Lo sucedido con el altercado que mantuvieron al aire el diputado nacional Andrés “Cuervo” Larroque y un periodista de la televisión pública, no hizo más que ratificar la prepotencia y la intolerancia en que suelen caer los políticos, especialmente aquellos que comulgan con el oficialismo, cuando les incomoda alguna pregunta realizada por un representante de la prensa.
Y más lamentable aún fue la reacción de los “compañeros” -tanto en la acepción laboral como en la política- integrantes de un programa pseudo periodístico de la televisión pública que dedicaron gran parte del espacio para castigar a una persona que tuvo la osadía de formular una pregunta que también se hacían millones de argentinos.
Lo sucedido con el diputado nacional Larroque no es nuevo. Es una de las pocas personas que tiene acceso a la mesa chica del poder, que preside la organización La Cámpora y que también se ha convertido en el jefe máximo de Unidos y Organizados.
Al decir de quienes tienen acceso a la toma de decisiones, Larroque es quien negocia con los intendentes los fondos para la realización de obras, siempre y cuando comulguen con la intención reeleccionista y el verticalismo total hacia la Presidenta.
El manejo del poder y del dinero que aportamos todos los argentinos, pareciera haber sobrepasado su capacidad de discernimiento y en lugar de dialogar o discutir ideas, adopta actitudes autoritarias, como cuando en medio del plenario de comisiones que discutió el acuerdo con Irán para interrogar a los acusados del atentado por la causa AMIA, le gritó “atorranta” a una diputada nacional del Pro.
Aunque, también vale aclararlo, suele ser “versátil” y cambiar de posición en forma inmediata, como sucedió con la designación de monseñor Bergoglio como Papa Francisco. Los integrantes de La Cámpora, la agrupación que preside, abucheó al Sumo Pontífice durante un discurso de la Presidenta pero luego, cuando el pueblo argentino demostró su alegría y satisfacción por la designación, Larroque organizó un acto en una villa de Barracas para seguir de cerca la asunción del Sumo Pontífice.
Pero quizás el acto que marcó más claramente el accionar del cuestionado legislador nacional se dio cuando un periodista de la televisión pública tuvo la “osadía” de preguntarle por qué se utilizaban chalecos de La Cámpora para distribuir mercaderías que todos los argentinos, sin distinción ni color político, habían donado anónimamente. Casi fuera de sí, el legislador y jefe de la agrupación no sólo le preguntó el nombre, sino que se dirigió hacia él de manera prepotente y autoritaria.
Inmediatamente después y ante la avalancha de adhesiones que se sumaron hacia el periodista, quienes salieron a defender a Larroque no fueron sus militantes, sino los integrantes del programa ultrakirchnerista de la televisión oficial, “678”, quienes cargaron contra su compañero de trabajo calificándolo de “corporativo” y recordaron su pasado en otro canal no oficial, en una actitud que careció de objetividad y que estuvo cargada de términos y frases descalificadoras.
Juan Miceli, el periodista atacado, respondió visiblemente afectado que estaba “solo en todo esto” y recordó que uno de los integrantes del panel de 678 también había trabajado en un canal independiente.
Las actitudes del diputado Larroque y las de los pseudo programas periodísticos del canal oficial y otros paraoficiales, no hacen más que degradar la actividad política que resultó severamente castigada en 2001, que había logrado recomponerse y que ahora se ve afectada por actitudes prepotentes y autoritarias de un oficialismo que no admite el mínimo disenso.
