El adiós a la cultura del esfuerzo en la educación

Según la autora, estamos nivelando para abajo en la cuestión educativa, con lo cual no sólo no se favorece ni se premia el esfuerzo personal, sino que tampoco se mejora la equidad social.

El adiós a la cultura del esfuerzo en la educación
El adiós a la cultura del esfuerzo en la educación

El 13 de noviembre leo con asombro una nota en la que se explica el cambio en el sistema de obtención de promedios de la escuela primaria (Ver: "La DGE defendió el modo de sacar los promedios", Los Andes, edición impresa, 13.11.2012); promedio que se utiliza para postularse al ingreso de la escuela secundaria.

En el nuevo sistema no se tendrán en cuenta ni los años repetidos ni las materias desaprobadas. Esta medida se suma a otra que impactó el ámbito educativo: la no repitencia de primer grado, que tuvo voces a favor y en contra.

No me extenderé en explicar aquí lo que cualquier maestro de primaria sabe: que el primer grado es fundamental, clave para el éxito del niño en los años posteriores y que la elección de la escuela secundaria es un premio para aquel que se esmeró durante siete años.

La consecuente falta de criterio pedagógico de ambas medidas es flagrante. Una de las aristas de la nueva normativa de la DGE es, por ejemplo, el impacto social y cultural de las mismas.

Según mi opinión en el cambio en la normativa subyace algo ya común: una modificación de los niveles de exigencia, niveles que se reducen, donde impera el claro criterio de nivelar por lo bajo.

La gravedad reside en la señal que damos a los niños y a los jóvenes. Señal que se podría remedar del siguiente modo: "Escuchen con atención niños, no se esfuercen, pues en Mendoza no se premia el esfuerzo, cada vez se exige menos. Hagan lo que puedan, luego algún funcionario encontrará la receta necesaria para salvarlos del desastre al que los condujo él mismo con sus políticas".

El que se esfuerza por lograr lo mejor puede esperar lo mismo que aquel que no lo hizo. A diferencia de los países con mejores resultados educativos, nosotros continuamos propiciando políticas de mediocridad. ¿No sería más saludable dejar claro desde la niñez y la juventud que queremos construir una sociedad equitativa, igualitaria, pero que la equidad implica justicia, dar a cada uno lo que le corresponde?

Lo trágico de la medida es que desdice todo lo que educadores sostenemos diariamente frente a nuestros alumnos: la excelencia necesita de esfuerzo, sacrificio y constancia; esto es, renunciar a gustos o comodidades en vistas de un bien más loable.

Manifestar que da lo mismo una cosa o la otra, que no marca una diferencia el esfuerzo y esmero, daña la ilusión por mejorar, por ver que el esfuerzo tiene frutos y que el fruto fundamental es el crecimiento personal.

Se desestima la tarea educativa de entusiasmar por lo valioso señalando que aspirar a más vale la pena, y se apuesta por el descenso del nivel y la exigencia, invitando a conformarse con lo mínimo, siendo ese mínimo cada vez menos exigente.       
         
"No importa cuántas veces haya desaprobado el chico, el tiempo que le tome no tiene que ver con el esfuerzo", agregó una funcionaria de la Dirección General de Escuelas, en el artículo citado. Claro que olvidó comentar que el alumno que se esmera puede esperar lo mismo que el que nunca lo hizo.

Coincido con la funcionaria que muchas veces el fracaso del niño no tiene nada que ver con su voluntad de mejora, sino que este fracaso tiene causas múltiples y complejas (familiares, sociales, económicas, culturales, etc.); sin embargo, existen muchos niños en condiciones socio-económicas y culturales similares, donde la diferencia la marca el esmero. Y esto es lo que hoy se pone en jaque.

Para finalizar y no dejar lugar a dudas, quiero que quede claro que mi posición no constituye una postura elitista ni de fragmentación social.

Estoy convencida de que debemos como sociedad brindar apoyo a todos los estudiantes, lo que se significa ofrecer más atención y dedicación a aquellos que tienen problemas, aunque sin afectar el rendimiento de aquellos que se esfuerzan.

Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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