Adoctrinar es lo contrario de educar

Adoctrinar es lo contrario de educar
Adoctrinar es lo contrario de educar

En su acto de asunción, un intendente de la provincia de Buenos Aires cometió un irresponsable acto al implicar a un grupo de niños en un juramento faccioso que nos hace retroceder a tiempos que creíamos definitivamente superados.

En efecto, un niño muy pequeño acompañado por otros más, leyó el siguiente juramento que vale reproducir literalmente para que el lector del diario lo evalúe directamente en toda su magnitud:

“Ingeniero Jorge Ferraresi, ¿jura por la patria, por Avellaneda y su gente, por los que dieron la vida o perdieron su libertad por no claudicar en su lealtad al pueblo argentino, por la memoria viva de Perón, de Evita y de Néstor y por la demostrada lealtad hacia Cristina, desempeñar con honestidad, valor y patriotismo, como lo hizo siempre, el cargo de Intendente de la Ciudad de Avellaneda?”.

Cada uno tiene derecho a realizar el juramento por el cual se sienta más compenetrado porque es una cuestión que tiene que ver con la honorabilidad y las creencias. En tal sentido no es cuestionable el compromiso del intendente Jorge Ferraresi, pero lo grave es que se convoque a niños a que formen parte de este evento cuando en el mismo se invocan cuestiones partidarias junto a otras igual de cuestionables como las de insinuar el apoyo hacia aquellos procesados por casos de corrupción a los que una falaz interpretación llama presos políticos como aquellos que efectivamente eran perseguidos por sus ideas y no por enriquecer indebidamente sus patrimonios.

Hubo un tiempo en la Argentina, felizmente ya muy lejano, donde el adoctrinamiento ideológico desde la más tierna infancia era considerado casi como algo normal, al menos por una parte altamente significativa de la población. Eran los momentos en que cuando se enseñaba a leer, junto a los tradicionales “mamá o papá te aman”, se incluían los nombres de las por entonces principales autoridades de la Nación, de modo obligatorio, aunque tal actitud es igual de bochornosa fuera o no obligatoria.

Pasaron los tiempos, las pasiones iniciales se fueron calmando, y los protagonistas facciosos un día se dieron la mano y se comprometieron a dejar de lado ese tipo de acciones, muy en particular cuando al uso de los niños se refiriesen. En ese sentido es que hace ya muchos años que este tipo de cuestiones se consideraban superadas, pero sin embargo han vuelto como si no hubiera ocurrido nada, con la misma irresponsabilidad y falta de respeto hacia las generaciones que nos sucederán.

No hay peor enemigo de la educación que el adoctrinamiento, el querer inculcarle a los niños ideologías que, en todo caso, cuando ellos sean mayores pueden o no elegir libremente de defender o cuestionar. Porque de eso se trata, del ejercicio auténtico y real de la libertad. Para eso los chicos deben ser educados de acuerdo a las etapas de la vida que están protagonizando, respetando en un todo la lógica de su evolución en cuanto seres humanos. Respetando, precisamente, sus derechos humanos, palabras con las que a veces nos llenamos la boca pero luego los dejamos de respetar en aquellos que más los necesitan, por nuestras más deplorables ambiciones políticas.

Educar para la libertad es el mayor legado que los mayores podemos dejar a nuestros menores. Trasmitirles nuestros saberes y valores pero para que ellos puedan elegir por sí mismos y no devenir meros clones de los supuestos educadores que lo único que desean es reproducir en el otro algo parecido a sí mismo, la peor afrenta que se le puede hacer a aquellos que esperan de nosotros que los hagamos trascender por lo que efectivamente son y no por lo que nosotros pretendemos de acuerdo a nuestros particulares egoísmos o deseos de posesión.

Reprobamos, entonces, en todos sus términos, tales juramentos que demuestran un renacer de las actitudes intolerantes que tanto mal nos hicieron a lo largo de nuestra historia nacional.

en la toma del juramento de un intendente de la provincia de buenos aires, se utilizó burdamente a un grupo de niños para retornar a adoctrinamientos facciosos que creíamos ya definitivamente superados en nuestra república.

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