El 25 de agosto participé, como organizador, del Pre Foro de la Calidad Educativa y tuve el honor de dar apertura al mismo en nombre de la Mesa de Encuentro por la Educación. Pero si pude participar fue porque mi interés por la educación tuvo cobijo en instituciones que me brindaron su apoyo: debo agradecer al ITES (Instituto para la Transformación del Estado y la Sociedad) y al Instituto Sapiencia, instituciones mendocinas dedicadas a la mejora de la educación y a la consecución del bien común.
Quizás lo más plausible de este foro fue el esfuerzo mancomunado de ONGs, como Proyecto educar 2050 y la Mesa de encuentro por la educación de Mendoza, cámaras empresariales, como el CEM, para contribuir en la medida de sus posibilidades a la mejora de la educación de Mendoza y del país. Y aún más plausible que este esfuerzo fuese acompañado por la actual gestión educativa del gobierno de la provincia.
Estuvimos allí porque nos interesa y nos preocupa el presente y el futuro de nuestro país y de nuestra provincia, porque nos interesan y nos preocupan los niños y jóvenes que hoy tienen un futuro incierto:
a. Incierto porque la escuela y la sociedad toda no encuentran el rumbo adecuado para esclarecer sus vidas, pues hemos olvidado que la educación es, ante todo, enseñar a vivir.
b. Incierto porque los especialistas nos perdemos en el bosque de accidentes (datos, estadísticas, comparaciones) y perdemos de vista lo sustancial: que educar es brindar a ese niño, a ese adolescente, las posibilidades para formar su personalidad.
Así como en1974 el sistema finlandés cambió radicalmente cuando todos los sectores del país entendieron que la educación no elevaría su calidad sin hacer de ella una política educativa y de ello hicieron un acuerdo conocido como el “consenso de Finlandia”, 2016 tiene que ser para Mendoza y el país el momento de un gran consenso. Hoy la nación nos exige grandeza, como la que demostraron los congresales de Tucumán hace 200 años que, a pesar de sus diferencias, se unieron en una causa: la independencia. Hoy esta independencia exige ser vigorizada, renovada, y esto sólo lo lograremos formando a las futuras generaciones. Nuestros niños y jóvenes sólo podrán afianzar la independencia si los educamos para ello.
Sin embargo, no es nuestro propósito permanecer en la crítica estéril ni en el frío análisis de estadísticas. Nuestro propósito es colaborar, construir, contribuir a la edificación de una sociedad más noble por el camino pertinente, que no es otro que el de la educación.
Imitar la grandeza de los congresales de la Independencia implica asumir los desafíos de la hora, el coraje de realizar profundos cambios:
Definir y concretar un programa educativo integral.
Recuperar y fortalecer la escuela pública, como pilar de un genuino cambio social, de la constitución de una sociedad justa y pacífica, no enfrentada por las ideologías y que sea capaz de superar la “grieta” que hoy separa a los argentinos.
Elevar el nivel de la escuela pública a fin de colocarla en una posición de liderazgo social en la Argentina y el Mundo.
Mejorar la educación para los que menos tienen, de modo de favorecer la inclusión real, mediante la inserción de los marginados en el mundo del trabajo y en la vida social.
Recuperar la universidad argentina como ámbito académico de excelencia, referente de la cultura, ámbito propicio para la creatividad intelectual, artística y productiva.
Fortalecer la autonomía institucional y la participación activa de la familia para evitar su instrumentalización ideológica, como se realizó hasta hace pocos meses.
De allí que sea necesario:
La acción conjunta de la familia, del Estado y de los cuerpos intermedios, Intentar que el sistema escolar sea nuevamente un genuino sistema educativo que se dirija a la conformación de una sociedad integrada, cuya impronta sea la concordia.
Un sistema escolar capaz de fomentar la cultura del trabajo y no del subsidio que fomenta el clientelismo.
Finalmente, el desafío necesario y urgente es la conformación de un proyecto educativo en concordancia con un proyecto de provincia y de nación, forjados a la luz de nuestra historia y nuestra tradición, proyectos hoy inexistentes.
Hace poco afirmaba nuestro presidente: “Tener una idea, armar un plan, ver que empieza a tomar forma, pensar en equipo, avanzar, soñar.
De esto se trata lo que hacen los emprendedores, personas que se paran ante la vida con una actitud positiva y buscan transformar la realidad desde su lugar. Los argentinos estamos para más. Tenemos el talento y la creatividad necesarios para impulsar el nacimiento de nuevas ideas, y contamos con la garra y la perseverancia que hacen falta para hacerlas realidad. Lo veo todo el tiempo, en toda la Argentina”.
Concluyo por mi parte, la tarea es ardua, pero no imposible.