y Claudia (su asistente) me las toma. Pero los memorizo para tener un lugar adonde volver, la forma de transitar el espectáculo siempre es distinta. Una vez que me subo al escenario, me modifica tanto que a  veces de diez canciones cambio cinco.

-¿Alguna anécdota sobre eso?

-En el Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington,  actué en una comedia musical y tuve que ceñirme al texto exactamente, sin saltearme una coma, porque estaba subtitulado. Fueron 18 noches durísimas, en las que llegué a sentirme preso de mí mismo. 
Adrián no para de trabajar ni un segundo. Todas las semanas mantiene su glamoroso espectáculo  "Cabaret… Rapsodia" en Lobby Bar, donde une canciones de Eladia Blázquez, María Elena Walsh, María Grever y Marilina Ross (entre otros) con sus monólogos y coreografías. En paralelo, da clases de tap, de canto, y talleres de comedia musical.

-¿Creés que has despertado un interés local por este género?

-Sí, de hecho hay chicos que están arrancando y me consultan. Yo trato de apadrinarlos e incentivarlos. Ya tengo un cloncito que se llama Renzo Bruno, y tenemos una estética parecida. Este género llama la atención, porque, si bien en los cafés hay mucho humor y  stand up, lo que yo hago es distinto, porque linkeo diferentes artes.

De vuelta al teatro

“Mirá, ahora el cabello me creció un poco, pero tengo que volver pelarme”, comenta Adrián, llevándose una mano a la cabeza. En seguida le cambia el tono de voz, y es que “Pelucas, en la antesala de la vida”, la obra que va a estrenar el 19 de noviembre en la Nave Cultural, con dramaturgia de Laura Fuerte y dirección de Hugo Moreno, lo ha conmocionado.

Desde “Das Buch der Zeit” (2006) que una obra no lo llamaba tanto como para volver a hacer teatro en una compañía grande. Esta vez, en “Pelucas” interpreta a un hombre diagnosticado de cáncer. Este drama exprime en Sorrentino una faceta que no le estamos acostumbrados a ver.

“Mi papel es Jorge, que tiene cáncer de piel y está en tratamiento, algo que lo llevó a hacer un relevamiento de sus asignaturas pendientes en la vida. Él quiere ser dibujante”, explica, y declara que esta obra lo ha llevado a dar un paso más en la actuación.

Y no solo eso, sino que también le dio la oportunidad de conocer el caso de Franco Zanetta, que a los 22 años pelea por su vida a causa de un tumor, y para quien dio un show solidario hace apenas dos días.

Un espíritu libre

-¿Hacia dónde va Adrián Sorrentino?

-Tengo ganas de hacer algo más del estilo de “Muselina”, más argumental, y que sea un repaso por el viejo café concert. Ya terminé de escribir un nuevo espectáculo, que tiene un nombre provisorio, “Espíritu libre”, y trata de una persona es abordada por un espíritu del pasado.

-¿Tenés algo pensado para los 25 años?

-Lo estoy pensando todavía, pero algo seguramente se va a hacer. Me gustaría actuar con mi ballet de tap y compartir escena con otros colegas.

-¿Te interesa la televisión?

-En algún momento alguien me dijo que estaban pensando mucho en mí para un programa, y yo le conteste que lo sigan haciendo, porque me encantaría que me llamen (risas). Es algo que me gustaría probar.

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