La situación se había dado con el vino y ahora está amenazando al aceite de oliva. Fuertes compradores externos se interesan por la calidad de los productos mendocinos pero los adquieren a granel, por lo que el valor agregado, que significa también una cantidad importante de fuentes de trabajo, queda en el país de destino. Una situación que surge de una equivocada política económica nacional que afecta sustancialmente a las exportaciones de productos terminados.
Mendoza ocupa actualmente el cuarto lugar en la cantidad de hectáreas implantadas con olivares en la Argentina. Supo liderar el ránking pero la erradicación indiscriminada de plantas, como consecuencia de la caída en las ventas, sumada a las desgravaciones impositivas de provincias vecinas, han determinado que sea Catamarca la primera productora, con el 27% del total, seguida de La Rioja, con un 23%, San Juan, con el 24,6% y Mendoza con el 16,8%.
Sin embargo, por condiciones climáticas ideales (una importante amplitud térmica entre el día y la noche) y la calidad de los terruños, el aceite de oliva mendocino cuenta con una calidad inigualable en el país. Para que un aceite de oliva sea calificado de extra virgen, debe cumplir con valores de entre 58 y 80 de ácido oleico. Mendoza supera los 60, mientras que en el resto de las provincias apenas superan los 43.
Esa calidad determinó que la Legislatura provincial dictara una ley de denominación de origen del producto mendocino y también provocó que empresas extranjeras pusieran la mira en el aceite mendocino.
Es el caso de italianos que, ante una caída en la producción, estarían dispuestos a adquirir aceite de oliva mendocino a granel, para poder cumplir con sus contratos. La noticia podría resultar interesante porque ratifica el interés internacional por el producto mendocino, pero la inquietud surge del hecho de que la salida a granel provoca la pérdida de valor agregado.
Más aún cuando la Argentina ha logrado ingresar en el grupo de países exportadores ocupando el décimo lugar, con 22.700 toneladas de una lista que encabeza España, con 1,2 millón y le sigue Italia con 587 mil.
A esto habría que sumar el hecho de que existe un consumo creciente en el orden internacional, especialmente porque países como Estados Unidos y Japón están multiplicando sus compras por la mayor utilización de aceite de oliva en su gastronomía.
Otro dato a tener en cuenta pasa por el consumo interno. Si bien está creciendo -debe recordarse que el aceite de oliva sufrió décadas atrás una fuerte campaña de desprestigio- aún es mínimo, en razón de que alcanza a un cuarto de litro por año y por persona, frente a los otros aceites que alcanzan a los 12 litros anuales, con el agravante de que el 20% del aceite de oliva consumido en la Argentina es de marcas extranjeras.
Esa necesidad exportadora de los productores argentinos, en la que Mendoza lideraría la salida por la calidad de los productos, se enfrenta a medidas económicas que, además de poner trabas, hacen perder competitividad a los exportadores locales. Uno de los miembros del sector señaló sobre el particular que al retraso cambiario muy marcado, hay que sumarle el 5% de retención por exportaciones y la demora en la devolución de la retención del IVA, con una inflación interna que aumenta los costos de los insumos.
Frente a ese cúmulo de problemas, a los industriales locales no les queda más remedio que volcarse a la exportación a granel, aunque esa decisión conlleve la pérdida de puestos de trabajo, tanto en la actividad en sí como en las industrias proveedoras de insumos.
