A fuerza de insistir, tal vez en algún momento los mendocinos logremos recuperar una sencilla escena ciudadana: observar el agua recorriendo las acequias sin interferencia de residuos u otros estorbos.
Es deuda pendiente para los habitantes de la capital y de las restantes urbes del Gran Mendoza, porque el problema no es patrimonio sólo de la principal ciudad sino que también se registra en los departamentos.
Las acequias en sus extensos recorridos están en mal estado, por lo menos en una alta proporción, cubiertas de basura, en especial en sectores de mucha reunión de gente, que generalmente son las paradas del sistema del transporte público de pasajeros. En otros tramos, suelen observarse algunas estructuras totalmente cerradas o tapadas por bloques de cemento. La situación entonces es contraria, en ese aspecto, a la ambición de lucir una capital de desarrollo sustentable que llegó a competir por la categoría de ser una de las ciudades maravillosas del mundo.
Disponemos de plazas, jardines, fuentes, monumentos y una forestación tupida que da sombra y fresco en el verano, que llama la atención de los visitantes que se acercan por primera vez a la provincia. Además nos hacen famosos las amplias veredas, aunque sobre ellas también formula queja el usuario porque no pocas presentan roturas, obstáculos y otras trampas que merituarían a futuro un programa de reparación integral entre los municipios y los frentistas.
Entonces, el penoso estado de esas venas de irrigación que tenemos a nuestro servicio, contrasta con los planes y las ideas de los visionarios que concibieron la nueva ciudad, tras el destructivo terremoto de 1861.
Decimos que estas falencias son un eslabón importante en la articulación de una ciudad que pese a esta capitis diminutio que describimos, sigue siendo destacada y de las mejores de Sudamérica, y sería muy lamentable que no recuperemos el uso pleno de las acequias.
Ayudan a pensar en la necesidad de volver a militar sobre nuestras cunetas, personas que las estudian y conciben los peligros a los que nos exponemos de seguir indiferentes ante la situación de descuido de los cauces.
Uno de ellos, entre otros especialistas, es el arquitecto, docente e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Jorge Ricardo Ponte. En su página de Facebook instaló la foto de una acequia en perfectas condiciones, ubicada en la calle Montevideo, a la altura de la plaza Italia, entre Chile y Perú, demostración sencilla de que cuando se quiere, se puede.
Bien podría ser ésa otra de las postales de la ciudad o la provincia, así como existen las del Parque General San Martín, el Cerro de la Gloria y su monumento sanmartiniano o el Cristo Redentor.
Los municipios podrían apostar a campañas de concientización en aspectos de la higiene pública y colocar en las paradas de colectivos, que son puntos de grandes concentraciones de personas, uno o dos basureros antivandálicos para que el usuario se prive de la tentación de arrojar lo que descarta a la cuneta y recurrir a esos recipientes.
Asimismo, y dentro de la organización conocida como Unicipio, se podrían organizar operativos conjuntos para limpiar las acequias de la Zona Metropolitana en forma periódica, al menos una o dos veces en el semestre, como forma de dar un señal certera a la ciudadanía sobre la importancia que acreditan las acequias.También las aulas del ciclo primario deben insistir en ser formadoras de niños con conciencia ambiental, proclives al cuidado y respeto del agua, los árboles y el aire puro.
En síntesis, propongámonos los mendocinos cuidar estas redes de riego, imprescindibles para la vida de nuestros aliados, los forestales; no nos va a costar nada y contribuirá fuertemente a una buena calidad de vida.