Fue, desde el inicio, un Trovador de Cuyo, fue colega y compadre de Hilario Cuadros, tocó mano a mano con Tito Francia y le puso cuerdas a las obras de artistas como Antonio Tormo y Félix Dardo Palorma. Además, este compositor de culto, contó con un sinfín de experiencias preciosas y premios prestigiosos.
Falleció a los 96 años. Su recuerdo, sus logros, sus partituras, mantienen vivo el fuego de la inspiración y la guitarreada.
Historia de guitarras
Es sabido que la biografía de Santiago Bértiz recopila casi toda la historia del folclore cuyano del siglo XX.
Gran guitarrista y luthier, su huella como artesano de la música diseña una trayectoria que es rastreable tanto en los quintos cuyanos, como en las guitarras y, sobre todo, en los guitarrones. De hecho, el guitarrón que posee la actual formación de Los Trovadores de Cuyo es una obra del maestro Bértiz.
Pero también su veta resurge en las composiciones que interpretó y en el talento de su hijo Pepete Bértiz, quien, por largo tiempo, acompañó con sus cuerdas nada menos que a Mercedes Sosa.
Familia folclórica
Como ocurre con los folcloristas, su hogar se convirtió en centro de reunión: su casa de la calle Lamadrid, de Guaymallén, le abrió las puertas a un sinfín de músicos importantes, no sólo albergó a referentes locales sino al permanente circular de artistas de otras latitudes.
Esposo de Zulema, tuvo 6 hijos: Coco, Titi, Laura, Luli, Pepete y Chichí, todos ellos, amantes de la música.
Cuando era un niño de diez, allá por el ’29, a instancias de una madre inspirada, comenzó a tocar la guitarra.
Enseguida mostró talento: entre los 18 y los 20, ya se lo sabía guitarrista de Radio Aconcagua, (actual Radio Nacional), donde acompañó a grandes cantores de Buenos Aires que venían a actuar a la provincia, gente de la talla de Edmundo Rivero y Argentino Ledesma.
Corría el año 1944; con sólo 25 años, Santiago se convertía en uno de los integrantes de la primera formación de los Trovadores de Cuyo junto a Hilario Cuadros.
Pero a él, también, le llegó el momento de volar: después de Los Trovadores de Cuyo, Bértiz partió rumbo a Buenos Aires para transformarse por los 10 años siguientes en el guitarrista de Antonio Tormo.
El reconocimiento llegó a tiempo: primero, la Legislatura Provincial le otorgó la Distinción Sanmartiniana, en 1997. Luego, la Municipalidad de Guaymallén lo declaró “ciudadano ilustre”, en 2001.
Desde hace tiempo se mantenía alejado de la música. Pero la música, nunca más se pudo alejarse de él. Influyó a generaciones enteras que abrazaron y abrazan la canción cuyana con la misma pasión de Bértiz.
Última charla
Uno de los últimos encuentros con la prensa que tuvo Bértiz fue llevado a cabo por el periodista de Los Andes, Claudio Barros, quien para un documental que todavía no se estrena, bajo la dirección de Matías Rojo, Andrés Fontana y Gaspar Gómez, charló durante todo una tarde con el músico. Sucedió en marzo de 2013, en su casa de Guaymallén. “Fue una experiencia inolvidable. Él estaba muy lúcido a los 94 años, con ganas de recordar sus inicios y su carrera en la música -cuenta Barros-. Pero lo hacía todo con muchísima humildad. Pensá que hizo cosas muy importantes, pero las citaba como un trabajo más, un trabajo cualquiera. Casi sin tener conciencia de que hizo historia de la música”.
A Barros le llamó la atención una de sus anécdotas: Bértiz no se despegaba de su guitarra ni a la noche. La criolla quedaba al lado de la cama. “Y hablaba todo el tiempo de ese instrumento como si hubiera sido su esposa -retoma el periodista-. Su familia nos había dicho que hace años que no tocaba la guitarra. No obstante, al final de la charla se lo pedimos. Y fue una gran sorpresa cuando, como si fuese un regalo, se puso a tocarla. Impresionante”.