La FAO (ONU, Fondo para la Agricultura y alimentos, sigla en inglés) identifica a América del Sur como la región de mayores recursos hídricos del mundo, considerando ríos, lagos, humedales y acuíferos. En Brasil solamente se encuentra 12% del agua dulce del mundo y América del Sur dispone de 53% del total mundial.
El acuífero Guaraní, uno de los mayores del planeta, tiene una superficie de aproximadamente 1.200.000 km2 y comprende el subsuelo de los cuatro países del Mercosur. 19% en Argentina, 70% en Brasil y 11% entre Paraguay y Uruguay.
Este reservorio fue formándose durante más de 100 millones de años y se estima que puede cumplir con las necesidades de 360 millones de personas. De hecho, está siendo explotado por los países señalados. Brasil usa esos recursos en un 60% del total de sus necesidades, especialmente en estos tiempos de sequía en los que el agua de superficie es escasa en ese país.
Medida en volumen, la dimensión del Guaraní alcanza 55.000 km3 encontrándose a una profundidad de 50 hasta 1.500 metros según las zonas.
El acuífero es monitoreado especialmente en Brasil para verificar el grado de pureza del agua, aunque esto se ve dificultado debido a que muchos pozos se encuentran en propiedades privadas.
Estudios recientes han detectado la presencia de arsénico, flúor o sales no compatibles con el consumo humano. De igual modo estos no son los únicos problemas ya que ese reservorio no es fácilmente accesible debido a su profundidad, su dispersión o a la consistencia del suelo circundante; no obstante ello, provee de agua a unas 500 ciudades de la región.
Nuestro país tiene también numerosos acuíferos menores distribuidos en buena parte de su territorio que, junto con humedales, lagos y ríos, aseguran buena disponibilidad de agua dulce para nuestra población, y lo convierte además en atractivo para nuevas inversiones agroindustriales, principalmente en la región centro-este, mientras que quienes vivimos en el oeste dependemos principalmente de los glaciares andinos, hoy duramente atacados por el calentamiento global.
El papel de los acuíferos en el mundo es sumamente importante desde que son la primera fuente de agua dulce del planeta. Grandes conglomerados urbanos dependen de esa agua para vivir. Francia, Inglaterra, Canadá y Estados Unidos son claros ejemplos, y es debido a su importancia que estos países desarrollan grandes esfuerzos para cuidarlos del sobreuso y la contaminación ya que 2.000 millones de personas necesitan de ellos.
Pero, no en todas partes se toma esto con responsabilidad. Hay denuncias recogidas por diarios brasileños de que alrededor de 500 pozos en zonas rurales de San Pablo son abandonados sin sellado sanitario, lo que ocasiona una fuente directa de contaminación por la penetración de aguas servidas o simplemente de aguas de lluvia que arrastran residuos tóxicos, producto de actividades industriales o agropecuarias de la región.
Por su parte, los humedales son aliados indispensables para los pueblos rurales, y en el caso de América Latina, gran parte de esas poblaciones viven gracias a ellos.
La biodiversidad que allí existe genera medios de vida para mucha gente, comenzando por el aprovechamiento de la humedad para la agricultura, la pesca, el pastoreo, la actividad forestal y el turismo, entre otras. Gran cantidad de lagunas, esteros, y pantanos se esparcen y ayudan a todos los países de la región a mitigar los efectos de la desertificación, y principalmente a conservar la biodiversidad.
El Pantanal es una de las áreas anegadizas más grandes del mundo y es compartida por Brasil, Bolivia y Paraguay. Este gigantesco humedal se encuentra ubicado mayoritariamente en la parte suroeste de Mato Grosso do Sul (Brasil).
Toda la región es vista con mucho cuidado por la riqueza de la biodiversidad y, en este aspecto, la parte boliviana parece ser la menos explorada, por lo que podría ser la más valiosa en cuanto a su importancia biológica.
En su totalidad, el Pantanal está situado en una llanura aluvial perteneciente a la cuenca del río Paraguay y ocupa una superficie de 250.000 km2. Allí se concentran varias cuencas hidrográficas que hacen de marco a este verdadero santuario ecológico.
En nuestro país, los esteros del Iberá y los bañados del río Dulce y la laguna Mar Chiquita, entre muchos más, son calificados, al igual que el Pantanal, como sitios Ramsar, que es una organización de más de 170 países destinada a la protección de humedales en todo el mundo.
El emblemático Iberá tiene una extensión aproximada de 1.300.000 hectáreas, superficie en la cual vive gran cantidad de especies acuáticas, aves, reptiles y mamíferos y abundante flora lacustre, en donde hay numerosas áreas pertenecientes a sectores privados nacionales y extranjeros que suelen dificultar algunas actividades de protección y cuidados de la biodiversidad en el área.
Los humedales, como todo sistema dinámico, no están exentos de riesgos y amenazas: desarrollo inmobiliario e infraestructural, fenómenos climáticos extremos, agricultura intensiva, introducción de especies no autóctonas, instalaciones industriales no controladas y sus residuos, etc.
Cualquier tipo de contaminación puede ser peligroso porque los humedales son las principales fuentes de reposición de los acuíferos, por eso son considerados los riñones del planeta.