Aunque no lo veamos, el Aconcagua siempre está. Este símbolo de Mendoza, que todos los años recibe a miles de deportistas y turistas provenientes de todos los puntos cardinales, es uno de los más representativos de estas tierras.
Son numerosos los nombres que ha recibido: El Coloso o el Techo de América, El Centinela de Piedra, La Muralla, entre tantas otras denominaciones que sirven para referirse al emblema provincial, y una de las razones por las que los mendocinos somos conocidos en el mundo.
Esta mole causó fascinación a los indígenas locales -araucanos y aimarás-, quienes consideraron, según se cree, que era un volcán porque observaban que las nubes parecían salir de la cima y que constituía un refugio divino.
Se dice que de estas tribus deriva su nombre, ya que el pueblo aimará lo denominaba Kon Kawa: Monte Nevado. Otras etimologías lo vinculan a la palabra Cahuak o "el que observa" y de igual forma Ackon, que quiere decir "de piedra".
Tal es su importancia, a esta altura casi resulta repetitivo mencionarlas, que muchas veces ha salido en primera plana en Los Andes y en otros medios y es el relato obligado de los blogs de todos los montañistas que alcanzaron su cumbre.
A partir de hechos felices, como la inauguración de temporada o alguna destacada proeza, o tristes, como la pérdida de algún deportista -innumerables extravíos de por medio-, el pico más alto de este lado del planeta siempre ha trascendido y seguirá siendo un imán.
Además, el Parque Provincial Aconcagua convoca a miles de visitantes que esperan ver el cerro desde la ciudad -imagen fabricada por las empresas de turismo-, pero deben desplazarse unos 190 kilómetros para poder maravillarse con este monumento natural.
Nueva altura
Uno de los últimos motivos por los cuales el Aconcagua fue noticia se debió a su altura. Durante muchos años la cifra oficial fue de 6.959,6 metros sobre el nivel del mar. Desde 1956 y con métodos de la época se obtuvo esta cifra, que hasta hace unos días no había sido oficialmente modificada.
En el medio, muchos fueron los aventureros que arrojaron en el ámbito de los montañistas sus propios datos. Parte de la idiosincrasia del deportista obstinado gracias al GPS cada uno quiso ser parte de la historia mostrando que el techo de América era más alto de lo pensado, dejando de lado el hecho de que esta forma de mensura no es del todo precisa.
Pero a principios de setiembre, los números oficiales fueron modificados porque cambió la forma de medir al Coloso. Miembros del programa Sistema de Investigación Geodinámico Monte Aconcagua (Sigma) y del Instituto Geográfico Nacional (IGN), entre otros, determinaron que mide 6.960,8 metros sobre el nivel medio del mar. A la medida por GPS se le adicionaron las hechas por gravimetría y se arribó al resultado oficial que determinó que la montaña es 1,20 cm más alta. Eso sí, a partir de otra tecnología.
Despedida en su ley
Lamentablemente, cada temporada, en general, el Aconcagua se ha cobrado una o más víctimas, producto de la imprudencia o las condiciones climáticas adversas que derivan en mal de altura, caídas, hipotermia o afecciones en el corazón. Según afirman los expertos, las adversidades climáticas son inevitables, situación que se agrava si el montañista, en el deseo irrefrenable de hacer cumbre no respeta a la naturaleza y a las condiciones que impone el tiempo.
Una de las temporadas trágicamente recordadas es aquella de 2008-2009, cuando se registraron seis decesos, entre ellos el de Federico Campanini, un mendocino que arriesgó su vida, y la perdió, para salvar a sus compañeros de expedición, quienes a pesar de las acusaciones que se les hicieron por abandono de persona, reconocieron que fue gracias a Federico que conservaron su vida.
En aquella oportunidad también perdió la vida la italiana Elena Senin, cuyos familiares, años más tarde, donarían un refugio en el Aconcagua en honor a ella y para que otros montañistas puedan utilizarlo.
Los primeros
El alpinista inglés Edward Fitz Gerald dirigió, en el verano del año 1897, la expedición que logró el primer ascenso absoluto del Aconcagua, por la parte noreste, luego de haber atravesado el valle del río Horcones. En aquella ocasión quien llegó a la cima fue un miembro de su grupo: Matías Zurbriggen.
En tanto, el primer argentino en hacerlo fue el teniente Nicolás Plantamura, quien casi cuarenta años más tarde del primer ascenso, coronó el cerro en compañía de alpinistas italianos. Tras ellos y cada temporada, muchos fueron los que intentaron alcanzar el punto más alto. Algunos lo lograron y otros se quedaron a mitad de camino o a tan sólo unos metros.
Entre los últimos famosos que intentaron el ascenso máximo se encuentran Facundo Arana y Julián Weich. El primero -en una iniciativa solidaria- pudo alcanzar los casi 7 mil metros de altura, mientras que Weich, quien estaba realizando un documental reality, no pudo alcanzar la cima porque se complicó su estado de salud.