Al arte llegó por accidente. Adrián Mazzieri tenía 16 años cuando un incendio en el hotel donde se hospedaba lo sorprendió junto a su familia en unas vacaciones en Tucumán.
Rozar la muerte lo llevó a hacer lo que le gustaba, y lo que le gustaba quedaba a la vista en cada dibujo escolar, extraescolar, improvisado, coloreado y vuelta a empezar. Se inscribió entonces, luego de terminar el secundario, en la licenciatura en Artes Plásticas en la UNCuyo, de donde egresó con especialidad en Pintura, además de recibir el título de profesor.
“Para mí el realismo tiene que ver con captar un momento presente”, dijo en alguna oportunidad acerca de su obra -tan viva en momentos como en colores-. “Siempre me interesó la pintura clásica. A veces tomo situaciones de la historia del arte y las trato de un modo contemporáneo, y en otras ocasiones parto de fotografías relacionadas con Mendoza y los lugares que transito”.
Lectoras, panoramas en movimiento, vendimias, escenas a bordo de un autobús, Adrián encontraba belleza en los pequeños detalles, desde el mechón rubio de una mujer bautizado en su obra “Claro de luna”, hasta las trenzas castañas de una adolescente de cuello desnudo. También en la naturaleza, donde el océano y la gota bañan su mar turquesa, y en la doble ola de un hipnótico amanecer.
Belleza en las plantas y en las flores, en las calles; belleza en la mirada compasiva y en los pinceles, uno a uno en busca del encuentro propio. “Pienso el paisaje urbano como escenografías de lo colectivo y lo cotidiano. Espejos del teatro de la vida. Retratos periféricos de la especie humana. Yuxtaposiciones temporales. Superposición de memorias. Y música de Philip Glass de fondo”.
En 2002 fue becado por la Fundación Antorchas para realizar una clínica de producción y análisis de obra con Eduardo Médici, Tulio de Sagastizábal y Rodrigo Alonso; en 2006 obtuvo el Primer Premio en Pintura del Salón OS DE Región Cuyo y dos años más tarde fue distinguido con el segundo lugar en la categoría Pintura del Salón Vendimia 2008, donde alcanzó el primer premio tres ediciones más tarde.
Por numerosas exposiciones individuales y colectivas pasearon sus obras, de Mendoza a Buenos Aires, de Tucumán a Rosario, de Chile a México;
también contaron con sus colores galerías como Praxis, Animal o Isabel Anchorena. De su última muestra en abril pasado, en el Espacio Killka de Bodegas Salentein, Adrián Mazzieri no participó en cuerpo por problemas de salud, aunque sí lo hizo a través de dibujos y pinturas vinculados a la naturaleza desde el entorno inmediato y la postura de sujeto observador.
Adrián Mazzieri definía su obra en una mixtura de palabras: “Representar el tiempo… Saturno. Cronos devorando a sus hijos. De Goya. Virgo y las rutinas. Los buenos y los malos hábitos. Supuesta estética de lo cotidiano. Pasado, presente y futuro. La costurera de Vermeer y La lechera.
Repeticiones. Idas y vueltas. Los ciclos. ¿Mercurio retrógrado? Nacimiento, muerte y resurrección. Los viajes. Las miradas. Secuencias. Historias mínimas. Lo impersonal. El cine. Leve ascenso de la temperatura. La vida misma. Encuentros. Miles de oportunidades. El ahora...”. Para él, ciertos capítulos de la historia del arte fueron fundamentales en su producción artística.
Por momentos se planteó mirar lo cotidiano con ojos de extraterrestre en imágenes que por su ritmo urbano y bajo su deseo invocaron a los tangos de Piazzolla.
No ocultó su admiración por artistas como Edgar Degas, Marcel Duchamp y Gerhard Richter. Fuga de fotones, movimiento, el color como energía y la fascinación por la figura humana definen y despiden al hombre que tantos óleos le dio a la pintura mendocina y que hoy lloran su adiós.
El recuerdo en los otros
Gabriela Simón, directora de teatro, actriz y clown: "A Adrián lo conocí en 1998, en una fiesta que organizaba con Ale Sánchez, Marina Fuentes, Lorena Zanón, Jorge Crowe y otros artistas jóvenes. Eran las primeras fiestas en las que se mixturaban las artes visuales y la música electrónica. Desde ese tiempo y hasta hoy hicimos infinidad de cosas, muchas de ellas fueron iniciaciones espirituales, ya que compartimos, además de la creación, hermosas herramientas en el campo de la sanación. Viajamos juntos, nos acompañamos en muestras, en performances, en decisiones de caminos, en soledades, en cambios de parejas, de vidas, de pieles. Nos volvimos parte de una verdadera familia que integran hermosas personas con las que hemos acompañado todo este tiempo a Adrián. Son Nacho, Ceci, Ana Laura, Sandra, Ale, Jorge, Aye, Favio, Oscar, Alberto, Vir Cresci, por nombrar a algunos de los que cada día abrazamos su viaje y aprendimos con él, además de su maestría de guerrero, la maravillosa experiencia de acompañarse colectivamente. Logramos algo maravilloso y ese es nuestro mayor tesoro. Él nos eligió para aprender juntos hasta el final. Y acá estamos. Sus padres y hermanos nos abrazaron y nos dejaron abrazarlos. Duele que se vaya, ¡pero somos inmensamente felices de saber que somos sus amigos! Y que estamos juntos riéndonos en un lugar en el que siempre nos encontramos, el Amor".
Daniel Rueda, marchand: "Adrián fue un artista que representó en sus pinturas el 'Yo y su circunstancia'. Logró captar temas clásicos con una mirada contemporánea que tiene que ver con nuestra vida cotidiana. En ese proceso siempre pudo plasmar un nivel de profesionalismo indiscutido. Su pintura llegó para quedarse. No se lo olvidará".
Jorge Crowe, artista visual y músico: "Estábamos en Valizas, Uruguay, verano del '99. Vos, Ale, Gaby y yo. En el estado romántico de los salvajes. Descalzos, quemados por el sol y la sal, sin separación entre el Yo y las dunas. Alucinados de tanta maravilla. Quisiste manifestar tu alegría de que estuviéramos ahí. Imagino que quisiste decir: "Qué bueno que vinimos", pero lo que salió de tu boca fue "Bendito que vinimos". Estallamos en risa. Entendimos todo y abrazamos tu furcio revelador. Había nacido una frase para la posteridad. Muchas veces la usé desde entonces. Y hoy también. Bendito que vinimos, Amigo, bendito que vinimos…"
Carolina Simón, artista plástica: "A Adrián lo conocí a través de su obra. Me conmovió a primera vista. Luego montamos una expo suya en el ECA y allí tuve la oportunidad de hacerle una entrevista. Me impactó su concepción del arte unida a una profunda espiritualidad y sensibilidad. Le propuse unos encuentros para conversar. Aceptó. Llenos de trabajos alrededor, de nuevas y viejas obras, de bocetos relegados y proyectos posibles, compartimos dos miradas, un foco particular, la construcción desde los fragmentos, algo así como un caleidoscopio. Hay detalles aquí, hay detalles allí, que lo hacen presente. La belleza compartida permanece".
Enrique Testasecca, artista plástico: "Adrián buscaba retratar la esencia de las cosas. Con una gran sensibilidad y poder de observación fue más allá. Ahora su camino sigue la luz que tanto buscaba en los espacios comunes y en lo cotidiano de la vida. Nos deja un regalo hermoso en sus obras. Gracias por compartir esa búsqueda, amigo. Nos veremos en la próxima muestra".