Cuando en la mañana de ayer la Asociación Argentina de Actores dio a conocer la noticia del fallecimiento, a los 59 años, del gran actor Alejandro Urdapilleta, no dio a conocer las causas del deceso de un intérprete tan talentoso como multifacético que se inició a fines de los años 70 formando un trío junto a otros dos grandes: Batato Barea y Humberto Tortonese.
Urdapilleta había nacido el 10 de marzo de 1954 en Montevideo, ciudad donde la familia se había establecido en disidencia con el peronismo, ya que su padre era un militar golpista de nombre Fernando Urdapilleta, luego gobernador de Jujuy durante la dictadura cívico militar de 1976.
Después de un extenso viaje por Europa en plena juventud, que lo llevó a desarrollar las más disímiles tareas como forma de subsistencia, Alejandro fue una figura consular del Parakultural, ese sótano porteño del que emergió una movida teatral notable que contó con figuras impactantes y cuya influencia llega hasta hoy en el teatro oficial.
En esos años, junto a Barea y Tortonese, enarbolaron espectáculos como “Alfonsina y el mal”, “La carancha”, “El método de Juana” y “La moribunda”, en donde la transgresión escénica y la buscada confusión de sexos saltaban a la calle e incurrían en arriesgados juegos.
Esos brillos obtenidos en el teatro experimental y, a su manera, marginal durante la recuperación democrática, le reportaron una fama que, aunque hasta entonces desplegada en el pequeño círculo de los conocedores, fue creciendo hasta trascender el “under”.
Su encuentro con Gasalla en los 90 motivó que el gran bufo lo incluyera junto a Tortonese en su programa de TV, donde entre talentosísimas personificaciones llegó a satirizar a Mirtha Legrand con un perfil descollante.
Ya menos transgresor, y mientras se dedicaba a la escritura -además de sus esquicios para TV y el teatro escribió la novela “Vagones transportan humo”- tuvo la oportunidad de lucir tu talento en la escena oficial y ganar premios, entre ellos cuatro veces el ACE.
Tuvo grandes actuaciones en las puestas de "Hamlet, o la guerra de los teatros", dirigido por Ricardo Bartís, "Martha Stutz", de Javier Daulte, "Almuerzo en casa de Ludwig W", de Thomas Bernhard, con dirección de Roberto Villanueva, "Mein Kampf, una farsa", de George Tabori, dirigida por Jorge Lavelli, y "Atendiendo al Sr. Sloane", de Joe Orton, por Claudio Tolcachir.
En 2006 asumió el protagónico de "Rey Lear", de William Shakespeare, en el Teatro San Martín, tras el alejamiento de Alfredo Alcón en desacuerdo con el director Lavelli.
Su actividad como dramaturgo estuvo opacada por lo actoral, pero igualmente dejó textos incisivos como "Los fabricantes de tortas", "Suspiro crudo fosforescente", "Nos mean y dicen que llueve", "Desbordadas", "La paralítica", "Tres al hilo", muchos de ellos representados por elencos provinciales.
En TV se hizo notar además en la miniserie "El garante" (1997), "Tiempo final", "Tumberos", "Sol negro", "Mujeres asesinas" (Premio Martín Fierro por las tres) y "Lo que el tiempo nos dejó" en 2010, su último trabajo en la pantalla chica.
En el cine, en cambio, compuso su último personaje en "Verano maldito" (2011), de Luis Ortega, junto a la protagonista Julieta Ortega, y tuvo lucimientos en la prohibida "Kindergarten", de Jorge Polaco, "La sonámbula", de Fernando Spiner, "La niña santa", de Lucrecia Martel, "La antena", de Esteban Sapir, entre otros títulos.
Estaba ausente de los escenarios desde hacía más de dos años.