Para entender esta cuestión no hay que ser ingeniero ni muy inteligente.
Basta leer con detenimiento la resolución Enargas 3730 que dispone los aumentos en la tarifa de gas para Mendoza, San Juan y San Luis, distribución a cargo de Distribuidora Cuyana SA (Ecogas).
La conclusión no puede ser peor: no cambia nada, mucho menos se pone orden y racionalidad. Sólo se indexan fuertemente los precios del m3, en forma provisoria, a cuenta de una revisión tarifaria integral que se promete desde hace una década y no se cumple, que esta vez se concretaría en el lapso de un año.
La participación ciudadana en Audiencia Pública se elude porque algo se oculta, como ya veremos.
Por ahora no se consulta nada a nadie y arbitrariamente continúa el sistema de desigualdades y privilegios. La falta de razonabilidad es una constante: un jubilado que gana hasta $ 9.800 queda enteramente subsidiado y ha de pagar solamente el costo de distribución -$ 0,6340 por m3 de gas-, y otro jubilado que gane $ 9.900 pagará el precio completo (costo más transporte y distribución) a un total de $ 4,9284 por m3 de gas, ocho veces más, a lo que hay que sumar el 21% de un valor agregado que no existe y el porcentaje de Ingresos Brutos al transporte y la distribución, que son impuestos a la actividad comercial de las empresas pero que se transfieren al consumidor/víctima final.
Una familia con dos hijos, cuya vivienda cuente con cocina, calefón y escasamente dos estufas, como para comer todos los días, higienizarse y cuidar de su salud durante los fríos meses de invierno, pasa rápidamente a revistar la categoría de “alto consumo” y se la castiga con un costo de $ 4,9284 por m3, más $ 220 de cargo fijo.
En sentido contrario, una industria o un comercio muy rentable que vende 300 pizzas al día, por ejemplo, cuyo consumo puede ser diez o cincuenta veces mayor al familiar, cuenta con el privilegio de pagar un cargo fijo de sólo $ 100, y un precio de $ 2,10 por m3, menos de la mitad de la tarifa residencial, y no paga IVA ya que para el comercio o la industria éste es un costo cero.
Con la nueva tarifa sigue siendo mucho más barato el gas en algunas zonas de la Pampa Húmeda que al pie de la fría y seca montaña, donde el invierno, más crudo e intenso -que ya está entre nosotros- se sufre a varios grados menos de temperaturas.
Más cuestionable aún: se oculta que el costo que impone la nueva tarifa es el triple del costo de producción en EEUU como lo muestra el periodista Pablo Fernández Blanco (La Nación, 07-04-2016), y casi el doble de la tarifa que los productores nacionales reconocen como un precio suficiente para sostener la actividad (Télam, 13-02-2016).
Así es como el precio que ha de pagar un consumidor residencial por el millón de BTU (27,05 m3) es de U$S 7,80, más impuestos, cuando el costo de producción en la cuenca neuquina de la que nos proveemos es de U$S 4,70 (en noviembre de 2015 se pagaba U$S 0,80).
El Enargas no corrige nada, sólo busca incentivar las inversiones en producción de gas del peor modo, alimentando un viejo paradigma: súper ganancias aseguradas, cero riesgo empresario y precios finales por parte del consumidor residencial (único inversor real) que garantizan frío en nuestras casas y enfermedades en invierno.
Un verdadero cambio, un ejemplo de cómo se pretenden “resolver” algunas cosas.
Un verdadero ejemplo, pero no para imitar ni para convalidar.