Difícilmente pueda encasillarse en una sola faceta a Julio César Bac, fallecido el domingo a los 98 años, pero sin lugar a dudas será recordado como un pionero de la publicidad mendocina.
Julio –noveno hijo de un comerciante francés y una madre mendocina- se dedicó por entero a esa actividad, fundando una agencia publicitaria que abrió en 1943 cuando tenía 22 años, medio de gran prestigio que se prolongó durante seis décadas, hasta que en agosto de 2003 la cerró para siempre.
Había transcurrido una vida en la profesión, que arrancó de manera azarosa y artesanal siendo muy jovencito y colocaba carteles de promoción de artículos y negocios en las canchas de fútbol, en la década del '40.
Pero como al hombre le gustaba vender, comenzó a ofrecer publicidad callejera en su pueblo natal, Luján de Cuyo, y luego en otros departamentos.
Con 18 años buscó y consiguió trabajo en LV 10 Radio de Cuyo, donde aprendió los secretos del oficio a las órdenes de legendarios periodistas y publicistas. Esa inclinación a la difusión de noticias y eventos se plasmó en la creación de un periódico, "La Voz de Luján", que dejó de salir hacia los '50 del siglo pasado, y que longevos residentes de la ciudad a orillas del río Mendoza deben recordar. Hizo programas de radio que marcaron hitos, como Panoramas Departamentales, cuando la popular emisora estaba en el "palacio de cristal". Un eslogan que popularizó por aquellos años fue "El pichón de San Martín…"
Fue un pionero que se extendió a todo Cuyo y a Buenos Aires, donde incursionó en la publicidad callejera junto a Tamaro Rizzuto.
Pero, Julio fue también un dirigente gremial empresario muy dedicado y comprometido, que fundó y presidió varias veces la Asociación Mendocina de Agencias de Publicidad (AMAP), y tuvo estrecha relación con la Cámara de Medios de Difusión (Camedi).
Su labor de conducción también se plasmó en la Unión Comercial e Industrial (UCIM) y en numerosas entidades de servicio y bien público, como el Club de Leones, en el que alcanzó diversas jerarquías.
Bac hizo un culto de la amistad y prueba de ello es su persistencia en promover reuniones en su casa con diversos grupos de amigos, algunos de su terruño natal, otros del periodismo o de instituciones en las que participó, como el Golf Club Andino, deporte que, dicho sea de paso, lo tuvo como un cultor entusiasta, siempre jugando para el equipo "sub 100", como solía decir de manera socarrona.
Gran colaborador de la sección Opinión de este diario, publicó numerosas notas describiendo una Mendoza de antaño, con costumbres y hábitos que deben haber hecho sonreír a más de un lector. Uno de sus últimos trabajos, que entregaba redactados a mano o en máquina de escribir, estuvo dedicado al Día del Amigo, donde dejó expresada su concepción de la amistad. "Es un bálsamo, una caricia para el alma y una oportunidad que estimula a seguir viviendo en paz y con optimismo", escribió entonces.
Sus restos fueron despedidos en Los Andes Memorial por muchas personas que lo conocieron y trataron. También estaban su hija, Miriam Beatriz, y sus tres nietos, que le proporcionaron el cariño de siete bisnietos. Su familia estuvo integrada en el pasado por su esposa, Lilia Agustina Vila y su hijo Julio César Bac (h), ambos ya fallecidos hace más de dos décadas.