A los 99 años falleció Héctor Otegui, maestro de pintura, Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto, y uno de los personajes más queridos de su ciudad, según informó diario La Voz.
Otegui había cumplido 99 años el 13 de mayo. Sufría Parkinson y en los últimos meses tuvo varias caídas que deterioraron su estado de salud.
"Yo he pintado mi ciudad, las cosas de mi época que se van perdiendo, los carritos, las casas de antes, estancias, ríos… Mi vida ha sido linda. He viajado mucho, conocí gente de todo tipo. He sido muy feliz", confió el maestro en su último reportaje.
Fue profesor de Bellas Artes y sus obras llegaron a importantes museos y pinacotecas, pero siempre enseñó gratis en su barrio, en la escuelita "La mancha". Solía recorrer el barrio Alberdi, con crayones en el bolsillo, para invitar a pintar a los niños que jugaban en la calle. Conversaba con todos. Con sencillez y humor compartía innumerables anécdotas. Se reía hasta de cierta dificultad que tenía para oir, desde pequeño. "Jamás cobré por enseñar a pintar, por eso tengo mucha gente", bromeaba.
“Si algo he aprendido en la vida es que nadie es más que otro, todos sufrimos, todos gozamos. Cada uno tiene su berretín. El mío ha sido la pintura”, dijo hace dos meses.
Otegui nació en Pergamino pero desde los dos años vivió en Río Cuarto. Fue pintor, escultor, escenógrafo, restaurador y poeta. Becado por su talento, se perfeccionó en España con el maestro Julio Moisés, a quien recordaba como "príncipe de pintores" y valoraba como su mentor. Los lienzos con sus paisajes del sur provincial llegaron al museo de Arte Moderno de Abilene (EEUU) y a pinacotecas de España, México, Chile, Francia y Perú.
Otra de las grandes figuras de Río Cuarto, el escritor Juan Filloy, expresó sobre la obra de Otegui: "Mientras la mayoría se desorbita en paroxismos de humor negro, en demencias de colorinche psicodélico, en agonías de hórridos betunes, él pinta como se debe pintar. Con la sensibilidad todavía normal. Con el espíritu no estragado aún por las teorías en curso. Y con el alma llena de candor y la humildad que preconiza Eliot para lograr el milagro del arte".
Con su esposa, Miguela del Carmen Martínez (fallecida) Otegui tuvo dos hijos: Carlos (fallecido) y Adriana, quien lo acompañó hasta sus últimos días.
En lo que fue su atelier hoy funciona un Museo (Guemes 301, barrio Alberdi) donde Otegui había colgado un gran zapallo, "para recordar que el que se cree más que otro es un zapallo", explicaba el maestro.