La actitud de las FARC en el diálogo por la paz

El gobierno de Colombia y las FARC han iniciado conversaciones en la búsqueda de alcanzar la paz definitiva, pero el grupo guerrillero plantea exigencias prácticamente inaceptables. Es el momento en que la comunidad internacional presione para que el diál

La actitud de las FARC en el diálogo por la paz

Luego de tres fracasos anteriores en los últimos treinta años, el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) iniciaron conversaciones para alcanzar la paz, en la intención de poner fin a un conflicto que se ha mantenido durante los últimos cincuenta años y que deja miles de muertos. Una iniciativa que cuenta con el apoyo internacional, que si bien no se involucra en las cuestiones internas de un país, insiste en que la confrontación finalice.

Sin embargo, lo que no se puede entender es la actitud de las FARC que, pese a actuar en la clandestinidad, insisten en imponer condiciones, asegurando que la paz "no significa el silencio de los fusiles", sino que abarca también transformar la estructura del Estado y la economía.

Las FARC, una organización de tendencia marxista-leninista, surgieron en 1964 cuando, como grupo guerrillero, enfrentaron a una gigantesca operación militar. Sus acciones ejercen presión sobre 24 de los 32 departamentos de Colombia y se manifiestan a través de la guerra de guerrillas. Están integradas por unos 4 mil combatientes y su accionar es muy difícil de controlar porque se mueven en el interior de la selva y si bien en los últimos años han sufrido bajas importantes, aún siguen activas.

En numerosas oportunidades la comunidad internacional cuestionó con dureza el accionar del grupo subversivo. El Papa Benedicto XVI recibió al padre de uno de los secuestrados y el primer ministro de Francia encabezó una misión diplomática que culminó con la liberación de la ex candidata a presidente, Ingrid Betancourt. Fue ella quien acuñó una frase que recorrió el mundo: "Aquí (durante su secuestro) vivimos muertos".

La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se sumó a las críticas cuando cuatro secuestrados -un militar y tres policías- fueron asesinados por sus captores durante un enfrentamiento con el ejército colombiano. Uno de ellos era considerado el rehén más antiguo por haber pasado 14 años en cautiverio. "Fue una actitud de total desprecio por la vida, una falta de humanidad", dijo la funcionaria de la ONU.

Con ese cúmulo de "antecedentes" no puede aceptarse que las FARC intenten imponer condiciones en el diálogo por la paz que se inició en Noruega y que continuará en Cuba. Más aún cuando el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, modificó la actitud de su antecesor y decidió priorizar el diálogo por sobre la confrontación. Entre otras exigencias, las FARC plantean que en la mesa de negociaciones esté sentado el líder guerrillero Simón Trinidad, quien purga una condena de 60 años de cárcel en Estados Unidos, recibiendo la negativa del representante oficial.

Por de pronto, se ha establecido una agenda de conversaciones que se centran en el desarrollo agrario, participación política, narcotráfico, desarme y derechos de las víctimas, mientras el "cese del fuego" será dejado para el final del proceso. El Gobierno ha demostrado poner su mejor buena voluntad para alcanzar la solución del conflicto por la vía pacífica, pero el grupo guerrillero continúa anteponiendo exigencias inaceptables, lo que no hace más que ratificar su escasa propensión al diálogo. Es el momento de que la comunidad internacional ejerza la necesaria presión política para erradicar ese tipo de organizaciones violentas; el mejor antecedente se da con lo que sucedió con la ETA, en España y Francia.

La solución definitiva debe pasar por alcanzar la paz en forma permanente, priorizando los valores democráticos.

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