Desde que asumió, Mauricio Macri intentó acelerar las negociaciones entre la UE y el Mercosur, pero no encontraba en Brasil el acompañamiento, hasta que llegó Jair Bolsonaro, decidido a transitar rápidamente en dicha dirección. No obstante, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha sido un férreo opositor, sosteniendo el proteccionismo francés a su producción agrícola.
Sin embargo, en los últimos meses las negociaciones se aceleraron y, aunque se están tratando de acordar algunas excepciones o cupos, los sudamericanos creen que se podría llegar a un acuerdo final hacia fin de junio, mientras que los europeos, más cautos, hablan de fin de este año, aunque por ahora no parece haber una solución definitiva cercana. Como es lógico, eso sería un primer paso entre los negociadores ya que luego se necesita aprobación legislativa de cada acuerdo por parte de cada uno de los países miembros, que debe ser unánime e implica plazos bastante largos hasta que se consigan los acuerdos, si se consiguen.
Si bien estamos hablando de tiempos aún indefinidos han comenzado a aparecer oposiciones de algunos sectores que, en principio, habían dado su conformidad para avanzar en las negociaciones. Pero ante la cercanía del acuerdo final levantan voces de alerta porque desconocen los términos finales o porque los que lo conocen muestran desaveniencia.
A pesar de haber expresado la esperanza de la apertura de mercados y haber dado conformidad, ahora se expresan dudas u oposiciones.
El sector de los frigoríficos, por ejemplo, reclama que las cuotas para exportar carnes sean superiores a las 100.000 toneladas y que se fijen plazos más cortos para su ampliación. Los productores lácteos y de quesos han expresado sus dudas por las altas protecciones que los países productores europeos tienen fijadas para sus producciones con Denominación de Origen Controlada.
Donde hubo sorpresa fue en el sector vitivinícola, el que tradicionalmente era aperturista reclamando por más acuerdos de libre comercio para poder comerciar en igualdad de condiciones con competidores como Chile. No obstante, voces de la Coviar (actuando como entidad gremial empresaria) se oponen al acuerdo advirtiendo que los europeos van a inundar nuestro mercado con sus excedentes, atacando sobre todo a Brasil, que es uno de nuestros principales mercados.
Desde el sector cooperativo, también surgieron voces de alerta en cuanto a que se deberían eliminar cargas impositivas que afectan internamente a los vinos y les complican la competitividad.
Por su parte, Bodegas de Argentina ha ratificado su apoyo a las negociaciones en la confianza de que Argentina ganará muchos mercados y descartando que pueda haber una invasión de vinos europeos, aunque también piden adecuaciones impositivas
Es indudable que una apertura de mercados exige poner al país en posición competitiva porque, de lo contrario, será el mismo Estado el que conspire contra la competitividad de las exportaciones. Seguramente, el gobierno nacional, que está entusiasmado con esta idea, habrá tomado las previsiones y, si hace falta modificar leyes, ya debieran estar siendo tratadas en el Congreso, antes que el mismo acuerdo. La falta de adecuación no solo perjudica a los exportadores sino a quienes venden en el mercado interno si deben seguir soportando las actuales cargas contra productores que no las tienen o que además gozan de subsidios.
El problema es que las negociaciones están avanzadas y el sector vitivinícola venía dando su aprobación. Es real que las posibilidades de ganancias de mercado son muy importantes, pero también es cierto que el vino, en el mundo, hoy enfrenta una mayor competencia contra la cerveza y otras bebidas sustitutas debido a los cambios de hábitos de consumo de las nuevas generaciones y esto exige una adecuación general de la industria para reconvertirse.
Los nuevos caminos no deben generar un miedo paralizante sino un análisis inteligente para modernizarse.
